Es hora de volver a la calle
¿Qué harán los obispos en la próxima manifestación de defensa por la vida? ¿La alentarán como en pasadas convocatorias?
En la política socialcomunista de los espejos deformados, que transita por el callejón de nuestra historia, parece que todo vale. Sin el más mínimo rubor, el ministro Félix Bolaños, después de ver al Papa, que no es lo mismo que después de intentar instrumentalizar al Papa, se atreve a decir que «tiene los mismos valores que este Gobierno». Previsiblemente, en un pasajero rapto de cordura, Pedro Sánchez derogará pronto las leyes de eutanasia, aborto, educación, ideología de género… No parece creíble.
Por mucho que a la izquierda se le llene la boca de bien común, igualdad, servicio a los marginados, su rasgo más característico es la dedicación enfermiza a una ingeniería social alimentada por el simbolismo de la diferencia y el resentimiento. Como le decía el escritor José Jiménez Lozano a la profesora Guadalupe Arbona en una entrevista: «El propósito de la modernidad es terminar con las leyendas antropológicas», reducir también la vida y todo lo humano a lo mensurable. Fabricar vidas humanas homologadas, predecibles, previsibles. Pero esa abstracción homologada de lo humano ya no es un hombre. Y de aquí el odio a la narración y a la historia, que evocan vidas individuales no homologadas, no objetivadas o cosificadas, no asimilables a un diseño y a un patrón social».
Llegados a este punto, más de doscientas organizaciones sociales han convocado el próximo domingo 26 de junio una manifestación en Madrid con el lema «Nos jugamos la vida, basta de leyes que atentan contra la verdad y la naturaleza humana». Jaime Mayor Oreja , presidente de NEOS, y pieza principal en la convocatoria de esta movilización, suele decir que estamos asistiendo a un proceso histórico en el que se pretende sustituir un modelo de sociedad basado en un orden de referencias cristianas por un modelo de desorden social.
Es hora de volver al espacio político patrimonio de los ciudadanos, que no de los revolucionarios, la calle, para romper con la espiral del silencio sobre lo esencial. No por responsabilidad cristiana solo, sino por consciente ejercicio de ciudadanía. En ocasiones anteriores, los obispos alentaros similares actos públicos de dignidad. ¿Qué harán hora?