Los ecosistemas modificados por el hombre aumentan el riesgo de nuevas pandemias
Un nuevo estudio apunta a que los paisajes alterados favorecen a la fauna capaz de transmitir más enfermedades a los humanos
Entre los inquietantes peligros a los que se enfrentaban los exploradores de selvas vírgenes y extensas sabanas siempre estuvo el de las enfermedades transmitidas por una fauna temible y salvaje. Y aunque ese riesgo existía, cada vez más estudios apuntan a que más peligro corren en este punto quienes transitan ciudades y explotaciones agrícolas y ganaderas . El motivo radica, según una investigación publicada este miércoles en «Nature», en que los animales con mayor capacidad para transmitir enfermedades a los seres humanos son, precisamente, los que se adaptan a estos entornos transformados: ratas, murciélagos y pequeñas aves como estorninos y alondras.
En un mundo que necesita alimentar y albergar a una población creciente también ha sido necesario expandir cultivos, instalar explotaciones ganaderas y, en términos generales, transformar el territorio. Una adaptación que tiene un efecto secundario: la fauna que convive en los ecosistemas modificados por el hombre tiene más huéspedes de enfermedades que pueden transmitirse a humanos en comparación con la que habita en los hábitats inalterados, según concluye el estudio dirigido por el Centro de Investigación en Biodiversidad y Medio Ambiente del University College de Londres (UCL).
Para llegar a esta conclusión, el quipo analizó casi 7.000 especies, de las que 376 son conocidas por compartir patógenos que afectan a los hombres. «Nuestros hallazgos muestran que los animales que permanecen en entornos más dominados por los humanos son los que tienen más probabilidades de transmitir enfermedades infecciosas que pueden enfermar a las personas», dice Rory Gibb, investigadora de UCL y primera autora del estudio.
Este tipo de animales, con vidas cortas y oportunistas, no solo tienen más probabilidades de hospedar patógenos, sino también de albergar una mayor variedad de ellos. También han ido aumentando sus poblaciones, mientras que las especies con menos riesgo de protagar enfermedades a los hombres coinciden con aquellas que se encuentran amenazas por la extinción, como los grandes rinocerontes.
Cada vez más estudios sugieren que las pandemias de origen zoonotico se están acelerando. El Ébola, el VIH-SIDA, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS) o el Covid-19 son solo algunos de los ejemplos más recientes. Y hace ya más de una década, un macroestudio en «Nature» ya apuntaba que «no es una coincidencia que el aumento de las enfermedades transmitidas por la vida silvestre haya ocurrido junto con la creciente invasión humana en la naturaleza y un clima que cambia rápidamente».
Por ello, y con los nuevos resultados en la mano, los autores llaman la atención sobre la necesidad de administrar paisajes agrícolas para proteger la salud de la población local y al mismo tiempo garantizar su seguridad alimentaria. «Como se predice que las tierras agrícolas y urbanas continuarán expandiéndose en las próximas décadas, deberíamos fortalecer la vigilancia de enfermedades y la provisión de atención médica en aquellas áreas que sufren muchas perturbaciones de la tierra, ya que es cada vez más probable que tengan animales que podría albergar patógenos nocivos», dice Kate Jones, investigadora del UCL y autora del informe.
Los análisis sugieren que la restauración del hábitat degradado y la protección de áreas naturales no perturbadas beneficiarían tanto la salud pública como el medio ambiente. Y, en el futuro, la vigilancia de patógenos zoonóticos conocidos y potenciales probablemente será más fructífera si se enfoca en paisajes dominados por humanos.