¡Gracias!, queridos sacerdotes
Con la reunión antipederastia en El Vaticano acaba una etapa
Varios lectores y amigos me han transmitido la siguiente propuesta. Con la reunión antipederastia del Vaticano se acaba una etapa. La lucha contra los abusos sexuales, de poder y de conciencia, es una prioridad y una obligada purificación en la Iglesia. Pero esta cuestión no debe seguir monopolizando la presencia pública de una comunidad atenazada. No puede ser, por tanto, el único y recurrente argumento noticioso. Alguien tiene que romper esta dinámica e introducirnos en una espiral de realidad sobre la rica y plural vida de la Iglesia . ¡Basta ya! de seguir determinados juegos que pretenden laminar el crédito de la Iglesia . En las últimas semanas no es infrecuente que sacerdotes se vean acosados en lugares públicos con el original insulto de «pederastas» -me consta de varios casos-. Hay diócesis que reciben anónimos con amenazas de denuncias de sacerdotes por los más peregrinos motivos.
No es lo mismo una Iglesia renovada, que una Iglesia nueva . La tentación del adanismo es un gol en propia puerta. No es cuestión de una nueva Iglesia, sino de un nuevo comienzo para cada uno. La historia de la Iglesia es una historia de superación de las crisis por la santidad de vida. El pensador francés Hervieu-Léger diría que necesitamos soluciones biográficas a contradicciones sistémicas. Recordemos, por ejemplo, las palabras de Adriano VI en la Dieta de Ratisbona: «Debes decir que nosotros reconocemos libremente que Dios ha permitido esto por causa de los pecados de los hombres, y particularmente de los sacerdotes y de los prelados».
Es hora de levantar la cabeza y hacer una campaña pública en favor de los sacerdotes. Esos sacerdotes que en alguna noche pasada hundieron su cabeza entre sus brazos por la vergüenza de la infidelidad de sus hermanos. Merecen, ahora más que nunca, sentirse queridos y apoyados. Merecen el reconocimiento de quienes podemos dar fe de la entrega de su vida, su servicio, su palabra. Es hora de una campaña en favor del sacerdocio que transparenta el Evangelio. Seguro que usted, querido lector o lectora, está pensando en algún nombre concreto. A ése me refiero. A ese hombre, ¡gracias!
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