José Antonio Marina
El cambio educativo no se hace en el BOE, sino en las aulas

En agosto del 2015 publiqué una carta abierta a Méndez de Vigo, recién nombrado ministro de Educación. «La situación -decía- es caótica. Diez comunidades autónomas no piensan aplicarla este año (la ley aprobada), y probablemente tengan derecho a hacerlo. La oposición en bloque se ha comprometido a cambiarla. Los docentes están confusos, los padres están hartos, a los editores de libros de textos el agua les llega al cuello, y los alumnos tampoco saben a qué atenerse». Cinco años después, con otra nueva ley, estamos en las mismas . Esta sensación de parálisis, de situación enquistada o enconada, me desespera. ¿Ahora qué va a pasar? Sospecho que una larga operación de desgaste, en que todos despilfarraremos las energías que deberíamos emplear en prepararnos para el vendaval educativo que nos aguarda. En aquella carta decía al Ministro que el cambio educativo no se hace en el BOE, sino en las aulas . Y que hace falta comprometer a la sociedad en una movilización educativa, porque en este momento la educación no interesa a casi nadie, como indican mes tras mes las encuestas del CIS.
¿Qué podríamos hacer para no perder el tiempo? Propongo trabajar, dejando la ley al margen, sobre dos problemas que plantea, pero no trata: la formación del personal docente, y el desarrollo de los currículos. Una vez diseñado el marco formal hay que darle contenido: qué se va a enseñar y quien lo va a enseñar . Los estudios más fiables dicen que el modo mas rápido de mejorar la escuela es mejorar la formación inicial y continua del profesorado, de los equipos directivos y de los inspectores. En España tenemos muchos buenos docentes, pero son autodidactas. Ahí el Estado tiene mucho que decir porque la formación docente es competencia suya. En segundo lugar, están los currículos, que necesitan un rediseño completo, de lo contrario únicamente los parchearemos, como hicimos al introducir la enseñanza por competencias. Continuamos con los programas por asignaturas, con un barniz competencial difícil de evaluar. Deberíamos aprender de una técnica presupuestaria: el «Presupuesto base cero». Tradicionalmente, cada año los Ministerios presentan a Hacienda sus peticiones, que deben justificar. El «Presupuesto base cero» lo que pide es justificar la existencia misma del Ministerio . Es decir, comenzar la justificación desde abajo. Lo mismo en los currículos. Hay que justificar por qué se estudia lo que se estudia, no darlo por justificado, para después explicárselo a los alumnos. Una sugerencia más. Me gustaría que hubiera una Autoridad Independiente de Responsabilidad Educativa (parecida a la AIReF), un organismo independiente que auditara continuamente nuestro sistema educativo, estudiara lo que está funcionando en otros países, propusiera reajustes continuos -no gigantescos cambios legislativos- y colaborara con comunidades, universidades y centro educativos para crear una sociedad del aprendizaje. El término «Autoridad» en su título me parece acertado. El éxito de ese organismo dependería de su capacidad para alcanzar «autoridad» , es decir el respeto de todos los interesados en la educación, por la objetividad, calidad y utilidad de su trabajo. Conseguir el milagro de que nos fiemos de alguien.
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