España se despide de la mascarilla con prudencia por temor a la variante Delta: «Todavía no nos sentimos cómodos»

Nada más entrar en vigor el fin de esta medida, varias personas lo celebraron al grito de «ya no hay mascarillas» en la madrileña Puerta del Sol

Algunas personas pasean por el centro de Madrid el primer día que su uso deja de ser obligatorio en el exterior Reuters

Miquel Vera , M. L. , Natalia Sequeiro , Laura Bautista , Irene Medina y Stella Benot

España se despide del elemento más simbólico de la pandemia: la mascarilla . Aunque deja de ser obligatoria solo en exteriores y bajo la condición de que se cumpla la distancia de seguridad de un metro y medio, la población ve este gesto como un gran avance hacia la vieja normalidad que tanto se echa de menos.

Sin embargo, esta medida llega en un momento en que la incidencia repunta levemente y en el que la variante Delta , más contagiosa, empieza a esparcirse por todo el territorio español. Por ello en grandes ciudades o en las calles más concurridas todavía reina la prudencia. Nada más entrar en vigor la nueva ley, a las 00.00 horas, en la madrileña Puerta del Sol varias personas celebraron el fin del uso obligatorio del cubrebocas en espacios abiertos al grito de «ya no hay mascarillas» .

Varias personas celebran el fin de la mascarilla en exteriores en la Puerta del Sol de Madrid EFE

La Rambla de Barcelona recuperaba este sábado, poco a poco, su ambiente prepandémico . Sin las mascarillas y con la tímida presencia de los turistas que ya empiezan a llegar a la ciudad, el céntrico bulevar volvía a lucir como en los días previos al estado de alarma.

Al igual que en el resto del país, los transeúntes se dividían en tres grandes grupos : los que iban con la mascarilla puesta, los que ya la habían abandonado en el bolsillo o el codo y los que la seguían portando, pero en el cuello. «La gente va medio, medio; pero son más los que la llevan. La juventud, sobre todo, son los que están más hartos, pero tienen que pensar en los mayores, que aún vacunados nos podemos contagiar», contaba Matilde, floristera de esta céntrica calle.

A quien la nueva norma le multiplicó el trabajo fue a los camareros, vigilantes y comerciantes , obligados a recordar una y otra vez que dentro de los locales o espacios como la Catedral la protección seguía siendo obligatoria.

En la otra punta de la ciudad, en Hospitalet, donde tiene lugar desde mañana el  Mobile World Congress se veía otra imagen: la de los congresistas haciendo cola , casi todos con mascarilla, para hacerse sus test y poder entrar en el evento sin problemas.

La estampa contrastó, a su vez, con el desenfreno vivido la noche anterior en muchas calles, playas y locales nocturnos de Barcelona, donde cientos de jóvenes volvieron a juntarse sin distancia ni mascarilla para festejar el fin de una medida que muchos ya venían esquivando desde hace semanas.

«Por lo menos en las fotos de la boda se nos ve la cara, más lucido todo»

Beatriz Gil y David Simarro llevaban tiempo preparando su boda. La pareja de Cuenca había decidido hacer el Camino Portugués y casarse al llegar a Santiago el 26 de junio . Entonces no sabían que ese sería el día elegido para el fin de la obligatoriedad de llevar mascarillas en los espacios abiertos. «Cuando lo anunciaron dijimos: ¡Madre mía, pues que bien!», comenta la novia, que reconoce que es un alivio poder quitársela pero al mismo tiempo está convencida de que hay que hacerlo con precaución.

Los novios tuvieron que llevarla durante la ceremonia , salvo en el momento en que pronunciaron el «sí quiero». Pero después pasearon por las calles de Santiago ya sin mascarilla. «Por lo menos en las fotos de la boda se te ve la cara, es más lucido todo», indica Beatriz. Por la ciudad se encontraron con una mayoría de gallegos que decidieron seguir usando el elemento de protección, pese a que con 44 casos por cada 100.000 habitantes, la comunidad presenta los mejores datos de incidencia del Covid a 14 días de España.

Acompañados por una decena de familiares directos, los novios apostaron por una celebración pequeña ajustada a los tiempos de coronavirus. A ellos el confinamiento los empujó a ir a vivirse juntos «por lo que pudiera pasar», cuenta Beatriz. Ella no había hecho nunca el Camino de Santiago, pero su marido peregrinó hace unos años hasta Compostela desde Sarria. «Iba pidiendo por todas las iglesias que pasaba tener una novia estable y por eso decidimos casarnos en Santiago para agradecérselo al Apóstol», relata Beatriz.

«Es un rollo ir ahora la quito, ahora la pongo»

Con 44 casos diagnosticados por 100.000 habitantes en los últimos 14 días, Galicia presenta en estos momentos la menor incidencia acumulada de coronavirus. Sin embargo, sus habitantes han optado por la prudencia . Esta mañana en la capital de la Comunidad, Santiago de Compostela, la mayoría seguían llevando la mascarilla. «Quedó el gato escaldado», explica María Cordido, de 72 años. Ella pasó el Covid a mediados del año pasado y teme volver a contagiarse pese a estar ya vacunada. «Eché 14 días ingresada en planta, sola sin poder ver a nadie, lo pasé muy mal», explica. Desde que enfermó no ha vuelto a ser la misma. «Antes iba de un lado para otro y ahora estoy siempre cansada», explica. A su lado, Pilar Mato, de 71 años, también sigue con la mascarilla puesta. «Yo la llevo por si acaso», indica. «Creo que es una buena medida, incluso este año no hubo casos de gripe», reflexiona.

