Corea del Sur investiga criminalmente a la secta que propagó el coronavirus
Las autoridades denuncian al culto cristiano Shincheonji por sus misas multitudinarias, que han extendido la epidemia
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Esperaban un milagro y, en su lugar, se llevaron una maldición. La mayoría de los 4.000 contagiados por el coronavirus detectados en Corea del Sur pertenecen a una oscura secta cristiana llamada Shincheonji (Nuevo Cielo y Tierra), o Iglesia de Jesús en el Templo del Tabernáculo del Testimonio. Con sus misas multitudinarias, a las que asistió una mujer de 61 años que según el argot médico es una «supercontagiadora», propagaron durante el mes pasado la enfermedad en Daegu, la cuarta ciudad del país con 2,5 millones de habitantes y principal foco de la epidemia.
Por culpa de estas reuniones masivas, el coronavirus, que desde enero solo había registrado 50 infectados, se ha multiplicado exponencialmente en apenas dos semanas hasta convertir a Corea del Sur en el segundo mayor foco tras China. Cuando las autoridades acudieron a Shincheonji para pedirle una lista de sus más de 310.000 fieles, se encontraron con reticencias y trabas que retrasaron las pruebas médicas que ya les han hecho a más de 230.000.
Pero unos 4.000 miembros del grupo aún no han sido encontrados y los ayuntamientos de Seúl y Taegu han denunciado a la secta ante la Fiscalía, que estudia el caso. Además de por entorpecer los esfuerzos para contener la epidemia, los cargos podrían ser incluso por asesinato contra su fundador, Lee Man-hee , de 88 años.
Encumbrado como el «Prometido Pastor», este veterano de la guerra de Corea que antes militó en otros cultos evangélicos asegura ser la reencarnación de Jesucristo y ha prometido llevarse al cielo a 144.000 de sus más fieles seguidores cuando llegue el Día del Juicio Final. Sin necesidad de esperar, Shincheonji ya ha caído en el infierno para la mayoría de los surcoreanos. A las sospechas lanzadas por familias que denunciaban las captación de sus seres queridos se suma ahora su papel en la propagación del coronavirus.
Forzado por la responsabilidad, Lee Man-hee se disculpó ayer públicamente. «Aunque no fue intencionado, mucha gente se ha contagiado», pidió perdón de rodillas ante los periodistas, según informa la agencia Yonhap. «Pusimos todos nuestros esfuerzos pero fuimos incapaces de prevenirlo. Busco el perdón de la gente y del Gobierno» , apeló a las autoridades agradeciéndoles su lucha contra la epidemia.
Pero su rueda de prensa generó aún más críticas porque Lee mostró un reloj con firma de la anterior presidenta, Park Geun-hye, condenada por corrupción. Que Dios le perdone, pero que la justica lo condene.