La trinidad de los demócratas
El respaldo a la democracia, como el mejor modo experimentado de gobierno, implica la defensa radical de la separación de los poderes del Estado y la preservación de la independencia judicial como compromiso editorial
Sólo hay que detenerse a escuchar una intervención en el hemiciclo de algún diputado o senador miembro del grupo parlamentario que sustenta al Gobierno para entender que cuando se habla de separación de poderes, hay batallas casi perdidas. La distinción entre el Legislativo y el Ejecutivo es una de ellas. Pero en ABC no somos de tirar la toalla. Un siglo defendiendo en portada la preservación de las instituciones, pesa. Y mucho. No es una bandera fácil de enarbolar, con la que está cayendo ahí fuera, pero significarse con la salvaguarda de la «trinidad» de los demócratas más que un compromiso editorial, es y debe ser una obligación moral del Periodismo, ese «cuarto poder» con el mandato de ser incluso más independiente que el resto. Que vela por la salud de los otros tres. Que se rebela como un servicio para el público. El periódico como guardián de la puerta y su lector, el maestro de las llaves.
Si hay hoy una puerta en riesgo de quedar sin cerradura es la del Poder Judicial. Maltratado durante décadas, corto de medios y de miras, asfixiado de papel en la era de Telegram, denostado hasta el descrédito y ahora, en el punto de mira de quienes piensan que el camino más corto es prender fuego a la baraja. Hace tiempo que huele a tormenta.
El órgano de gobierno de los jueces se ha pasado de vueltas, lleva casi dos años con el mandato agotado rebasando un límite que no marca una ley cualquiera: está en la Constitución. Pero los representantes de los ciudadanos parecen haber llegado a la conclusión de que no cobran para llegar a consensos, tragarse los sapos, ahorrarse medallas y mirar más allá. Cumplir, en definitiva, su obligación de preservar los organismos constitucionales, la espina dorsal de las instituciones. Los grupos parlamentarios que sustentan al Gobierno -relea el primer párrafo- optaron por el ultimátum planteando una reforma que enfilaba el sistema a un abismo del que ya avisó hace dos décadas el Tribunal Constitucional: el Poder Judicial no puede ni debe ser la traslación de las mayorías parlamentarias sino fruto de un consenso indiscutible. De otro modo, la politización de sus decisiones, asumida en el imaginario colectivo cada vez que se destapa un pasteleo, será un hecho. Nunca tuvo tanto sentido en la carrera judicial el refrán de «peor el remedio que la enfermedad».
Las advertencias de las salas de gobierno de los tribunales superiores de Justicia, la movilización de las principales asociaciones de la carrera y los recados de Europa y Latinoamérica acabaron haciendo al Gobierno recapacitar. Pero no sólo. En este amago de injerencia en la independencia judicial la prensa libre ha jugado un papel crucial al trasladar a la ciudadanía la trascendencia de la reforma propuesta, sus implicaciones, sus antecedentes, sus previsibles consecuencias.
Y no es la primera vez ni será la última, porque como ya ilustrase Mingote en una portada de este diario en 1985, la tentación de meter las manos en la Justicia es demasiado grande como para no ser recurrente.
En su defensa ha estado y estará ABC, en la denuncia de los ataques a la independencia de jueces y fiscales perpetrados desde los otros poderes del Estado o incluso desde el corazón de las propias instituciones judiciales. Lo hicimos al informar sobre jueces que viajaban de más a costa de su puesto. De instructores que dejaban causas durmiendo el sueño de los justos -o se dormían ellos- porque no era el momento político adecuado. De miembros de la administración que hablaron de más o que hablan de menos, de causas que se eternizan a costa de la prisión provisional de un inocente o de decisiones mediáticas que no dan para el paseíllo de vuelta.
Pero la Justicia también son las sentencias ejemplares, los cambios de doctrina y los grandes juicios, con una cobertura completa y siempre desde una mirada crítica. Una mirada libre.
Así leemos los procedimientos para avanzar y explicar a nuestros lectores lo que vino y lo que vendrá. Esta casa adelantó imputaciones clave en Gürtel, destapó el pitufeo que acabaría siendo Púnica y sigue en primera línea adelantando contenidos y poniendo contexto en asuntos tan complejos como Neurona o la madeja del caso Villarejo.
El periodismo de tribunales es probablemente el más incómodo para el poder, tan a menudo tentado en eso de que «quien hace la ley, hace la trampa», pero también es profundamente necesario, y va otra cita -no es un refrán- : «El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento».
El periódico como guardián de la puerta y también como intérprete de sus instrucciones. Especialmente ahora, cuando de una resolución judicial depende subir la persiana en lunes para bajarla el martes por las medidas antipandemia. De nuevo, un servicio esencial al lector, el maestro de las llaves. Ya no sólo porque en el ejercicio de su ciudadanía reside el devenir de nuestra sociedad, sino porque ahora también tiene en su mano entrar en premium y vivirlo desde nuestro punto de vista.
El de un periódico libre que se significa con la Constitución, la defensa de las instituciones y la preservación de la separación de poderes, la auténtica «trinidad» de los demócratas.