«Mi hija no se acuerda de mí después de ocho años sin verme»

Un «padre coraje» recupera a su niña, de la que tenía la custodia, tras 8 años secuestrada por su madre en Polonia donde él no ha parado de buscarla

Alberto Encina (segundo por la drcha.) este lunes junto a la Guardia Civil . En la imagen están su madre y su hermana EFE / Vïdeo: Emocionado encuentro entre un padre y su hija, tras ocho años separados

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Alberto Encinas se despidió de su pequeña Olivia, de tres años, a principios de diciembre de 2011 en Pollença (Mallorca). Autorizó a su expareja para que viajara con la niña a Polonia donde iban a pasar la Navidad con la familia materna. El 31 de diciembre habían acordado que Katarzyna Hlond le entregara a la cría de nuevo. Pero ni madre ni hija regresaron jamás. Ocho años después, con sentencias judiciales en los dos países que daban la razón a Alberto, con más de 60.000 euros invertidos en buscarla, con una decena larga de viajes, con una mochila cargada de dolor y vacío, este «padre coraje» ha vuelto a abrazar a su niña.

Olivia tiene once años y medio. No recuerda ni una palabra de español, pero ya vuelve a correr y abrazar a su familia paterna en la finca de Pollença donde se crió. Alberto, su madre y su hermana han dedicado los últimos años solo a buscar la sombra de su pequeña. Y lo han conseguido. Han ganado. Encinas es uno de los más de 300 progenitores que cada año denuncian un secuestro parental de menores. «Olivia tiene sensaciones, pero no se acuerda de mí. Ahora son los días más felices de mi vida», contaba ayer emocionado a ABC a punto de entrar en un restaurante de la isla con su familia para celebrarlo.

La Nochevieja de 2011 empezó su pesadilla. No localizó a su expareja, polaca, con la que compartía la custodia de la pequeña. Dos días después denunció en el cuartel de la Guardia Civil y el día de Reyes de 2012 lo hizo en el Juzgado de guardia. A los tres meses, un juez le concedió la guarda y custodia de su hija y ordenó que Olivia no podía salir de España sin autorización paterna . Pero ya entonces el padre no sabía dónde estaba. En febrero de 2013, el Tribunal polaco de Czestochowa ratificó la medida del juzgado español. En 2015 se dictó una orden europea de detención, entrega y prisión para la madre.

«No veía cómo dar con ella. La policía y la fiscalía polacas nos estaban engañando y nos han puesto muchas trabas. Encontré a a mi hija en fotografías haciéndose el carné de identidad polaco junto a dos policías. Estaba acompañada por su madre, que tenía una orden de arresto. Era una lucha muy difícil hasta que entró en la investigación con energía la Guardia Civil. Entonces esto empezó a cambiar», relató este lunes Alberto que se trasladó con su familia a la Comandancia para agradecer públicamente el papel clave que han tenido.

Alberto viajó una y otra vez a Polonia. Su expareja cambiaba de domicilio (se cree que también estuvo viviendo en Alemania como una fugitiva) y su familia la ayudaba. En 2013 se presentó en casa de la madre de Katarzyna. La mujer llamó a la Policía. El padre les rogó que le dejaran ver a su hija unos minutos. La pequeña se agarró a su cuello: «Papá, finca», le dijo recordando su casa. Pensó que ya era cuestión de días o semanas. La justicia penal y civil estaba de su lado. Los días se convirtieron en seis años más.

Llamó a todas las puertas: oficiales y extraoficiales. En enero de 2017 el teniente coronel Orantos de la Guardia Civil de Baleares ordena a dos de sus hombres del Área de Delitos contra las Personas que se encarguen del caso. El teniente Palomo y el cabo primero Briceño hacen suya la búsqueda de Olivia. «La primera vez que viajamos a Polonia entendimos el sufrimiento por el que había pasado Alberto. Un padre solo y una cadena de obstáculos», recuerda el teniente. Los dos agentes han volado cinco veces al país desde entonces , cuatro con el padre al que definen como «único». En cada viaje conseguían avanzar un paso. Recurrieron a la Fiscalía, a la Policía, a los españoles que vivían allí o eran hijos de españoles, al cónsul, al agregado de Interior, al director del colegio, a la familia... No quedó una puerta.

«Alberto confiaba pero también estaba hundido. El próximo abril Olivia cumple 12 años y entonces se tiene en cuenta su opinión», aclara el cabo primero Briceño. El padre tenía razones para estar hundido: «Ella le dijo a mi hija que su padre era otra persona. Le ha borrado los recuerdos, lo que éramos antes de que se la llevara», cuenta a ABC, sin entregarse a ese pasado feroz que quiere sepultar.

Los agentes con la colaboración de personas e instancias que se han implicado a fondo, como el fiscal de Cooperación Internacional de Baleares, fueron avanzando. «Nuestro papel fue sensibilizar sobre este secuestro allí» , dice el teniente, que orilla las dificultades vividas. El pasado miércoles recibieron una llamada del agregado de Interior polaco: habían detenido a la madre en Katowice, al sur del país y tenían a la niña. Alberto se fue al aeropuerto con el corazón en la boca, sin avisar a nadie. Olivia ya está en Pollença, en casa. Otros 13 niños españoles siguen secuestrados en Polonia.

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