Coronavirus

«Este es el Waterloo de Nueva York»

Los médicos denuncian la falta de respiradores y especialistas y critican al gobierno de Trump por minimizar al coronavirus

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Hospitla de campaña para pacientes de coronavirus VÍDEO: ATLAS

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«Es el centro del epicentro de la epidemia». Así califica el médico Jorge Mercado su puesto de trabajo. Este pulmonólogo es el supervisor de la UCI del NYU Langone de Brooklyn, en Sunset Park, un barrio a la orilla de la bahía de Nueva York, con mucha población hispana, china, judía e italiana.

Los pasillos atestados de cables y camillas de su UCI son la trinchera de la crisis del coronavirus , en el peor foco del mundo. El estado de Nueva York tiene más de 230.000 casos confirmados de Covid-19 –más que cualquier país del mundo– y ha sufrido más de 12.000 muertes .

En los últimos días, el ritmo de hospitalizaciones ha mejorado y el colapso del sistema hospitalario parece que se ha esquivado, pero la situación, asegura, es «dramática» . En algunos hospitales, no se ha producido todavía el desahogo que empiezan a mostrar las estadísticas. «Seguimos igual de ocupados o peor que antes», reconoce hace unos días a este periódico en medio de su jornada de trabajo.

Como el resto de los hospitales de la ciudad, el suyo está al límite. No se ha llegado al momento temido de que faltaran ventiladores –«hemos tenido esa suerte, cuando estábamos con pocos, nos llegaron 40»–, el equipo necesario para mantener con vida a los pacientes más graves. Pero no todo son los ventiladores. «La UCI está saturada. Hacen falta ventiladores, pero también enfermeras que sepan trabajar en terapia intensiva , y una no puede ocuparse de ocho pacientes de UCI», explica. «Y no se habla mucho de la falta de medicamentos, por ejemplo para tratar el coma inducido».

Como en el resto de hospitales de la ciudad, el de Mercado ha tenido que multiplicar sus unidades de terapia intensiva. «Los hospitales de Nueva York son hospitales de UCI », repite a menudo, en su rueda de prensa diaria, en la que busca compensar los datos con los ánimos, el gobernador del estado, Andrew Cuomo .

El NYU Langone de Brooklyn, hospital privado y ligado a una de las universidades más prestigiosas de Nueva York , es, en cierta manera, un privilegiado. En otros se ha tenido que dividir un ventilador para dos pacientes, las enfermeras han tenido que protegerse con bolsas de basura. Pero falta material de protección en todos lados –«el que diga que no, miente»– y se amontonan los enfermos.

«Esto es incomparable con otras epidemias», asegura el médico, acostumbrado cada año a enfrentarse a las temporadas de gripe o a brotes como el de H1N1. Quizá lo peor es el limitado conocimiento del virus. «Veo a pacientes de todas las edades, muchas veces sin enfermedades previas y, no sabemos por qué, uno se va a casa y otro de la misma edad se va para la UCI», explica antes de añadir que «ninguna de las terapias probadas hasta ahora funciona» en los casos graves de coronavirus , tampoco la hidroxicloriquina que ha defendido a bombo y platillo Donald Trump.

La vida para este doctor en la primera línea de la crisis del coronavirus es la misma que para los miles de colegas, enfermeras, auxiliares o conductores de ambulancia a los que la ciudad aplaude cada día a las siete de la tarde («nosotros no lo escuchamos», reconoce Mercado, «coincide en nuestro cambio de turno»). Jornadas de 12 o 14 horas. Semanas seguidas sin descanso. El ritual cada noche al llegar a casa, desnudarse en la puerta para no contagiar a la familia. Otros médicos duermen en hoteles, o se han armado un habitáculo en un altillo o en el garaje de sus casas. «Las noches son difíciles», admite Mercado. «Me cuesta dormir, tengo pesadillas con pacientes que vienen a mí y no les puedo ayudar porque no funcionan las terapias».

Imposible saber cuánto se alargará la situación. Lo que tiene claro es que dejará cicatrices emocionales en los sanitarios. «Al mismo tiempo, es para lo que nos entrenamos », asegura. «Cada generación ha tenido su Waterloo, su Vietnam, y esta es la nuestra».

El lenguaje bélico abunda estos días. Pero es que lo que se libra en Nueva York dentro de los muros de los hospitales es una guerra. Para reforzar la retaguardia, el ejército de EE.UU. ha montado un hospital de 2.500 camas en un centro de convenciones, el Javits Center, y ha enviado el buque-hospital USNS Comfort a los muelles del río Hudson. Ambos sirven para aliviar a los enfermos de coronavirus que ya no caben en los hospitales convencionales.

Negocios y tráfico

Fuera de los muros de los hospitales, la ciudad aparenta una normalidad tensa. Todos los negocios están cerrados, se ha caído el tráfico, pero la gente pasea y hace ejercicio por los parques (está permitido en la orden de confinamiento a los ciudadanos si se mantiene la distancia y se lleva mascarilla o una prenda que tape la cara) cuando el tiempo lo permite. En Central Park, esas dos realidades se tocan : los neoyorquinos corren o andan en bici al lado de un pequeño hospital de campaña, con unas 18 tiendas hinchables, levantado en una de sus praderas. Es una colaboración entre el hospital Mount Sinai, uno de los más prestigiosos de la ciudad, y la organización evangélica Samaritan’s Purse.

«El ritmo de hospitalizaciones fue muy, muy rápido durante las primeras semanas», respondía hace unos días a la pregunta de este periódico Brendan Carr, jefe de emergencias de Mount Sinai, en una conferencia con medios internacionales. «Pero los hospitales siguen muy llenos», añadía en referencia a hospitales de Queens, el distrito con más casos, y de Brooklyn , donde se concentran muchas residencias de ancianos. «Todavía no hemos salida de esta y no podemos bajar la guardia».

La guardia no estuvo arriba al principio de la crisis. De vuelta en Brooklyn, Mercado critica desde la UCI que dirige la falta de previsión de las autoridades. «Tuvimos tres meses para prepararnos para esto y no se hizo », asegura antes de reconocer que ni China dio una visión clara de lo que ocurría al principio del brote de la Covid-19 ni el Gobierno de EE.UU. comprendieron la gravedad de la epidemia: «Minimizaron su importancia y lo estamos pagando». La reacción de la Administración Trump, en su opinión, fue «caótica», con el mejor ejemplo en la incapacidad del estado para que hubiera test suficientes al principio de la crisis. «Fue una respuesta más reactiva que preventiva. Y cuando no está preparado, el virus te gana».

Sonidos de ambulancia

El resultado de esa falta de previsión ha sido devastadora en Nueva York: decenas de miles de muertos, con cientos de nuevos fallecidos todavía cada día, y un parón económico histórico. La ciudad es todavía un campo de batalla en el que la tragedia apenas se concreta en una imagen y un sonido: la de los camiones frigorífico aparcados frente a los hospitales para los cadáveres que no caben en las morgues y el aullido constante de las ambulancias, que quedará en la memoria de los neoyorquinos.

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