Las ciudades se blindan pero no logran acabar con los botellones

Tras los macrobotellones del pasado fin de semana, las ayuntamientos han desplegado a las Fuerzas de Seguridad para evitar que se repitan aglomeraciones como las vividas. Pese al refuerzo, los jóvenes logran encontrar la forma de organizar quedadas para beber. ABC se adentra en dos de las principales

Cientos de jóvenes se congregaron la noche del viernes en los alrededores del recinto ferial de Las Rozas ISABEL PERMUY

Elena Calvo y Elena Burés

Tras los macrobotellones del pasado fin de semana, las ciudades han desplegado a sus efectivos para evitar que se repitieran aglomeraciones como las vividas. Pese al refuerzo, los jóvenes logran encontrar la forma de comunicarse y organizar quedadas para beber. ABC se adentra en dos de las principales.

En Las Rozas (Madrid): «Muchos hemos venido a disfrutar, pero otros han venido a hacer daño»

Es la medianoche de un viernes. La cantante Ana Guerra da un concierto por las fiestas de Las Rozas (Madrid). En el exterior del recinto ferial, cientos de jóvenes se congregan para bailar, charlar y beber alcohol . Pero este encuentro cuenta con espectadores: refuerzos de agentes de Policía Local y Guardia Civil que no permiten que se convierta en un macrobotellón como los que se dieron en varias ciudades españolas el pasado fin de semana. Son pocos los que se sientan, preparados para moverse de un lugar a otro en caso de que aparezcan los agentes para desalojarlos , pero el control no impide las aglomeraciones.

«Ha venido gente de todas las zonas de Madrid. De Torrejón, de Leganés, de Getafe... todos sabíamos que hoy habría fiesta aquí», comenta una joven que pasa el rato con sus amigos sin bebida. «Ya nos lo hemos bebido antes porque sabríamos que iba a estar la poli», dice. No tardan mucho en tomar la decisión de marcharse. ¿A seguir el botellón en otro lado? «A casa. Hemos preguntado a ver si la gente se iba a otro sitio, pero lo están controlando todo », comenta uno de sus compañeros de grupo.

Falta todavía un buen rato para que la Policía Local desaloje el recinto a las 4.00 horas, por lo que la música de los altavoces que muchos de los jóvenes llevan sigue sonando fuerte. Los gritos poniendo letra a la música, sin mascarillas, suenan incluso más fuertes, aunque no tanto como las peleas entre algunos de los jóvenes , que solo dejan cuatro empujones y nada reseñable. Hay sin embargo algunos cacheos por parte de los agentes, pues durante la tarde, a plena luz del día, han detenido a un menor que llevaba un cuchillo, aunque afortunadamente no lo ha usado con nadie.

«Hay de todo. Somos muchos los que hemos venido a disfrutar , que queremos pasar un buen rato con nuestros amigos después de haber estado tanto tiempo encerrados en casa. Pero también han venido muchos a hacer daño, como pasó el fin de semana pasado», relata otro grupo de chicas mientras beben «ron cola». Por ese daño se refieren a jóvenes que se pasean por el recinto con ganas de pelea, increpando a otros hasta que logran su objetivo. «También dicen que hay algunos que han venido a robar, pero nosotras no lo hemos visto», cuentan.

Menores de edad

Entre los asistentes, es difícil encontrar a alguien que supere los 20 años, excepto una pareja ya en la cuarentena que pasea a su perro por la zona y que poco tarda en darse la vuelta al cruzarse con los primeros grupos. Es más, es difícil encontrarse con mayores de edad, pues o bien los de 15 y 16 años son más , o bien hacen más ruido. «Nuestros padres se creen que estamos todos en casa de un amigo, pero en realidad es mejor estar aquí, al aire libre», bromea una joven que cursa cuarto de la ESO.

El desconocimiento de los progenitores sobre el paradero de sus hijos es uno de los motivos que les lleva a huir de las cámaras cuando detectan su presencia. «¿Qué está grabando esa? Ni se te ocurra sacarme», se puede escuchar de boca de unos mientras otros son capturados por el objetivo dedicando peinetas . «Somos jóvenes y bebemos lo que queremos», gritan otros, que se desplazan unos metros dejando en el lugar donde estaban los restos de lo que ya se han bebido. Esquivar cristales es otra de las actividades de la noche.

Ni Facebook ni Instagram. Las quedadas se organizan por grupos de WhatsApp, pero también por TikTok, la aplicación de moda entre los adolescentes. «¡Este viernes todo el mundo a Las Rozas. Se lía!» , grita una joven de 15 años al repetir los vídeos que ha visto en la conocida plataforma y que le han llevado a formar parte esta noche del encuentro.

