Un enfermero español, «cobaya humana» para la vacuna del Covid-19

Joan Pons Laplana es voluntario en los ensayos clínicos de la vacuna que desarrolla la Universidad de Oxford

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Joan Pons Laplana trabaja en Sheffield Teaching Hospital/ Cada día más cerca de la vacuna ABC/ ATLAS
Ivannia Salazar

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«La única forma de acabar con este mal sueño es con una vacuna, y la de Oxford tiene muchos números para ser la definitiva». Así lo cree el enfermero español Joan Pons Laplana, que a partir de la próxima semana participará como voluntario en la siguiente fase de los ensayos clínicos de la vacuna contra el coronavirus que está desarrollando la Universidad de Oxford.

Los primeros ensayos de la llamada ChAdOx1 nCoV-19 empezaron en abril. Durante esta nueva fase será probada en 10.260 personas sanas a partir de 5 años, y según los investigadores, están priorizando el reclutamiento de quienes tienen una mayor exposición al virus, como el personal sanitario, «en un esfuerzo por tener los datos de su eficacia tan rápido como sea posible». Fue así como la invitación a participar le llegó a Pons. «Me enviaron un email preguntándome si quería formar parte de las pruebas y dije que sí», explica, y afirma que no le da miedo porque hasta el momento los ensayos van bien y que «el riesgo de sufrir algún problema es bajo». Aún así, me da «un poco de respeto», asegura, pero «siento que como ciudadano y como enfermero tenía que poner mi granito de arena para ponerle fin a esto».

Además, algunos estudios señalan que el virus podría atacar de forma distinta a personas de diferentes orígenes étnicos «y el hecho de ser español es positivo, porque entre más variedad haya en los voluntarios, será más evidente si hay diferencias» , dice el enfermero, y añade que «sería maravilloso que hubiera una vacuna universal», porque es la única manera de que «volvamos a tener una vida normal».

«Me da un poco de respeto pero siento que como ciudadano y como enfermero tenía que poner mi granito de arena»

Pons, de 45 años, lleva veinte viviendo en Reino Unido. Forma parte del equipo de dirección de enfermería de los Sheffield Teaching Hospitals, pero desde marzo, cuando estalló la emergencia del coronavirus, «volví a la primera línea a trabajar como enfermero en la unidad de cuidados intensivos», sin lugar a dudas el sitio más duro desde el cual vivir los estragos del virus. «Otro año como este sería mentalmente insoportable», asevera, tanto para los profesionales sanitarios como para la población, confinada desde el pasado 23 de marzo.

«El virus se transmite como el fuego»

Su experiencia con los pacientes ha influido mucho en su decisión de participar como cobaya. «Trabajar en cuidados intensivos es muy duro, física y mentalmente», explica, ya que supone estar «en turnos de 12 horas, con todo el equipo de protección, el calor y con personas cuya vida depende de tus acciones». A eso se suma «el miedo a contagiarte o contagiar a tu familia, me atemoriza no saber si voy a transmitirle el virus a mis hijos» y el dolor de ver sufrir a los demás: «Hay mucha soledad en todo esto, la gente se ha muerto sola. Yo me he convertido en su hermano, en su marido o en su hijo», dice, y se emociona al reconocer que «he sufrido sobre todo la impotencia, he vivido como mía una parte de la vida de los pacientes, psicológicamente eso es muy duro» y además «hay 300 compañeros que han muerto y muchos infectados y te preguntas ¿seré yo el siguiente?». Y aquí aprovecha para reivindicar el valor de su profesión: «Hay una visión anticuada de la enfermería, pero somos una parte muy importante de todo un equipo médico y los únicos profesionales que nunca dejamos al paciente solo».

Durante la conversación con ABC, Joan Pons pasa de la tristeza a la indignación, porque si la gente supiera lo que está pasando en los hospitales, no saldría de casa a llenar terrazas y calles. «Me enfado cuando la gente es muy egoísta y no se toma en serio esto, cuando no respeta la distancia de seguridad…», dice, «porque esto se trata de proteger a toda la sociedad, este virus se transmite como el fuego, muy rápido, y si nos descuidamos puede haber otra ola que haga que lo que hemos hecho todas esta semanas no sirva para nada». Por eso «necesitamos tener la vacuna lo antes posible, nuestra vida está en pausa y esto no se puede repetir cada año. Es un horror». Además, carga contra el gobierno: «Tardaron mucho en decretar el confinamiento, ese es uno de los motivos de que Reino Unido tenga una mortalidad tan alta, y ahora quieren abrir demasiado pronto, pero la gente tiene que saber que el riesgo sigue ahí, tiene que saber dónde estamos en este momento».

Y aunque advierte que «no soy experto en vacunas», lo que ha vivido en carne propia es suficiente para que considere que la vacuna «debería ser obligatoria, como las que ya lo son en el calendario infantil». Eso, en caso de que se llegue finalmente a desarrollar una que sea eficaz y segura, para lo cual es indispensable su trabajo, y el de muchas personas más, como voluntario.

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