Los hijos de las víctimas de la secta en Perú sufren ansiedad, desnutrición y enfermedades en la piel
Se trata de un niño y cuatro niñas, todos menores de edad
Los cinco hijos de las tres mujeres secuestradas por una secta en Perú liderada por Felix Steven Manrique presentan «cuadros de ansiedad, desnutrición y enfermedades en la piel», según informó este domingo el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables tras evaluar su estado de salud.
Tanto los menores como sus madres pudieron verse este domingo por primera vez con sus respectivas familias antes de ser trasladados a un centro de atención residencial, según informó la prensa local.
«En total son un niño y cuatro niñas, quienes fueron evaluadas por medicina legal para conocer su estado de salud», precisó el ministerio peruano.
Asimismo, esta entidad inició el procedimiento de protección especial para proteger sus derechos y realizará las gestiones para que tengan acceso al Seguro Integral de Salud y al Documento Nacional de Identidad.
En tanto, Manrique, de 35 años, quien dirigía una secta apocalíptica y sería el padre de los menores, enfrenta una acusación por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual y laboral, después de que la fiscal Berenice Romero pidiera su detención judicial. La fiscal decidió además incorporar a la joven española Patricia Aguilar y a otras dos mujeres en el Programa de Atención a Víctimas y Testigos de la Fiscalía peruana.
Manrique, quien supuestamente se hacía pasar por líder del grupo religioso Gnosis, convenció a Aguilar, de Elche (Alicante), para que dejara a su familia y se uniera con él en Perú, lo que hizo el 7 de enero de 2017, apenas cumplidos los 18 años.
En Perú convivía con Manrique y las otras dos mujeres en una rudimentaria vivienda ubicada en la selva peruana donde tuvo una hija de este, al tiempo que su familia la buscaba intensamente al desconocer su paradero.
La casa fue localizada en San Martín de Pangoa, de la selvática provincia de Satipo, que se encuentra en la vertiente oriental de los Andes peruanos, a unos 450 kilómetros de Lima, una zona peligrosa por pertenecer al Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), controlado por el narcotráfico y los remanentes del grupo armado Sendero Luminoso.