Aun así, los controles cumplen parte de sus objetivos y la noche en Las Rozas termina sin incidentes reseñables. Solo 21 asistencias, una cifra prácticamente insignificante para tratarse de una noche de fiestas, 14 intoxicaciones etílicas y seis heridos leves. Nada parecido a lo ocurrido el fin de semana anterior en la capital.

Agentes de la Guardia Civil cachean a varios jóvenes ISABEL PERMUY

En Barcelona: Grupos de delincuentes se infiltran en los botellones para robar

Sucedió la semana pasada durante las fiestas de la Mercè y volvió a ocurrir la madrugada del sábado. Botellones en los que se infiltran «grupos de delincuentes» con la intención de robar . Lo explican los Mossos d’Esquadra, en base a los datos de quienes protagonizaron altercados en las concentraciones masivas. Y es que de los 70 detenidos entre el 24 y el 26 de septiembre , la mitad acumulan antecedentes por robos violentos, hurtos, daños y atentados contra la autoridad.

Algo parecido a lo que se vio en las fiestas del barrio barcelonés de Sarriá la noche del viernes . La afluencia y el balance de detenidos fue menor que el del fin de semana anterior, en parte, por el fuerte despliegue policial, pero la presencia de agentes no pudo evitar nuevos altercados. Solo en esta zona de la ciudad, ocho personas acabaron detenidas. De nuevo, la Policía catalana apuntó a reyertas provocadas por infiltrados que aprovechan la aglomeración de jóvenes de fiesta para asaltarlos. Si se resisten, actúan con mayor violencia.

Así lo atestiguaron muchos de los participantes en la fiesta callejera . «La mayoría de los que han armado follón no son de la zona», explicaban dos jóvenes cuando los uniformados ya casi habían conseguido dispersar a la turba que, reacia a dar por finalizada la celebración, lanzaba botellazos contra la línea policial. Apuntaban a otros jóvenes de fuera del barrio, que venían a «buscar pelea y robar móviles». Uno de los chicos que se resistió acabó con múltiples heridas en la cara, y fue atendido en el mismo lugar por una ambulancia. Pero no todos los altercados se pueden achacar a «infiltrados».

Un grupo de jóvenes durante el botellón en Sarriá (Barcelona) ADRIÁN QUIROGA

La fiesta mayor comenzó con un concierto y finalizó con un brutal despliegue de Mossos y Guardia Urbana que trataban de desalojar la plaza de la Villa de la capital catalana ante insultos y vidrios volando que impactaban contra ellos.

Para algunos, tal y como sindicatos policiales llevan advirtiendo meses, los enfrentamientos con los agentes se han convertido en un juego. «Ha sido divertido», musitó a un amigo un chico de 25 años, monopatín en mano, al llegar al paseo Bonanova, tras correr ante los uniformados.

Ansias de notoriedad

Allí se concentraron los pocos jóvenes que, pasadas las tres de la madrugada, hacían oídos sordos a las peticiones de los Mossos para que abandonasen la zona. Ya entonces formaban pequeños grupos de amigos . Entre ellos, dos de corta edad que, ataviados con dos mantas térmicas, se habían encaramado a sendas motos aparcadas. El de menor edad, en visible estado de embriaguez, se zarandeaba y trataba de buscar jaleo con otros grupos, algo que su acompañante evitó en un par de ocasiones.

Otros se turnaban para dar declaraciones a alguna de las televisiones que cubrían la concentración. «Yo ya he hablado para dos», presumió un joven tras ofrecerse a dar una nueva entrevista. Le interesaba el medio y la fecha de publicación para poder verse. La preocupación porque sus progenitores pudiesen verlo era inexistente. Más allá de los altercados de Sarriá, un nuevo botellón congregó la misma noche a centenares de personas en la playa de la Barceloneta. Allí, pese a la mayor afluencia, no se produjo ningún incidente. La noche comenzó con gran presencia policial. Agentes de la Urbana requisando bolsas con alcohol a la salida del metro, muchos turistas en locales de ocio, y patrullas policiales recorriendo el Frente Marítimo de forma constante.

«Todos mis amigos están vacunados, yo también , ¿por qué no voy a salir»?, cuestionó un joven que decía ser alemán. El arenal se llenó de grupos de amigos e incluso se pudo ver a un papagayo que, sobre el hombro de su dueño, congregó a decenas de curiosos que pretendían fotografiarse con él. El ave, abrumada quizá por tantas atenciones, no dudó en propinar varios picotazos a algunos de sus admiradores. El resto de la noche transcurrió entre música, mucha cerveza, bailes y el baño de algún que otro turista desnudo con ganas de refrescarse durante la fiesta.

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