El cierre de los Museos por coronavirus y la caída de donativos hunden las finanzas del Vaticano
El déficit de 53 millones previsto para 2020 va camino de triplicarse
Mientras Italia vuelve poco a poco a la normalidad, el Vaticano sigue bajo el «shock» de la pandemia de coronavirus y todavía no ha anunciado un plan para el regreso escalonado al trabajo ni para la reapertura de la basílica de San Pedro. Entre los cinco mil empleados de la Santa Sede y del Estado Vaticano, los casos de coronavirus han sido solamente 12, ninguno grave.
El presupuesto de la Santa Sede -los organismos jurisdiccionales que ayudan al Papa en su tarea religiosa- para 2020 preveía 269 millones de euros de ingresos y 322 de gastos, con un déficit de 53 millones, según datos de un documento interno publicado por el diario «Il Messaggero» una semana después de la reunión del Papa con todos los jefes de departamentos para aconsejarles austeridad.
En el mejor de los casos, los ingresos de 2020 sufrirán una caída de 68 millones de euros , que puede llegar a 89 en la previsión intermedia o a 120 en el peor de los tres escenarios contemplados.
Aún recortando gastos por la supresión prácticamente total de congresos y viajes, esto significa que el déficit de 2020 será de 68 millones, 97 o 146, según la evolución de la pandemia.
Las perspectivas son igual de sombría en el presupuesto del Estado del Vaticano, cuyo volumen es similar aunque tampoco se hace público. El pequeño Estado vive de los ingresos de los Museos Vaticanos, cerrados desde el pasado 9 de marzo y sin fecha de reapertura anunciada . En cualquier caso, no se volverá ni de lejos -al menos durante varios años- al flujo de 30.000 visitantes diarios, con abarrotes en muchas salas y en la Capilla Sixtina.
Tampoco se sabe cuál será la caída del Óbolo de San Pedro, la colecta mundial para sostener las actividades del Papa, que ascendió a 74 millones de euros en 2018. Lo único seguro es que los donativos se reducirán pues los fieles son ya más pobres, y las diócesis sufren problemas económicos similares a los del Vaticano.
Como no hay mal que por bien no venga, la crisis obliga la Santa Sede a reevaluar la necesidad de sus tres mil empleados y a romper la pereza mental que dificulta los traslados de personal entre los departamentos e incluso la capacitación profesional continua para asumir tareas distintas y abandonar las que ya no son necesarias.