El pulso del planeta
China quiere «platos vacíos» en sus mesas
En un año durísimo por la pandemia y las inundaciones, el presidente Xi Jinping lanza una campaña para acabar con el derroche de comida
La comida faltaba antes en China y ahora sobra. Después de cuatro décadas de extraordinario crecimiento económico, el país más poblado del mundo ha pasado de la hambruna que se cobró 45 millones de vidas en el «Gran Salto Adelante» (1958-61) a la abundancia. Con tan traumático pasado, que muchos recuerdan, y una gastronomía tan rica, los chinos se han entregado al placer de comer como si no hubiera mañana.
Al igual que en España, comer en China es un acto social o familiar y los banquetes discurren en torno a una mesa giratoria donde los platos van al centro y se comparten. Además, debe de haber de todo: verduras, carne, pescado, arroz, tallarines, fruta… y en abundancia para que el anfitrión demuestre su hospitalidad o «luzca cara» en los negocios. La buena educación manda pedir mucho, zampar hasta hartarse y que sobre.
Pero eso se puede acabar porque la última campaña del presidente de China, el todopoderoso Xi Jinping, ha puesto en su objetivo esas descomunales sobras de comida. Tras criticar que la cantidad de alimentos que se tiran son «sorprendentes y preocupantes», ha lanzado la «Campaña por el Plato Vacío» para acabar con este derroche. Según los medios estatales, en China se tiraron a la basura en 2015 unos 18 millones de toneladas de comida, lo que daría para alimentar durante un año a entre 30 y 50 millones de personas. Es decir, toda la población de España podría comer un año entero con las sobras de los chinos.
Una cifra escandalosa
La cifra es escandalosa en un planeta que no ha erradicado el hambre, y más aún en un país en vías de desarrollo como China. A pesar de su emergente clase media, hay diferencias abismales entre ricos y pobres y 600 de sus 1.400 millones de habitantes subsisten con solo 1.000 yuanes al mes (120 euros). Por no hablar de la basura que generan estos desperdicios. Según un estudio de la Academia China de Ciencias Agrícolas, solo en Pekín se generan 18.000 toneladas diarias, de las que buena parte son alimentos envasados que ni siquiera se han abierto.
En un año durísimo por la pandemia, que se ha agravado este verano con las peores inundaciones de las últimas décadas, el régimen recuerda a los chinos que la comida es un bien preciado que no se debe malgastar. Pero se cuida de decir que hay riesgo de «crisis alimentaria» por el uso de las reservas de grano ante la pérdida de cultivos por las riadas y los problemas políticos con países como Estados Unidos o Australia.
Como la palabra de Xi Jinping es sagrada, algunos restaurantes ya han implantado la «Campaña por el Plato Vacío» y obligan a sus clientes a pedir una ración menos del número de comensales. Así, si son diez, piden nueve platos. «Pero si va uno solo, ¿pide cero?», preguntan con ironía en las redes sociales.
En 2013, Xi Jinping ya prohibió los excesos en los banquetes oficiales, pero ahora apunta a toda la sociedad. Ya fuera sopa de aleta de tiburón o arroz, comer hasta saciarse equiparaba a ricos y pobres y era una de las pocas libertades absolutas que podían permitirse los chinos. Hasta ahora.