El discurso de odio

Las causas del incremento de la violencia en los mensajes contra las religiones sigue siendo una incógnita

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Una vez le preguntaron al escritor George Steiner cómo calificaría nuestro tiempo. Contestó sin dudar: «Yo describiría nuestra época actual como la era de la irreverencia». Esta semana se ha celebrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza un seminario sobre libertad de expresión y prevención del discurso de odio . Organizado por la catedrática Zoila Combalía, se analizaron en profundidad las manifestaciones de odio religioso a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Los escasos informes con los que contamos apuntan a que en España, en los últimos años, se han contabilizado menos ataques a la libertad religiosa pero han sido más violentos.

No hace mucho, el obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, dijo que «si la blasfemia es libertad de expresión, entonces la corrupción es economía de mercado». Las causas del incremento de la violencia en los mensajes contra las religiones sigue siendo una incógnita. Las nuevas generaciones, educadas en el marco de la tolerante secularización, parecen volverse cada vez más agresivas contra el hecho religioso en general, y en particular contra la Iglesia católica, el Islam y el Judaísmo. Incluso la confesión Bahai está sufriendo serias amenazas.

Hay que volver la mirada a la educación y a la política. Para respetar la religión, hay que conocerla, a ser posible, sin caricaturas. No son pocos los jóvenes que manifiestan un supino desconocimiento de las religiones y no solo de las de menor arraigo. La presencia del hecho religioso es cada vez menor en los medios y en las ocasiones en que aparece está ligado a sus patologías. Hay quien fió la digestión del pluralismo religioso a la ética cívica y a la secularización, que iba a permitir una más adecuada comprensión de la religión. Pero ese proceso se ha quedado a medio camino. Y respecto a la política, ahí están quienes propugnan un laicismo modoso que acaba siendo excluyente y agresivo. No olvidemos que A. Glucksmann escribió que más que el odio en sí, es la resistencia al odio la que ha sido el gran motor de la historia.

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