Para protegerse del coronavirus, muchos en Wuhan no solo llevan máscaras, sino también chubasqueros y guantes de látex.
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Los accesos a edificios y algunas calles siguen estando restringidos a sus residentes, que deben tener un código QR de salud y a quienes se les toma la temperatura al entrar.
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Junto a los controles de seguridad, también se vigila la temperatura de los viajeros en las estaciones de tren de Wuhan, como esta de Hankou.
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Protegidos con trajes especiales y viseras, los sanitarios atienden a los pacientes en el Hospital Número 7 de Wuhan, donde se hacen pruebas del coronavirus.
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Una madre y su hijo se protegen con un mono especial y gafas para tomar un avión en el reabierto aeropuerto de Wuhan.
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Algunas tiendas y puestos de comida de Wuhan están separados de los clientes por vallas para guardar el distanciamiento social.
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Para acceder a oficinas, zonas comerciales y transportes públicos, hace falta un código QR verde en el móvil con una aplicación que registra el historial clínico, los movimientos y los contactos, acreditando así que la persona está sana.
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Con capuchas, máscaras, gafas y guantes, la protección contra el coronavirus está dejando estampas propias de un invierno nuclear.
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Aunque es difícil en el país más poblado del mundo, los pasajeros del metro de Wuhan intentan guardar el distanciamiento social con un asiento libre entre uno y otro.
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Vigilantes con monos blancos de protección controlan la temperatura en la entrada a un centro comercial de Wuhan.
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Ataviadas con ropas de estilo tradicional «Hanfu», un grupo de chicas se cubre el rostro con mascarillas, que son obligatorias en China para que no se propague la epidemia.