Cuando los cepillos se vacían

La más eficaz estrategia pública de captación de fondos depende de la capacidad de generar confianza

Rafael Carmona

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Según los datos ofrecidos esta semana por el obispo responsable del Secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia, monseñor Joseba Segura, por el impacto de la pandemia la Iglesia ha reducido un tercio sus ingresos en colectas y limosnas. El cierre de los templos y la reducción de los aforos causó verdaderos estragos. Los donativos suponen dos tercios de la financiación total de la Iglesia en España. El tercio restante procede de la Asignación Tributaria.

Esta pérdida nada desdeñable ha sido compensada, en una parte que no sabemos si es mucha o poca, con lo recibido a través del portal donoamiiglesia.com , que el año pasado recaudó 5, 5 millones de euros. Aunque hay un ligero incremento de los ingresos que se reciben a través de la Asignación Tributaria, la Iglesia no parece tener ahora las mejores cuentas de las últimas épocas.

Nadie se atrevería a decir que la Iglesia está a punto de entrar en banca rota, que la Conferencia Episcopal suspende pagos o que las diócesis tienen que enajenar patrimonio para poder afrontar la sustentación del clero y llevar adelante sus fines propios. Como tampoco se discute que los cristianos tienen el deber de sostener a su Iglesia y que el Estado, en justicia, no debe ser ciego al servicio que la Iglesia presta a la sociedad. Durante los últimos años se han intensificado las campañas publicitarias a favor del sostenimiento de la Iglesia. La más eficaz estrategia pública de captación de fondos depende, por un lado, de la capacidad de generar confianza y, por otro, de una gestión del dinero con profesionalidad y transparencia.

En la medida en que haya una correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace, la generosidad y el compromiso de unos fieles, que cada vez son más selectivos a la hora de destinar sus fondos, se incrementará. La información es necesaria, pero no suficiente. Una parroquia con vida no suele tener problemas económicos. No es frecuente que una diócesis en plenitud de fuerzas apostólicas tenga que preocuparse por las tensiones de tesorería, a no ser que se hayan cometido graves dislates.

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