Coronavirus

Radiografía de los supermercados españoles: de la histeria a la calma en una semana

Después de vivir sus días más complicados, los trabajadores de estos establecimientos tratan de volver a la normalidad entre estrictas medidas de seguridad para evitar contagios por coronavirus

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Miembros de la UME realizan trabajos de desinfección en la puerta de un supermercado por el coronavirus EFE / VIDEO: Las grandes cadenas de supermercados adaptan normas y horarios para facilitar las cosas a las personas mayores - AT
Carlos Tristán González

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Faltan unos minutos para que se abran las puertas de este supermercado y comience la jornada laboral, y sus empleados, congregados por los distintos pasillos, bailan al ritmo del que se ha convertido en uno de los himnos de la cuarentena: el «Resistiré», del Dúo Dinámico. Lo hacen con guantes y mascarillas, a sabiendas de que lo que tienen por delante es mucho, mucho trabajo. Las imágenes se han difundido por las redes sociales y forman parte de uno de los tantos vídeos que en estos días de excepcionalidad son capaces de sacar una sonrisa.

La labor de todos ellos es hacer que algo tan rutinario como hacer la compra no sea un problema para quienes van camino de llevar una semana confinados en sus casas. Y es que, debido a la crisis sanitaria por el coronavirus , acudir al supermercado se ha convertido en una excusa para salir a la calle, lo que no quita que haya algunos que llenen sus despensas con el temor a contagiarse. Esta situación ha provocado que los trabajadores tengan ahora más responsabilidades: deben reponer más productos, hacer cumplir las medidas de seguridad y adaptarse, en definitiva, a esta nueva realidad. La presión también ha aumentado.

«Esta semana la cosa está mejor, pero la anterior fue una locura. La gente ya empieza a comprar lo que necesita y está más concienciada», confiesa José , encargado de un supermercado de la capital española. Desde que se decretó el estado de alarma, sus empleados siguen un estricto protocolo que trata de minimizar el riesgo de propagación del coronavirus. «Hemos tenido que echar muchas horas y no está siendo fácil. Hay algunos compañeros que lo llevan peor y están más asustados».

De primeras, donde antes entraban varios cientos de personas, ahora solo caben cincuenta. «Hay aforo» , explica. El resto de la clientela espera pacientemente a las puertas del supermercado, con un vigilante que les recuerda que deben mantener la distancia de seguridad. Cuando llega su turno para acceder al local, se les proporcionan unos guantes y una dosis de líquido desinfectante. Una vez dentro, varios carteles les recuerdan las precauciones a tener en cuenta, tales como pagar con tarjeta si fuera posible o evitar comprar como si no hubiera mañana.

La situación en estos establecimientos ha dado un giro en apenas unas semanas. Cuando el Gobierno anunció las primeras restricciones, la avalancha de clientes dejó unas imágenes que podían llevar a engaño y a pensar que habría problemas de abastecimiento : «No los hay. Si la gente compra como lo hacía antes, con responsabilidad, no va a haber ningún problema. Lo que pasa es que la demanda ahora es mayor, por lo que cuesta más reponer y a veces se acaban determinados productos hasta el día siguiente», explica José. Los más buscados, cuenta, son el papel higiénico, la lejía y otros productos de limpieza. Y el gel desinfectante , claro. Este sí escasea: «Por el momento no se espera que llegue más».

«La gente nos da las gracias»

Otro que estos días está trabajando en un supermercado es Pablo , un joven madrileño que dice a este diario que las cosas «se han calmado en esta semana», aunque todavía le cuesta creerse lo que sucedió hace unos días. «El lunes, cuando se cerraron los colegios, se notó el aumento de clientes. Cerrábamos a las 22.oo y eran las 22.30 y seguía habiendo gente en las cajas», recuerda. El martes, «el día fatídico» , como dice, abrieron el supermercado con 200 personas esperando para entrar.

Ahora, esos momentos parecen cosa del pasado. «Hay ratos que apenas hay gente, la cosa está mucha más tranquila», explica. Su rutina, eso sí, ha cambiado estos días: se reúnen en grupos pequeños, extreman la higiene y tratan de concienciar a los clientes: «Algunos intentan llevarse demasiado y les decimos que no es necesario». Lo que cuenta con mayor optimismo son las muestras de agradecimiento que reciben: «La gente nos da las gracias y eso nos da fuerzas porque al fin y al cabo estamos expuestos y no es una situación fácil».

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