Japón, el nuevo país ballenero pirata

El país nipón anuncia su retirada de la Comisión Ballenera Internacional tras no conseguir que el organismo permitiera una pesca regulada

Despiece de una ballena zifio en el puerto Wada en la prefectura de Chiba en Japón EFE

LAURA DANIELE

A partir del mes de julio Japón volverá a la caza de ballenas con fines comerciales. Así lo anunció ayer el ministro portavoz del Gobierno, Yoshihide Suga. Con esta decisión el país nipón pone fin al acuerdo mundial alcanzado en 1982 por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) y que entró en vigor en la temporada 1985-86 para garantizar la preservación de estos cetáceos y evitar su caza indiscrimanda en los océanos.

«En su larga historia, Japón ha usado las ballenas no solo como una fuente de proteína, sino también para una variedad de propósitos diversos», aseguró Suga, quien precisó que la actividad pesquera se reanudará solo en las aguas territoriales y en la zona económica exclusiva del país nipón.

Japón era miembro de la CBI desde el 21 de abril de 1951 y hasta ahora había respetado la moratoria en la caza comercial de la ballena , aunque la mayoría de las organizaciones ecologistas aseguran que realizaba una caza comercial encubierta. Estos mismos organismos achacan la retirada del país nipón de la Comisión Ballenera Internacional al poco éxito de las autoridades japonesas para convencer a otros integrantes del CBI —durante la reunión celebrada en Brasil el pasado mes de septiembre de este año— para que se modifique la moratoria en la caza de ballenas y que se permita una pesca regulada.

Temido efecto contagio

«Es una pataleta de Japón después de que el CBI se planteara en Brasil dejar de ser una comisión que gestiona la caza de ballenas para convertirse en un organismo que vela por la conservación de los cetáceos» , explica la bióloga y responsable del área de biodiversidad de Greenpeace España, Pilar Marcos. Para esta organización ecologista, el regreso de los balleneros nipones es «un grave retroceso y un «peligro» porque no solo se desconoce las cuotas de caza que establecerá el Gobierno al no estar bajo la salvaguarda de ningún organismo internacional, sino que además puede producir un «efecto de bola de nieve sobre los países que han cazado ballenas históricamente, como Noruega e Islandia».

La organización animalista Humane Society va más allá y acusa a Japón de liderar una nueva ola «de detestable matanza comercial de ballenas» . Su presidenta, Kitty Block, aseguró que «Japón se convierte ahora en una nación ballenera pirata que mata a estos leviatanes del océano completamente fuera de los límites del derecho internacional».

Si bien la captura de ballenas está ligada a las tradiciones pesqueras nipones y su carne, rica en proteínas, llegó a formar parte de los almuerzos escolares después de la II Guerra Mundial, en la actualidad su consumo es minoritario. El 95 por ciento de los japoneses consume rara vez o nunca carne de ballena. El consumo anual por cápita equivale a cuatro trozos de sashimi —platos a partir de marisco o pescado crudo— al año. «No se trata de una carne sabrosa, pero es un alimento tradicional de la gente mayor. Los jóvenes prácticamente ya no lo consumen», explica Marcos.

Pese a ello esta fuente barata de proteínas se ha convertido en el arma principal de quienes quieren salvar las tradiciones y defenderse del imperalismo occidental.

Práctica obsoleta

«La caza de ballenas es una práctica obsoleta e innecesaria. Continuamos esperando que Japón reconsidere su posición y que cese su caza de para avanzar en la protección de los ecosistemas del océano», subrayó el ministro de Asuntos Exteriores de Nueva Zelanda, Winston Peters.

Pese a formar parte de los 89 países que apoyaban la moratoria, Japón ha seguido capturando ballenas en aguas del Océano Antártico y el Pacífico Norte, en la costa septentrional del archipiélago, supuestamente con «fines centíficos». Esa posibilidad está recogida en la Convención Internacional para la Regulación de la Caza de Ballenas, firmada en 1946, aunque organizaciones animalistas han acusado a Japón de cazar ballenas con fines comerciales.

«Estudios científicos han demostrado que en pleno siglo XXI no es necesario matar cetáceos para poder estudiarlos. Todos sabemos que esa carne va a parar a los restaurantes de Japón», recordó la bióloga Pilar Marcos. En algunas regiones del país también se distribuye gratuitamente o muy bajo coste en escuelas y hospitales para fomentar su comercialización . La caza de estos cetáceos solo está permitida a las comunidades aborígenes de Estados Unidos, Rusia, Groenlandia y las islas San Vicente y Granadinas en el Caribe para garantizar su subsistencia ya que es la única fuente de proteínas.

Evitar impacto negativo

El Gobierno japonés estudia que la caza de ballenas solo afecte a ciertas especies como la ballena minke (rorcual aliblanco), de la que estima que hay un número de ejemplares relativamente abundante. «La caza de ballenas se llevará a cabo de acuerdo con el derecho internacional y dentro de los límites de captura calculados de acuerdo con el método adoptado por la CBI para evitar un impacto negativo en los recursos cetáceos», aseguró el ministro portavoz, Yoshihide Suga.

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