El Año de la Familia del Papa busca redescubrir «la alegría del amor»

Francisco marca un rumbo positivo a la humanidad, el del matrimonio como don

El Papa Francisco en una imagen de archivo Efe
Juan Vicente Boo

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Durante los meses del confinamiento, mientras los templos estaban cerrados, las «Iglesias domésticas» , reunidas en la propia casa, volvieron a florecer como en los primeros tiempos del cristianismo. Al mismo tiempo, la familia se revelaba como una estructura fundamental para mitigar el desastre de la pandemia y sus secuelas.

En su línea de marcar rumbos positivos a la humanidad -como hizo en octubre con la encíclica «Fratelli Tutti»-, el papa Francisco ha convocado un Año de la Familia a partir del próximo 19 de marzo para «redescubrir el valor educativo del núcleo familiar, que debe fundamentarse en el amor que siempre regenera las relaciones abriendo horizontes de esperanza».

Según adelantó él mismo, «este Año especial será una oportunidad para profundizar en los contenidos del documento 'Amoris laetitia' , a través de propuestas e instrumentos pastorales, que se pondrán a disposición de las comunidades y familias eclesiales».

Por eso comienza justo en el quinto aniversario de la firma de esa exhortación apostólica , fruto de los Sínodos de Obispos sobre la Familia celebrados en octubre de 2014 y octubre de 2015, dos asambleas precedidas de una amplia consulta a decenas de miles de fieles en todo el mundo. Ambas contaron con la participación de numerosos matrimonios, cuyas intervenciones en el aula -la primera de cada mañana y de cada tarde-, solían ser las más aplaudidas.

El Año de la Familia será generoso, pues se prolongará hasta junio de 2022 para concluir -en un clima de fiesta- con el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma.

El eje espiritual de esos quince meses es la exhortación apostólica «La alegría del amor», uno de los documentos más hermosos de este pontificado. Su capítulo cuarto es un verdadero canto al amor en el matrimonio, escrito deliberadamente para personas de cualquier religión o no creyentes.

En la reciente fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, Francisco invitó a todos los católicos «a sumarse a las iniciativas que se impulsarán durante el año , y que serán coordinadas por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Encomendamos este camino con familias de todo el mundo a la Sagrada Familia de Nazaret, en particular a San José, esposo y padre solícito».

El departamento de Laicos Familia y Vida ha presentado ya las directrices del proyecto en una página web dedicada: www.amorislaetitia.va  

Aunque ha habido dificultades organizativas, este momento es bueno pues «la experiencia de la pandemia ha puesto de relieve e l papel central de la familia como Iglesia doméstica y la importancia de los lazos comunitarios entre las familias, que hacen de la Iglesia una 'familia de familias'», como indica «La alegría del amor».

Entre los objetivos figuran « anunciar que el matrimonio es un don, y tiene en sí mismo la fuerza transformadora del amor humano», «hacer a las familias protagonistas de la pastoral familiar», especialmente de la preparación al matrimonio, el acompañamiento en los primeros años o en los momentos de crisis.

Naturalmente, se incluye «desarrollar la pastoral de las personas mayores» , junto con la pastoral juvenil, y también «promover en las familias su natural vocación misionera».

Las iniciativas correrán a cargo de parroquias y diócesis, pero también de universidades, movimientos eclesiales y asociaciones familiares.

El objetivo es ayudar a resolver problemas como el desempleo juvenil, que dificulta casarse cuando no se cuenta con dinero para pagar el alquiler y no se sabe dónde se encontrará un trabajo.

Se buscarán respuestas prácticas. El pasado verano, debido a la pandemia, Italia suspendió los campamentos juveniles. Como hubiera sido muy duro dejar los niños solos en casa, el Vaticano organizó campamentos de verano en sus propios Jardines para los hijos de los empleados. Los papás o mamás los dejaban allí a primera hora y los recogían al final de la jornada laboral. Era una solución «familiar», como tantas otras que hacen falta.

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