¿Qué haces sola en los Sanfermines?
Golpes, empujones y alguna incomodidad se ceban más con las mujeres en el pistoletazo de salida de San Fermín
«¿Qué haces sola, guapa?». Es la tercera vez que escucho la misma pregunta desde que entré en la Plaza Consistorial de Pamplona. Queda menos de media hora para que comiencen oficialmente los sanfermines y es la primera vez que estoy en el Chupinazo. Me rodean varios grupos de personas, pamplonenses y extranjeros, la mayoría hombres, que en el rato de llevo allí me han cogido de la cintura un par de veces y me han lanzado unas cuantas miradas incómodas. Pero ahí se queda la cosa.
«¿Oye estás sola?». Esta vez tiene un matiz diferente. Proviene de María, una chica de 18 años a la que acompañan sus amigas Eva y Leire. Al contarles que he decidido ir sola a disfrutar del chupinazo, me ofrecen quedarme con ellas un rato. «Yo no me habría atrevido a venir sola, no sabes si te puede pasar algo», me dice Leire. Esas palabras las volveré a escuchar una decena de veces en las próximas dos horas.
Quedan 15 minutos para que lancen el chupinazo y, debido al tumulto, decidimos desplazarnos hacia uno de los bordes de la plaza. «Mírales, si es que son unos brutos, lo que hay que hacer aquí es ir metiendo los codos», grita María entre el gentío. Antes de llegar a la pared, los empujones se vuelven insoportables y las tres chicas quedan enterradas entre cuerpos que les doblan la altura y el peso. Cuando conseguimos llegar al final, dos de ellas se suben a un altillo. Yo quedo totalmente inmovilizada. No hay forma de zafarse.
«Si no saben a lo que vienen que no se metan», ríe un hombre, que casi dos cabezas más arriba del resto de muchedumbre, disfruta del momento que para algunas es un infierno. Me doy cuenta de que las únicas personas agobiadas son mujeres. Mientras ellos, gritan, se zarandean y saltan, muchas chicas intentan esquivar golpes y buscan un hueco sin resultado alguno. Cuando pasa el momento de mayor aglomeración y la plaza empieza a descongestionarse poco a poco, Eva, Leire y María comienzan a corear con el resto ahora que pueden, al menos, moverse un poco. Salimos juntas de la plaza, no sin tener que empujar y espetar varias veces a un par de chicos que dejen de caerse sobre nosotras a propósito, a lo que ellos contestan con risas burlonas. Es un juego, pero no a todos nos hace gracia.
Cuando llegamos a las calles paralelas, el paisaje cambia. Se puede andar, obviando los cubos de agua que lanzan por las ventanas, con cierta normalidad. Me despido de las tres chicas y comienzo a caminar sola entre la gente. Unos chicos me dicen algo casi incomprensible al oído al pasar por mi lado, pero nada que no pueda ocurrirle a una chica una noche de fiesta cualquiera. Es un poco más tarde cuando me encuentro con Saioa, Uxue e Irati sentadas en el suelo, con las ropas empapadas en vino, charlando animadamente. Me siento con ellas y se sorprenden de que esté sola. «¿En serio? Pues has sido muy valiente...», dice Uxue. «¿Y vosotras vendríais solas?», les pregunto. «No, si llegas sola, no me gusta decirlo, pero te ven como alguien más vulnerable», asegura la joven y después comenta: «De hecho ninguna de nuestras madres o nuestros padres nos hubieran dejado venir solas». Todas las amigas asienten con la cabeza. Antes de despedirme todas me aconsejan lo que hizo mi madre: «¡Ten cuidado!».
Solidaridad femenina
Veo muchos grupos de chicas jóvenes que intentan hacerse hueco entre el gentío, siempre dadas de la mano. Unas de ellas son Aurora, María, Rebeca y María José. Vienen de Madrid y han decidido acudir a los sanfermines «porque si dejamos de venir acaban ganando ellos». Cuentan que no tienen miedo, pero que buscan siempre lugares con mucha gente. «Si hay cualquier chica te va a ayudar, nos sentimos así más seguras», aseveran.
Por el camino de vuelta a la Plaza Consistorial veo un puesto de chapas y me acerco. «Me gusta ser una zorra» o «Rubia de bote, tonta natural» son algunos de los lemas que se pueden leer, junto a otras que rezan: «Ni lo intentes, gracias» o «Mala porque me da la gana». Los dos sanfermines interaccionando en un corcho apoyado en la pared.
Noticias relacionadas