Franco, los obispos y la historia
La abrupta ruptura en la que se ha empeñado la izquierda está obligando a que todo el mundo se retrate
Desde aquellos patéticos gritos de «Tarancón al paredón» hasta las perversas pintadas de «Osoro traidor» , con las que nos hemos desayunado en Madrid varios días esta semana, ha transcurrido para la Iglesia católica en España un largo período en el que la calma con la historia formaba parte del pacto cívico con la sociedad. La aportación de la Iglesia a la reconciliación de los españoles, que significaba también pasar página de nuestro pasado, había sido fruto de una compleja digestión interior. No olvidemos, como dato, lo ocurrido en la famosa Asamblea Conjunta.
Pero la exhumación de los restos mortales de Francisco Franco ha significado una ruptura, una provocación a la Iglesia . Sus portavoces oficiales se han limitado a recordar las generales de la ley, tanto del derecho natural y del positivo, en lo que afectan a las personas, a la familia y a la libertad de la Iglesia. Pero tal y como se puede comprobar en el día a día de las conversaciones, incluidos los ambientes eclesiales, esta actitud ha generado no poca insatisfacción. Entre otras razones porque hasta ahora, como parte de lo acordado en la Transición, a las instituciones claves de la sociedad –Ejército, Iglesia, Monarquía- no se les había pedido que se retrataran, que rindieran cuentas públicas de lo que hicieron, dejaron de hacer o van a hacer. La abrupta ruptura en la que se ha empeñado la izquierda está obligando a que todo el mundo se retrate. Por cierto, ¿acaso no comenzó este proceso con la Ley de Memoria histórica?
Los efectos de la exhumación de Franco serán principalmente políticos. Pero quien va a salir tocada por lo ocurrido esta semana, desde la izquierda y la derecha, es la Iglesia. Hasta ahora los obispos habían abordado el pasado en sus documentos de forma fragmentaria. Alguien tendrá que explicar, también a las nuevas generaciones y ante las mentiras y falsedades que se están contando, qué le ocurrió a la Iglesia en la segunda república, en la guerra civil, en la larga dictadura de Franco y en la Transición. Por servicio a la verdad, que sí importa.