El cardenal Becciu acusa al Papa de destituirle sin motivo
El ex prefecto de los Santos niega cualquier corrupción económica y afirma que Francisco ha sido mal informado
El primer prefecto de la Curia vaticana cesado fulminantemente por un Papa y privado de sus derechos de cardenal ha respondido en menos de veinticuatro horas con una conferencia de prensa, también sin precedentes, para declarar su inocencia, manifestar su sorpresa y asegurar que Francisco ha sido mal informado.
El ex prefecto de la Congregación para las Causa de los Santos, un sardo correoso de 72 años, ha dado este viernes su versión de la fatídica reunión, «surrealista» el jueves por la tarde, en la que Francisco «pobrecillo, sufría al decirme las cosas. Aunque yo no me veía, mi cara era lívida. Fue un encuentro no muy sereno. Él estaba a disgusto y le costaba decirme lo que me estaba diciendo».
A pesar de que su gestión económica como antiguo «número tres» del Vaticano y responsable de los fondos reservados está en entredicho desde los registros y ceses en la Secretaría de Estado el pasado uno de octubre, Becciu ha dicho que «hasta las 18.02 de ayer me consideraba amigo del Papa y fiel ejecutor. Pero, hablando con él, me dice que ya no tiene confianza en mí».
Según el antiguo nuncio en Angola y en Cuba, el Papa «me cuenta que según los informes de la Guardia de Finanzas italiana solicitados por los magistrados del Vaticano le han informado que yo he cometido un delito de malversación de fondos porque, cuando era vicesecretario de Estado, he enviado cien mil euros a la Caritas de la diócesis de Ozieri (Cerdeña), transferidos después a la cooperativa Spes que preside mi hermano».
Esa suma sigue en posesión de la diócesis, pues el proyecto al que se iba a dedicar ha sufrido retrasos, por lo que no ha habido delito de malversación aunque puede haberse dado un intento de favorecer a su hermano.
Becciu niega también haber presionado a la conferencia episcopal italiana para que concediese a su antigua diócesis sarda 300.000 destinados a proyectos en que participaban su hermano: «quizá les haya telefoneado para decirles ‘tened en cuenta esa bonita actividad’ en la que trabajan 60 personas. ¿Conflicto de intereses? No lo sé. Yo quería ayudar a la diócesis, no a mi hermano».
A lo largo de 20 minutos, el purpurado sardo se ha presentado como un desvalido: «Le dije (al Papa) que si ya no tengo su confianza, presento mi dimisión. Él la ha aceptado y me ha pedido renunciar también a los privilegios del cardenalato. Yo he dicho ‘de acuerdo’. Después, en el comunicado del Vaticano se citaban los ‘derechos y deberes’ del cardenalato, o sea que no podré entrar en el cónclave ni participar en reuniones y ceremonias… Lo acepto, lo acepto».
En estos momentos retiene tan solo el título honorario de «cardenal» pero, al menos, conserva también el apartamento del Vaticano pues Francisco le ha dicho que no debe abandonarlo: «Se lo dejo por todo el trabajo que ha hecho por mí».
Becciu afirma no haber sido convocado por los magistrados del Vaticano que investigan desde el pasado octubre el uso de fondos reservados de la Secretaría de Estado para desastrosas especulaciones inmobiliarias con inmuebles de lujo en Londres que han enriquecido desmesuradamente a comisionistas y gestores, durante su mandato como «número tres» desde 2011 a 2018.
Según su versión, «la Secretaría de Estado tiene un fondo que yo debía acrecentar. Apareció esa oportunidad y luego salió como salió… Pero no se ha usado dinero del Óbolo de San Pedro».
Becciu aseguró que la conferencia de prensa para dar su versión de los hechos «no es en absoluto un desafío al Papa. Ya he dicho que le manifiesto amor y fidelidad. No lo traicionaré nunca. Le seré fiel y estoy dispuesto a dar la vida por él».
A su regreso del viaje a Tailandia y Japón en noviembre de 2018, el Papa Francisco reconoció claramente que se había descubierto «corrupción» en la Secretaría de Estado, donde han sido suspendidos cinco funcionarios aunque todavía no hay ninguno acusado por los fiscales ni citado ante el Tribunal.
El problema de fondo es la opacidad económica. Desde 2016, el Vaticano ya no hace públicos sus balances ni el montante de los donativos recibidos en concepto de Óbolo de San Pedro. Es el único Estado en el mundo que no informa sobre sus finanzas, y la opacidad es siempre un riesgo.
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