José Francisco Serrano Oceja
Los detractores del Papa
Es evidente que el cardenal Müller perdió la confianza del Papa para seguir en su cargo de prefecto
De entre los muchos ejemplos que nos da el Papa Francisco destacaría su forma de gestionar los halagos de sus aduladores y las invectivas de sus detractores . En una entrevista al canal SAT2000 dijo que tiene «alergia a los aduladores. Alergia. Me ocurre de una manera natural, no es una virtud. Porque adular a otro es usar a una persona para su uso, de forma oculta o visible». El pasado 16 de enero, con los jesuitas chilenos, el Papa habló de quienes se resisten a sus propuestas, porque implican un cambio , y quienes lo hacen porque «creen que poseen la verdad y te acusan de hereje».
Al fin se ha publicado en España un libro que ha levantado no poca polémica en los últimos tiempos. Se trata de «El Papa, misión y cometido», del que fuera prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, cardenal Gerhard L. Müller, editado por la BAC, de la Conferencia Episcopal Española. Hay quien dijo que este libro estaba escrito para decirle al Papa cómo debía hacer su trabajo. Es evidente que el cardenal Müller perdió la confianza del Papa para seguir en su cargo de prefecto. De esta lectura no se deduce que el cardenal Müller sea el cabecilla intelectual de los resistentes. Su texto es una oportunidad para profundizar en la naturaleza y misión del Papa, asentar los aspectos de continuidad entre Francisco y sus predecesores, y apreciar lo específico del contenido y de las formas del actual pontífice. Esta semana uno de los jesuitas del entorno del Papa, el P. Antonio Spadaro, ha dicho en Madrid que quienes se oponen el Papa lo hacen «al espíritu del Concilio». El cardenal Müller demuestra con este volumen estar en plena sintonía con el Concilio.
Convendría recordar, por último, lo que escribiera el dominico español Melchor Cano (1509-1560): «Pedro no necesita nuestras mentiras y adulaciones. Precisamente quienes defienden ciega y acríticamente toda decisión del Papa son los que más contribuyen a minar la autoridad de la Santa Sede. No refuerzan sus cimientos, sino que los destruyen». Antes, con Juan Pablo y Benedicto, y ahora con Francisco.