8-M: Día Internacional de la Mujer

Mujeres en la obra construyendo igualdad: «¡Patada al muro!»

La construcción cuenta en España con 107.000 mujeres, un 8,4% de todo el sector que derriba prejuicios y levanta igualdad cada día

Miriam Moreno y Ana Cobo, en la Fundación Laboral de la Construcción en Madrid FOTOS: IGNACIO GIL
Érika Montañés

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Alejadas de las refriegas feministas y con ideas propias sobre cómo revestir la zanja que aún separa géneros, Ana, Jacinta, Ángeles y Miriam saltan al tajo cada día con una sola intención : construir desde la igualdad. Entre albañiles (también son albañilas, para la RAE), mamposteras, electricistas, ingenieras y arquitectas, el sector de la construcción en España cuenta con 107.839 mujeres, frente a los 1.176.271 hombres ocupados. 2019 cerró con un descenso de 8.000 mujeres respecto al año anterior, de acuerdo con los últimos datos de la Encuesta de Población Activa.

Son cifras que maneja muy bien la Fundación Laboral de la Construcción, por cuyos 48 centros en España pasaron más de 6.500 féminas durante 2019. Algunas de ellas, como Ángeles, en Las Palmas, lograron reciclarse a una edad , 52 años, en la que el mercado de trabajo le había dado un severo empujón y ella se agarró a su veta más habilidosa. Había pujado por ser fontanera en varias empresas, que, considera, no la cogieron por ser mujer. Este es su reproche, dirigido únicalmente al contratador, que a veces aún mira con recelo que una mujer levante muros, se desempeñe en la mampotería en seco, haga revestimiento con pastas y morteros o saque escombradas.

«Nuestra fuerza física no es la misma», compara Jacinta en un pequeño pueblo de la sierra norte de Madrid, pero el trabajo se completa igual. «Lo haremos más lentas que los hombres , o con más veces de carga, pero lo hacemos. Eso, quien contrata, lo tiene que saber». Jacinta también supera la cincuentena, y llama por teléfono a su amiga Dolores («Loli»), que está en Guadalajara, para que hable con ABC . Dolores llevaba 30 años como administrativa en una oficina, y al verse en la calle, buscó otro campo de oportunidades. Después de trabajar en el sector agrícola, se alió con un empresario de la zona para ir de «peón». «Soy el “último mono”, pero no tengo problemas con nadie», admite.

Loli combate con fiereza, eso sí, la insinuación que siempre se le hace: «Nosotras no somos groseras desde el andamio, o desde la hormigonera. Si me vas a preguntar eso, ya te digo que en eso somos diferentes, nosotras vamos a lo que vamos y no perdemos el tiempo. Somos algo más prácticas».

Jacinta se desenvuelve como una gacela rápida con los ladrillos y tampoco se queja de un mal trato masculino, más bien de lo contrario. Aborrece la condescendencia si no le dejan hacer ciertos menesteres por ser mujer, «y mayor», acota. Siete de cada diez mujeres que se forman en el sector de la construcción tienen entre 35 y 54 años y poseen estudios de Educación Superior. Ellos representan más del 90% de las plantillas, y con una imagen en el ideario colectivo de machismo intrínseco, Jacinta refuta que haya ninguna actitud dudosa por parte de sus compañeros de bocadillo.

Con mucha formación

A Miriam y Ana las pillamos en esa pausa, pero en las aulas de la Fundación Laboral de la Construcción en Madrid, donde se previenen de riesgos laborales en un curso que las tiene muy atareadas estos días. Lejos de la facultad de Ingeniería de Caminos y Arquitectura donde adquirieron conocimientos las dos jóvenes (de 26 y 25 años), llevan más de un año en el auténtico tajo.

La mejor baza de Miriam es su extroversión. Ha logrado hacerse más distendida, comenta, en un trabajo donde trata con mucha gente y donde cada eslabón de la cadena depende del más próximo, así que se saben aliados en la brega. En la obra, no todo el mundo está cargando como mulas, ella es jefa de producción y su tarea como encargada es una fase más. «No noto diferencias con los hombres. Además, en las aulas de Ingeniería, en mi empresa Ferrovial, y en las obras, cada vez somos más mujeres», afirma.

Los que saben

Con independencia del género, «quienes saben, te enseñan sin prejuicios», no se hacen distingos, asegura esta ingeniera, y «aunque hace unos años, trabajos como el mío sí estaban copados por hombres, éramos muy poquitas mujeres, hoy por hoy estamos escalando hasta ser un 50%-50%». Los padres de Ana y de Miriam vieron con buenos ojos que se introdujeran en un mundo que, desde fuera, parece netamente masculinizado . «Aprendemos mucho –dicen ambas en la sede de la fundación–, y además nos animaron a estudiar estas carreras que tienen salida laboral».

Los «cruces» con otros hombres, señala Ana, arquitecta con un año de experiencia, son «casos muy puntuales» . Ellas no los han sufrido, los cuentan por boca de alguna compañera que haya podido manifestar algún lance ocasional. «Hay que plantarse si ocurre», sentencia Ana. La brecha, no obstante, se padece más por la falta de veteranía que por el sesgo de género. «No salgo de la obra, lo reviso, hago control de calidad, además de labores de vigilancia de la producción y contratación.Por mi carácter no me sale dar órdenes, quizás de lo que peque es de inexperiencia, pero no por ser mujer», dice Miriam.

Ana refrenda: tal vez en desempeños como la soldadura o las labores más físicas sí haya peldaños de diferencia con sus homólogos masculinos, pero en la obra el machismo parece ya agua pasada. Todos arriman el hombro y derriban muros.

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