Por las calles de la ciudad, aunque no haya mucha gente, apenas un 10% ha optado por liberarse de la protección facial. La mayoría son jóvenes. Javier Iglesias de 64 años ya ha completado la pauta con Astrazéneca y tras informarse lleva la mascarilla en el bolsillo por si tiene que entrar en algún establecimiento. «Lo que más agradezco es evitar el vaho de las gafas», indica. Tamara y Andrea Grela, hermanas de 25 y 30 años, han decidido seguir usándola. «Estoy ya medio acostumbrada», explica Tamara. «Es un rollo ir ahora la quito, ahora la pongo», dice su hermana. Aseguran que no tienen miedo, pero que en todo caso hay que tener «precaución».

«Ha sido muy pronto»

Victoria es una joven universitaria que ayer, el ‘día de la liberación’ paseaba por la calle San Francisco de Cádiz con su mascarilla FPP2. Aseguraba a ABC que «de momento, no me la voy a quitar a no ser que esté en un espacio muy amplio y con seguridad porque no estoy vacunada y me da un poco de miedo tal y como están las cosas entre la gente de nuestra edad». Recuerda la situación que están viviendo muchos estudiantes que han realizado un viaje de fin de curso a Baleares y que ahora están «contagiados y confinados en sus casas» y por ello asegura que ha optado por ser «prudente» hasta que haya más seguridad.

Ramón y Carmen salieron al mercado y a varios comercios de la capital con sus mascarillas, tal y como marcan las normativas sanitarias. Pero, aseguraron, «en cuanto hay una calle que no esté muy transitada y con un espacio amplio nos las quitamos. Han sido muchos meses con ellas y ya estamos cansados». Consideran que la decisión del Gobierno «ha sido tomada muy pronto», por lo que abogan por la prudencia a pesar de estar ambos vacunados con la pauta completa. Rosa y sus dos hijas paseaban mostrando su sonrisa por la calle Ancha. «Nos parece razonable que podamos prescindir de las mascarillas al aire libre ya que, si en los bares nos las podemos quitar, más aún en un espacio abierto». Las jóvenes afirman que «ya es hora de que empiecen a vacunar a los de nuestra edad para estar tranquilos» . Es la misma opinión de dos enfermeras. «Había que empezar por las personas mayores pero los jóvenes tendrían que haber sido también prioridad y no dejarlos para lo último ya que ahora son los más vulnerables».

Libres de mascarilla en la costa

En Canarias la mascarilla ha pasado de ir puesta a ir en el bolsillo, aunque la prudencia ha sido una de las características de los isleños ante este cambio de normativa. El aumento de casos en Tenerife y su paso a nivel 3 ha coincidido con el fin de la obligatoriedad de la mascarilla en exterior. A pesar de que en su mayoría han abandonado la mascarilla en zonas al aire libre, aseguran a ABC que el virus sigue y hay que ser precavidos, ya que esta alta incidencia en Tenerife ha puesto en alerta a los canarios que temen se replique los contagios en otras islas como ha pasado en varias ocasiones en el pasado.

En el Paseo de Las Canteras, en la capital grancanaria, en la primera mañana sin mascarilla hay quienes la llevan y quienes no, aunque quienes la usan han explicado que es porque no conocen el detalle de la norma ya que es un espacio amplio donde está garantizada la distancia interpersonal. En el paseo entre las playas de Puerto Rico y Amadores ya nadie porta la mascarilla, en este entorno costero y turístico ha ganado la «libertad» .

Fuentes de la Policía Nacional han detallado que no se ha dado especial incidencia en la noche del viernes al sábado por este cambio, aunque es la Policía Local de cada uno de los municipios canarios los que más al tanto están de esta medida. Mientras algunas instituciones de islas en menor nivel de alerta, como Fuerteventura, Gran Canaria, La Palma, La Gomera y El Hierro (nivel 1) recuerdan tenerla a mano por si es necesaria, otras como el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife insiste en que es recomendable llevarla, aún estando en exteriores.

«Más vale prevenir que curar»

En algunos puntos de Valencia la mascarilla se ha abandonado casi por completo , como en el caso de la playa, donde la mayoría de las personas han dejado de llevarla. Sin embargo, gran parte de la ciudadanía valenciana ha mantenido este sábado las mascarillas en sus paseos por la calle pese a la flexibilización de su uso al aire libre. Los motivos de prudencia y protección son los que argumentan algunos valencianos, que continuarán llevando esta prenda de protección y que son mayoría respecto a los que ya no la llevan.

Es el caso de Julia, que continúa portando la mascarilla para proteger a sus padres y suegros. «Ahora todavía no nos sentimos cómodos », admite, aunque apunta que la población necesitaba «un poco de margen en ciertos comportamientos». «Hay que saber comportarse, pero estamos en un momento en que verdaderamente lo necesitábamos», subraya.

En la misma línea se expresa Azucena, una joven que seguirá llevando esta prenda de protección pese a estar vacunada del coronavirus. «Soy un poco paranoica», admite mientras ríe. Por su parte, José Álvaro, un hombre mayor, indica que ya se ha acostumbrado a la mascarilla, por lo que seguirá poniéndosela. «Más vale prevenir que curar», sostiene, aunque añade que ya era el momento de flexibilizar la normativa.

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