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Francisco, el Papa de las caricias

Un libro analiza los gestos de ternura del Santo Padre en sus seis años de Pontificado

El Papa besa a Dominic Gondreau, un niño gravemente enfermo tras la misa del Domingo de Resurección en 2013 ABC

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Su trabajo como corresponsal de la Cadena Cope en el Vaticano ha permitido a Eva Fernández ser testigo directo de cientos de episodios que demuestran que el Papa Francisco cultiva «la ciencia de la caricias». Y lo hace a diario con los más débiles: los niños, los refugiados, los enfermos, las personas reclusas... Esa especial debilidad del Santo Padre por las personas más vulnerables ha llevado a esta periodista a publicar su primer libro «El Papa de la ternura» (Planeta). La publicación completa la trilogía iniciada por el director de la agencia Rome Reports, Javier Martínez-Brocal (El Papa de la misericordia) y seguida por el corresponsal de ABC en el Vaticano Juan Vicente Boo (El Papa de la alegría).

«Gestos como las llamadas de teléfono o las historias que he recopilado en estas páginas son muestras de ternura que configuran el retrato que mejor describre a Francisco : un hombre que ha sabido encontrar en la misericordia de Dios su llave maestra para renovar la Iglesia y a las personas», asegura Eva. El extracto del libro, que aquí adelantamos, lo demuestra.

¿Por qué Dios permite estas cosas?

Cuando Glyzelle irrumpió ante un auditorio de treinta mil estudiantes en Manila, lo cambió todo. De repente apareció una pequeña de doce años, vestida y peinada de domingo, con unos inmensos ojos negros, muy poco acostumbrados a que nadie se fijara en ellos. Era una niña de la calle. De esa legión de invisibles que pulupan por las aceras de Manila y de tantas ciudades del mundo. Están pero nadie les ve.

Poniéndose casi de puntillas para acercarse al micrófono, Glyzelle soltó la pregunta que nos dejó sin respiración. Fue casi un desafío al Papa: «Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchos víctimas de muchas cosas terribles, como las drogas o la prostitución. ¿Por qué Dios permite estas cosas, aunque no es culpa de los niños? Y ¿por qué tan poca gente nos ayuda?» . Mientras hablaba se le rompió la voz. Pero fue valiente y terminó su pregunta entre sollozos.

El libro será presentado en Madrid el 11 de junio en el Auditorio Banco Sabadell (Serrano, 71) ABC

Lloraba Glyzelle y con ella todos. Algo se quebró en ese instante, no solo la voz de Glyzelle, también el ánimo del Papa, porque el testimonio de estos pequeños le sirvió de inspiración para abrir su corazón, intentar confortarlos y, de paso, dar una lección a los mayores. Francisco se puso en pie y se acercó a ellos. Besó la frente de Glyzelle, todavía entre lágrimas. Ella se le abrazó sin temor. El Papa les hizo la señal de la cruz en la frente, mientras quienes asistían a la escena intentaban deshacer el nudo en la garganta.

El Papa pidió permiso para improvisar en español, y dijo señalando a Glyzelle: «Ella ha hecho hoy la única pregunta que no tiene respuesta, y no le alcanzaron las palabras y tuvo que decirla con lágrimas. Cuando nos hagan la pregunta de por qué sufren los niños […], que nuestra respuesta sea o el silencio o las palabras que nacen de las lágrimas».

Abusos sexuales a menores

Como ejemplo concreto del sufrimiento que los sacerdotes malos pueden causar a los buenos, el Papa recordó un suceso de cuando era arzobispo de Buenos Aires: «El 24 de marzo en la Argentina es la memoria del golpe de Estado militar. En uno de esos 24 de marzo salí del arzobispado y fui a confesar a monjas carmelitas. Mientras estaba por cruzar la calle, había una pareja con un chico de dos o tres años, más o menos, y el chico corría adelante. El papá le dijo: “Vení, vení, vení acá… ¡Cuidado con los pedófilos!”. ¡Qué vergüenza sentí! ¡Qué vergüenza! No se dieron cuenta de que era el arzobispo, era un cura y…, ¡qué vergüenza!».

La tasa de los pobres

Francisco tenía muy claro que la revolución de la ternura no podía quedarse en un simple eslogan. Había que poner patas al banco. Y una de esas patas tiene nombre y apellidos: Konrad Krajewski, su famoso limosnero. El sacerdote polaco había estado al lado de Juan Pablo II durante los últimos siete años de su vida. Le acompañó en su muerte y sirvió en las ceremonias litúrgicas de Benedicto XVI.

Cuando el Papa le hizo limosnero, también le nombró arzobispo. Y ese día le dio un consejo: «Cuando alguno te llame excelencia, pídele cinco euros de tasa para los pobres».

En muchas ocasiones es el propio Francisco quien llama por teléfono a don Conrado para pedirle que «actúe» en su nombre. Uno de los primeros encargos directos del Papa fue que viajara hasta la isla de Lampedusa para ayudar a los supervivientes de un naufragio que costó la vida a 368 personas. «Muchos no tendrán posibilidad de avisar a sus familiares para decirles que están bien. Mira qué puedes hacer», le había sugerido el Papa en una rápida llamada telefónica. Y hasta Lampedusa se fue don Conrado con unas mil seiscientas tarjetas telefónicas para que los supervivientes, en su mayoría eritreos y somalíes, pudieran comunicar con sus familias y también para que los equipos de rescate, casi todos voluntarios, pudieran localizar a las familias de quienes habían muerto ahogados.

Fray escoba

Lo normal es que sean los periodistas quienes le hacen pequeños regalos al Papa . Muchas veces se trata de libros. En el viaje a Chile, un periodista de ese país le regaló una biografía de san Martín de Porres, porque sabía que tenía gran devoción al santo. Francisco le respondió, ante la sonrisa general: «No le tengo tanta devoción a él como a su escoba. Cuando hay que limpiar gente que molesta, me encomiendo a la escoba y él los barre».

«Quiero ser su limpiabotas»

Probablemente uno de los regalos más inesperados que ha recibido el Papa en sus viajes tuvo lugar durante el trayecto hasta La Habana y Ciudad de México. El periodista mexicano Noel Díaz esperaba su turno para saludarle con un objeto muy particular entre las manos: una caja de limpiador profesional de zapatos: «Santo Padre, mi mamá era soltera y se dedicaba a la venta ambulante para sacarme adelante.

De pequeño, un día le escuché contar a una vecina que estaba muy triste porque no podía comprarme un traje para hacer la comunión. Entonces se me ocurrió salir a la calle y ganarme unos pesos como limpiabotas».

El Papa le miraba tan conmovido que apenas le dio tiempo de reaccionar cuando de repente Noel Díaz se puso de rodillas en pleno pasillo del avión con el cepillo en la mano, mientras le pedía permiso para lustrar sus zapatos negros: «¡Santo padre, me gustaría ser su limpiabotas!».

Dicho y hecho, colocó el pie del Papa sobre su cajón y comenzó a cepillar sus zapatos mientras añadía que con ese regalo quería rendir homenaje a todas las personas que con dignidad y esfuerzo trabajan a diario en las calles de todo el mundo para mantener a sus familias. Como tantos otros mexicanos, Noel Díaz creció en Tijuana y acabó emigrando a Estados Unidos. Cruzó la frontera con su madre como inmigrante ilegal y fue deportado en dos ocasiones. Finalmente, tras obtener la residencia y con mucho esfuerzo, consiguió hacer fortuna fabricando lentes. Con ese dinero fundó la radiotelevisión católica El Sembrador, muy popular entre los inmigrantes latinoamericanos.

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