Francisco: «La fe no es una armadura que enyesa, sino un viaje fascinante»
El Papa cita a Vincent van Gogh e invita a cultivar deseos grandes en su misa de la Epifanía
Pide no vivir «aparcados en una religiosidad convencional, exterior, formal, que no inflama el corazón y no cambia la vida»
«Los Reyes Magos que parten cuando surge la estrella nos enseñan que es necesario recomenzar cada día, tanto en la vida como en la fe, porque la fe no es una armadura que nos enyesa, sino un viaje fascinante, un movimiento continuo e inquieto, siempre en busca de Dios», ha subrayado el Papa en la homilía de la misa de esta mañana de Reyes en San Pedro.
Francisco ha retomado uno de los grandes temas de su pontificado alertando de nuevo del modo «resignado y mediocre» de vivir el catolicismo, «bloqueados», «aparcados en una religiosidad convencional, exterior, formal, que ya no inflama el corazón y no cambia la vida».
El Papa ha pedido a los católicos preguntarse con valentía si «nuestras palabras y nuestros ritos provocan en el corazón de la gente el deseo de encaminarse hacia Dios o son «lengua muerta», que habla sólo de sí misma y a sí misma»
Obviamente, la solución no es cambiar el contenido de la fe, sino el papel de la fe en la propia vida. Por eso, el Papa ha pedido a los católicos que cultiven la misma «inquietud» que puso en camino a los Reyes Mago desde Oriente. Se trata de la «capacidad de desear» cosas grandes, pues «somos lo que deseamos».
Según Francisco, «desear significa mantener vivo el fuego que arde dentro de nosotros y que nos impulsa a buscar más allá de lo inmediato, más allá de lo visible. Es acoger la vida como un misterio que nos supera, como una hendidura siempre abierta que invita a mirar más allá, porque la vida no está «toda aquí», está también «más allá». La vida es como una tela blanca que necesita recibir color».
«Precisamente un gran pintor, Van Gogh, escribía que la necesidad de Dios lo impulsaba a salir de noche para pintar las estrellas», ha evocado.
Como contraste de una fe triste, centrada en ritos y preceptos, «los deseos ensanchan nuestra mirada e impulsan la vida a ir más allá de las barreras de la rutina, más allá de una vida embotada en el consumo, más allá de una fe repetitiva y cansada, más allá del miedo de arriesgarnos, de comprometernos por los demás y por el bien», ha subrayado.
Cultivar deseos grandes es crucial para el Papa Francisco pues «la crisis de la fe, en nuestra vida y en nuestras sociedades, tiene relación con la desaparición del deseo de Dios, con la somnolencia del alma, con la costumbre de contentarnos con vivir al día, sin i nterrogarnos sobre lo que Dios quiere de nosotros».
Según el Papa, el antídoto a la rutina y las desilusiones, a la tristeza y a la indiferencia, es «un corazón animado por el deseo de Dios» . Se trata, por ejemplo de «escuchar con atención las preguntas del corazón, de la conciencia; porque es así como Dios habla a menudo, se dirige a nosotros más con preguntas que con respuestas».
No se trata tampoco de vivir una fe espontánea, a merced de los caprichos del momento presente. El Papa ha subrayado que cuando llegaron a Belén los Reyes Magos adoraron al Niño Jesús . «No olvidemos la adoración, detengámonos ante la Eucaristía, dejémonos transformar por Jesús», ha pedido. «El deseo de Dios sólo crece estando frente a Él. Porque sólo Jesús sana los deseos de la dictadura de las necesidades», pues «El corazón se enferma cuando los deseos sólo coinciden con las necesidades».
«No le demos a la apatía y a la resignación el poder de clavarnos en la tristeza de una vida mediocre», ha concluido el Papa. «El mundo espera de los creyentes un impulso renovado hacia el Cielo. Como buscadores inquietos, permanezcamos abiertos a las sorpresas de Dios».
Ha sido la penúltima de sus grandes homilías del periodo de Navidad de este año, que en el Vaticano concluye este domingo con el bautizo de hijos de empleados del Vaticano en la Capilla Sixtina.
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