El cura-piloto que bendice a los pueblos italianos afectados por el coronavirus desde su avioneta

Un párroco de la provincia de Parma vuela los domingos para bendecir los pueblos aislados después de que las misas tuvieran que ser suspendidas por la epidemia

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El sacerdote Gianni Regolani, de 79 años, conocido como el «cura-piloto» ABC

Ángel Gómez Fuentes

Los feligreses de la «zona roja» del virus no pueden ni asistir a misa en sus iglesias y darse la paz, a consecuencia de las severas medidas para combatir al coronavirus. Pero a las 50.000 personas que viven en 10 pueblos del área del «lodigiano» (Lombardía), a los que no se permite la entrada ni la salida –corren riesgo de una sanción penal con tres meses de cárcel y una multa- la bendición les ha llegado del cielo, gracias al sacerdote Gianni Regolani, de 79 años, conocido como el «cura-piloto» , visto hoy por los italianos como un pequeño héroe porque ha superado por el aire todos los controles de la «zona roja» para bendecir a los municipios que están en el epicentro de la epidemia .

En conversación telefónica con ABC, don Gianni Regolani, párroco de Ziebello, municipio de 2.000 almas en la provincia de Parma (Emilia-Romaña), cuenta su pequeña aventura realizada a bordo de su ultraligero, una avioneta modelo SOVA. «Estamos todos preocupados por el virus, pero me ha llegado al corazón la situación que viven las personas de la 'zona roja'. Yo me pregunté: ¿Qué puedo hacer por ellos? Lo único que tenía en mi mano era bendecirles y mostrarles mi solidaridad. Pero quise ver sus casas, sus calles vacías y sentirme al lado de esa gente».

«Tristeza sobrevolando la zona roja»

Sin pensárselo dos veces, don Gianni le comunicó por teléfono al párroco de Castiglione d’Adda, foco del virus, la hora exacta en que estaría sobrevolando la zona roja para bendecir a sus parroquianos, porque «es bello que la gente mantenga la esperanza y alce sus ojos al cielo». Don Gianni se dirigió en coche hasta Busseto, a 11 kilómetros de su parroquia, donde tiene aparcada su avioneta. Diez minutos después del despegue estaba ya en la «zona roja», a primera hora de la tarde del domingo. Hasta cuatro vueltas dio por el municipio de Castillo d’Adda, sobrevolando la zona del foco del virus. «He sentido gran tristeza al ver esos pueblos vacíos, reflexionando sobre sus preocupaciones y angustias por el aislamiento que están viviendo», confiesa don Gianni.

Cuando obtuvo la licencia para poder volar, su madre, Gelsomina, fallecida a los 97 años, le recomendó «prudencia, evitar el peligro y volar despacio». En recuerdo de su madre, don Gianni construyó junto a la pista de despegue una capillita en la que hay «gelsomino (jazmín); así, cuando paso al lado al despegar me recuerdo siempre de sus palabras».

La edad no está en el carnet

Después de un rato de charla, don Gianni Regolani nos confiesa que podemos hablar en español, porque «es un idioma que me gusta mucho; lo aprendí en Venezuela, donde estuve cinco años de misionero en la década de los 70». Y en español se explaya en confidencias: «No siento mis 79 años; la edad no está en el carnet de identidad. Yo estoy en plena forma, haciendo aún deporte y esquiando». De su avioneta y pasión por el vuelo se entretiene en darnos datos y características del aparato: «No es solo mía. La compramos cuatro amigos de segunda mano, por 40.000 euros. Es muy rápida: Vuela a 230 kilómetros por hora. Siempre que estoy en el aire tengo presente el lema de mi instructor, que luego utilizó como epitafio en su tumba: “Quien desciende del cielo desea retornar”». Don Gianni se despide asegurando que el próximo domingo volverá a bendecir la «zona roja» desde el cielo.

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