España se arma para evitar incendios de sexta generación

Más agresivos y hasta doce veces más rápidos, la virulencia del fuego puede generar tormentas de llamas

Los incendios han ido aumentando de intensidad ABC

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Los incendios forestales hoy son más rápidos, más intensos y con muchos más focos. La gran cantidad de biomasa y el aumento progresivo de las temperaturas, la olas de calor y las sequías los favorece. Algunos, incluso, tienen la fuerza para generar tormentas de fuego, modificar las condiciones meteorológicas, cambiar los vientos y multiplicar su expansión. Son los incendios de «sexta generación». Apenas hay ejemplos: California en 2018 , Chile en 2017 o, el más cercano geográficamente, Portugal en 2017. Pero la posibilidad de que se produzcan en España es real. «El riesgo existe, estamos en la trayectoria», dicen los expertos.

Por ahora el país se mueve entre los incendios de tercera y quinta generación. La primera data de los años setenta, cuando el paisaje de mosaico (que actuaba como cortafuegos) empieza a perderse por el éxodo rural . Los de segunda ganan velocidad por el aumento de la biomasa, que se sigue acumulando hasta dar lugar a los de tercera generación, más intensos y frecuentes. Con la cuarta, las llamas consiguen avanzar hasta los núcleos urbanos y se convierten en un problema de protección civil. Los megafuegos llegan con la quinta generación. En estos se multiplican exponencialmente los focos, como en la oleada de 2006 en Galicia, que registró hasta 8.000 distintos.

Pero la sexta generación es aún más agresiva, tiene sus propias dinámicas de propagación. El fuego supera una velocidad de 4.000 hectáreas por hora, entre seis y doce veces la velocidad de un incendio normal.

Investigación

En España son ya muchos los grupos que trabajan para investigar las nuevas dinámicas del fuego. «Estamos preparados para entender los incendios de sexta generación, para ceder terreno y atacar cuando se vaya a debilitar», explica Marc Castellnou, profesor asociado de la Universidad de Lérida y patrono de la Fundación Pau Costa. Porque con los grandes incendios no se trata de la cantidad de recursos. «Hay que saber reconocer cuándo no se puede atacar y guardar los esfuerzos para cuando sí se pueda», explica el también inspector de bomberos de la Generalitat de Cataluña. No hay nada que hacer cuando el equipo de extinción tiene una capacidad técnica para avanzar entre uno y dos kilómetros por hora si el fuego avanza a diez y aunque el criterio de oportunidad no es nada nuevo en ámbitos como el militar o los negocios, sí lo en la lucha contra incendios, reconoce Castellnou.

«No se puede decir que este año vayamos a tener un incendio de sexta generación, pero está claro que los incendios han ido aumentando en intensidad », dice el experto. El año pasado en Lluxent (Valencia), la virulencia del fuego llegó a provocar la formación de un pirocúmulo, una enorme nube de tormenta, propia de esta tipología. «Es un proceso complejo, pero los incendios de sexta generación tienen la capacidad de liberar energía para alterar la estructura vertical de la troposfera, generan nubes convectivas que luego generan vientos erráticos, cambios de velocidades...». El resultado es un efecto multiplicador y cientos de nuevos focos secundarios.

Son años de acumulación de combustible. «Además, los efectos del cambio climático, con mayores temperaturas y menores precipitaciones en nuestro entorno, hace que los fuegos sean más virulentos, más agresivos», dice Estanislao de Luis Calabuig , catedrático de Ecología en la Universidad de León.

El verano va a comenzar con un saldo desfavorable . Solo en los cinco primeros meses de este año se han calcinado un 30% más de terreno que el promedio de la última década y las casi 35.000 hectáreas registradas a 31 de mayo, según datos del Ministerio de Agricultura, sitúan este año como el cuarto peor desde 2009.

Detectar puntos calientes

Pero el mayor riesgo sigue concentrándose en verano, cuando las condiciones de humedad y temperatura juegan un papel fundamental. La previsión estacional augura ya un verano más cálido de lo normal, sobre todo en el interior peninsular, donde las temperaturas podrían estar hasta 2 grados por encima de la media, según eltiempo.es . Los modelos apuntan a que en Galicia y Cantábrico, Castilla y León, Extremadura, Madrid y Castilla La Mancha norte, las lluvias también podrían estar por debajo de la media.

«La media de incendios de los últimos años está en unos 14.000 siniestros, pero el 60% se quedan solo como conatos. Esto significa que el dispositivo es muy eficaz», cuenta el ingeniero forestal José Ramón González Pan .

«Hoy hay más medidas para detectar los incendios y atajarlos», corrobora Estanislao de Luis, quien también lidera un equipo de investigación sobre ecología del fuego en la universidad. «Antes era complicado ver por dónde avanzaban los incendios y ahora gracias a los drones es mucho más fácil. También conocemos la biomasa que hay en cada lugar, la temperatura, la humedad o las condiciones meteorológicas en tiempo real…», explica. Este año, el plan anual de prevención y lucha contra incendios forestales aprobado en el último Consejo de Ministros cuenta con cuatro vehículos no tripulados, además de otras 69 aeronaves o 10 Brigadas de Refuerzo contra Incendios Forestales (BRIF), entre otros medios.

Además, Galicia será la primera comunidad que incorpore una nueva herramienta técnica para detectar « puntos calientes» susceptibles de incendio, según anunció el pasado miércoles el director general de Protección Civil y Emergencias, Alberto Herrera. Servirá para averiguar dónde comenzará el fuego antes incluso de que se produzca. Lo hará gracias a información satelital, mediante «plataformas espaciales y de órbita polar », dicen fuentes de Protección Civil, una de ellas capaz de generar imágenes cada 15 minutos. Este sistema también permite realizar simulaciones de la posible evolución del incendio y la intención del Gobierno es ir implantando el sistema en todas las comunidades autónomas .

También la Unión Europea es un gran apoyo en la actualización de los medios de lucha contra el fuego a través del programa de observación de la Tierra Copérnico . Porque el problema de los incendios desbocados ya no es solo propio de climas mediterráneos. El verano pasado, con buena parte de Europa acuciada por una intensa sequía, fue prueba de ello. Países poco acostumbrados a lidiar con grandes incendios tomaron medidas extremas , como fue el caso de Suecia, donde la fuerza aérea del país llegó a bombardear la zona afectada para intentar apagar el «fuego con fuego». «Eso fue pura desesperación . En España se hizo en los años 80 y se descartó», dice Castellnou.

Un futuro con más riesgo

En España no ha quedado más remedio que trabajar en ello. «Desde mediados de los 90 hemos tenido gran éxito en la combinación de medios para lucha contra incendios», dice González Pan. Sin embargo, sigue siendo necesaria más prevención y concienciación , insiste, porque «el 95% de los incendios los provocamos nosotros».

Los tres expertos consultados coinciden en que el país por fin está empezando a invertir en gestión forestal. «Estamos abandonando la soberbia del "yo tengo recursos". Hay que planificar, socializar el riesgo, hacer partícipe a la sociedad… El objetivo ya no es eliminar los incendios, porque la batalla de eliminarlos la hemos perdido», opina Castellnou. «Tendremos que convivir con los de baja y media intensidad».

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