La edición genética despega en el tratamiento de anemias graves

Los primeros pacientes «curados» aceleran la llegada de la técnica a los hospitales

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Solo ha pasado un año desde que un grupo de investigadores chinos decidiera saltarse todas las líneas rojas de la cautela científica para crear los primeros bebés modificados genéticamente. Utilizaron una técnica de edición de genes que aún no estaba preparada para utilizarse más allá del laboratorio conocida como CRISPR/Cas9 (léase crísper). Aquella osadía se calificó de «locura» y conmocionó a la comunidad científica por saltarse décadas de consenso ético. Pero tras este salto al vacío, otros grupos de investigación siguieron trabajando de forma responsable con esta potente herramienta, que permite cortar y pegar genes a voluntad y cambiar el destino escrito en el ADN para enfermedades tan difíciles de tratar como el cáncer, el sida o miles de enfermedades genéticas.

En lugar de introducir directamente a un organismo esta herramienta, empezaron a trabajar fuera del oganismo humano para controlar los riesgos. Esto es lo que se llama técnica genética «ex vivo»: se extraen células del paciente, se modifican en el laboratorio y una vez corregidas se vuelven a inyectar en el paciente.

Empieza la revolución

Los primeros frutos de ese trabajo ya se empiezan a ver y 2020 podría ser el año en el que la edición genética acelere su llegada a los hospitales. Probablemente, la revolución empezará en las consultas de Hematología donde ya se han tenido buenos resultados con los primeros pacientes de talasemia y anemia falciforme, dos enfermedades hereditarias de la sangre. El primer ensayo clínico realizado sugiere que modificando su genoma se puede cambiar por completo el pronóstico de los enfermos. De momento, son solo dos casos, pero los resultados son tan esperanzadores que ya se puede hablar tímidamente de las primeros éxitos de la tecnología.

Medio año sin síntomas

Los casos que han trascendido, uno de Estados Unidos y otro de Alemania, llevan entre cinco y nueve meses sin síntomas tras el tratamiento. Padecen (o padecían) betatalasemia y anemia falciforme, dos formas de anemia provocadas por un problema con la hemoglobina que reduce la presencia de glóbulos rojos e impide el correcto transporte de oxígeno a los tejidos. En el caso de la anemia falciforme, los glóbulos rojos que deben ser circulares adoptan una forma de media luna y se convierten en pegajosos y rígidos. Tapan los vasos sanguíneos y dañan los órganos.

Quienes lo sufren se ven obligados a someterse a entre 15 y 30 transfusiones al año y soportan crisis de dolor repentinas y muy severas. La vida no es fácil para quien nace con esta patología genética. Al menos, en estos pacientes, CRISPR ha eliminado casi por completo los síntomas.

Más allá de las transfusiones, el único tratamiento eficaz pasa en estos casos por someterse a un trasplante de médula ósea de donante. El tratamiento experimental consistió en extraer células de la médula ósea de los pacientes para desactivar con edición genética un gen que detiene la producción de hemoglobina fetal, razón por la que está inactiva en adultos. Después se «reseteó» el sistema inmune con quimioterapia para aniquilar el resto de células de la médula ósea enfermas y se introdujeron las corregidas por CRISPR. La duda que aún no se ha podido despejar es si las nuevas células pueden sobrevivir durante el resto de la vida. Esto es, si la cura es permanente o el efecto es solo temporal.

La tecnología CRISPR ha corregido dos formas muy graves de la sangre: betatalasemia y anemia falciforme

Lluis Montoliu, experto en edición genética del Centro Nacional de Biotecnología (CNB), considera los resultados «una magnífica noticia», aunque mantiene la cautela lógica. «Deberemos esperar a tener datos a más largo plazo de estos y de otros pacientes para confirmar la seguridad y eficacia de CRISPR», aconseja.

En su opinión, la aplicación universal y sistemática de estas estrategias en la clínica aún tardará «pero puede que la transición sea más corta de lo que pensábamos. 2020 será el año de las terapias CRISPR. Basta con echar una ojeada a la base mundial de ensayos clínicos. Hay ya una veintena de ellos y en los próximos meses aumentarán exponencialemente. Si los resultados son positivos, el paso siguiente será convertirlos en tratamientos. Estamos en una auténtica revolución de la que realmente se habla poco», asegura Montoliu.

Cáncer, ceguera...

La tecnología CRISPR abre la puerta a la corrección de unas 6.000 enfermedades hereditarias causadas por la alteración de un solo gen. Y también será el aliado perfecto de la inmunoterapia porque permitirá inactivar genes que mantienen frenado nuestro sistema inmune para luchar contra las células cancerosas.

La utilización responsable de la tecnología CRISPR, tras el shock de los bebés de China, ha llevado a autorizar ensayos clínicos «ex vivo» hasta que se controle mejor la técnica. Es decir, es necesario extraer las células del paciente, modificarlas y, una vez que se ha comprobado que se ha hecho correctamente, se vuelven a insertar. «Esta medida de precaución limita el campo de actuación a enfermedades de tejidos que se pueden trabajar fuera del organismo humano, como la piel o la sangre. Pero no podemos hacerlo con las neuronas o el músculo, por ejemplo», señala el investigador del CNB.

La primera enfermedad en la que se ensayará directamente CRISPR «in vivo» es una forma de ceguera congénita, la amaurosis de Leber. Esta enfermedad se caracterizada por un grave déficit visual en los niños desde los primeros meses de vida . El ensayo autorizado depositará las herramientas de edición genética directamente en el ojo, con una inyección intraocular. En este caso no será tan arriesgado porque el ojo es una estructura más estanca.

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