El foco de la desnutrición infantil en el mundo se desplaza de África hacia el sur de Asia
Unicef alerta de que dos de cada tres niños en el mundo no se alimentan de manera adecuada, sea por carencia o por exceso
La obesidad gana terreno, también en los países pobres, lo que condiciona el desarrollo físico y emocional de los pequeños
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El mapamundi de la mala alimentación infantil está cambiando. Lo hace de lugar, y también de paradigma. En la actualidad y en comparación con veinte años atrás, no se trata tanto de que los niños no tengan suficiente que llevarse a la boca, sino de que lo que comen sea del todo inadecuado. La organización de Naciones Unidas que vela por la infancia, Unicef , publica con motivo del Día Mundial de la Alimentación que se celebra hoy un atlas de la nutrición planetaria en el que llama la atención sobre la aceleración que ha registrado el sobrepeso en estas dos décadas, tanto en países de ingresos medios y bajos, como altos. Unicef destripa, grosso modo, cómo la desnutrición crónica se está frenando (se ha reducido de 198 millones de niños en 2000 a 149 en 2018), a fuerza de implantar medidas higiénico-sanitarias en áreas como Ruanda. En líneas generales, el foco del hambre y la escasez alimentaria se ha ido desplazando de África, donde los índices están estancados (alrededor del 33%), hacia Asia del Sur , donde más del 34% de los menores están desnutridos.
Latinoamérica y el Caribe son regiones que despuntan, para bien, en las políticas implementadas para combatir la carencia de alimentos, de modo que han igualado en un 9% de los niños la tasa que ostentan otras regiones como Europa del Este y Asia Central. Las principales consecuencias de no tener alimentos durante la «ventana decisiva de los primeros 1.000 días de vida del bebé (desde la conepción hasta los 2 años)» tiene consecuencias en el retraso del crecimiento y la talla (llamada desnutrición aguda o emaciación, que afecta a otros 50 millones de pequeños). «Es posible que esos casi 200 millones de niños nunca alcancen ya su pleno potencial físico e intelectual», advierte la ONU. « Si los niños comen mal, viven mal» , deduce Henrietta Fore, directora ejecutiva de Unicef.
Además de la desnutrición, Naciones Unidas distingue otros dos tipos de malnutrición: el «hambre oculta» y el sobrepeso. Unicef aborda como hambre oculta las carencias de vitaminas y minerales esenciales para los niños, con secuelas para ellos como la falta de vitamina A que provoca ceguera infantil en uno de cada tres menores de 5 años. Para Unicef, las masas de hambre oculta se encuentran repartidas «por todo el mundo», explica a ABC Blanca Carazo. La responsable de Programas de Unicef Comité Español continúa: «Cada niño en su vida necesita recibir alimentación variada. De 0 a 6 meses es esencial la lactancia materna y la introducción progresiva de alimentos sólidos a partir de esa edad, basada siempre en frutas, verduras y proteínas de origen vegetal». Sin embargo, el informe subraya que 340 millones de niños, uno de cada dos, están sufriendo estas carencias de nutrientes esenciales como el hierro y que, a pesar de que la lactancia materna salva vidas, menos de la mitad de los bebés (un 42%) son alimentados solo con leche materna. Cerca del 45% de los niños de 6 meses a dos años no toman nunca ninguna fruta o verdura y cerca del 60% no tienen huevos, ni pescado, lácteos o carne que ingerir.
Unicef dice que «es evidente la relación directa del sobrepeso con la pobreza en los hogares»
Y, en tercer lugar, la pandemia de este siglo es la obesidad, como han dejado entrever numerosos informes recientes. Y ésta se ha cebado con los niños. En el contexto del informe de Unicef, el dato no parece tan escandaloso como el resto: 40 millones de niños menores de 5 años están obesos o con exceso de kilos. La cifra se ha duplicado entre 2000 a 2016. Pero la evolución es dramática y los efectos de esta problemática están aún por medir. «El impacto de la obesidad infantil tiene reflejo en su edad adulta», enfatiza Gabriel González Bueno , especialista en Sensibilización y Políticas de Infancia de Unicef Comité Español.
«Nos preocupan mucho estas cifras», añade Javier Martos , director ejecutivo de Unicef en nuestro país. Las consecuencias no son solo para la salud física, y desarrollo cerebral de los niños, sino que el niño obeso también tiene «un peor rendimiento escolar y aumenta las posibilidades de sufrir trastornos de autoestima», dicen ambos. Preponderancia a la diabetes, afecciones cardiovasculares y respiratorias y depresión son problemas añadidos.
En esta evolución ha tenido mucho que ver el cambio de modelo en los sistemas alimentarios del mundo, que ya no tiene en cuenta las necesidades de los más pequeños que son, el futuro del planeta, por otra parte. El progresivo desplazamiento de la población del medio rural a las ciudades, con el abandono progresivo del campo y las granjas, la tendencia a consumir bebidas azucaradas y alimentos procesados ricos en grasas y triunfales en un mundo que come con prisas son la causas de una dieta infantil poco saludable. A este cóctel se le añade, como último ingrediente, el sedentarismo o la falta de ejercicio reinante y la falta de buenos hábitos inculcados de padres que no los tienen a hijos que nunca los tendrán.
Obesidad y pobreza
Para la dirección de Unicef tampoco quedan dudas de que obesidad y pobreza van de la mano. De hecho, el sobrepeso infantil está comiendo espacio en lugares que en el imaginario colectivo siguen desnutridos, como África. La pobreza es el trampolín perfecto para «tirar del alimento más asequible y barato» que esté en la mano y que suele coincidir con ser el que más sacia y menos nutre , alerta González Bueno. La obesidad amenaza el futuro de los niños en EE.UU. (lidera la tabla), así como otros países de ingresos medios y altos, aunque recae en las zonas marginadas de esas naciones . Un ejemplo claro es Reino Unido, donde la prevalencia del sobrepeso es más del doble en las zonas pobres que en las ricas.
En resumen, la foto fija de Unicef es arlarmante: dos de cada tres niños del planeta se alimentan de manera inadecuada. Uno de cada tres niños menores de 5 años está desnutrido o sufre sobrepeso en el mundo.
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