Contener al virus

Hace dos meses emergía el coronavirus 2019-nCoV, con capacidad de producir afección respiratoria en humanos que podía llegar a neumonía grave, incluso mortal en un 2%. Los cordones sanitarios sin precedentes que han organizado las autoridades chinas no han impedido su propagación a cuatro continentes. Los costes para la economía se estiman ya en al menos dos décimas del PIB mundial, mientras muchos cuestionan si China aporta toda la información real. En 1901 conocimos el primer virus infeccioso de humanos, el de la fiebre amarilla; ahora sabemos del riesgo de infecciones víricas, como gripe, poliomielitis, sarampión o rubeola, a las que combatimos (o prevenimos con vacunas) con mayor o menor éxito.

Los coronavirus humanos se han asociado a infecciones banales como el catarro común. Sin embargo, brotes como el actual, u otros como el del SARS en 2002, materializan una de las capacidades fundamentales de los virus: la evolución para adquirir nuevas capacidades infecciosas y patogénicas. Con una cadena única de RNA como material genético, que porta información para unas pocas proteínas, muchos coronavirus se albergan en un reservorio animal que es el murciélago. Desde ahí se generan formas nuevas, adaptadas a la infección humana, utilizando animales domésticos (civeta, dromedario) como intermediarios. Mientras de forma inmediata nos importa desarrollar vacunas frente a 2019-nCoV, lo que tardará más de un año, nos tenemos que preguntar cuál es el potencial de muchos virus de producir zoonosis (transmisión a humanos desde animales).

Se conocen 263 virus que infectan a la especie humana. Pertenecen a 25 familias dentro de las que se estima que hay cerca de 1.700.000 virus aún por conocer, lo que representa el 99% del potencial de nuevos virus patógenos transmisibles de animales a personas. El proyecto mundial GVP plantea caracterizar la inmensa cantidad de virus desconocidos, como forma de prever peligros como el que ahora nos afecta y contener mejor las amenazas. La naturaleza seguirá generando cambios evolutivos muy fáciles de ocurrir en organismos sencillos como los virus. Para su control disponemos de un arma fundamental, el conocimiento científico.