José Francisco Serrano Oceja
Caer en la trampa
Cuando en la Iglesia se impone la ley de la oferta y la demanda, algo falla
Supongo que el cardenal Beniamino Stella, responsable vaticano de los sacerdotes, no habrá tenido tiempo de leer, antes de aterrizar esta semana para pronunciar una conferencia en la Universidad Eclesiástica San Dámaso, la reciente novela del sacerdote y literato Pablo D´Ors, «Entusiasmo», un ejercicio autobiográfico de algo más que ficción y no poca «justicia narrativa» enmarcado en el género del «Bildungsroman».
Pedro Pablo Ros, el protagonista, recibe la llamada de Dios y, después de un complejo proceso de discernimiento, entra en el noviciado, seminario, de Los Negrales. Allí se topa con un modelo de preparación en el que más que hablar de Dios «de lo que se habla a toda hora era de psicoanálisis y marxismo, que era en lo que nuestros profesores estaban preparados». «Nos enseñaron a desmitificar los dogmas y la Biblia hasta tal punto que nos dejaron sin suelo bajo los pies», sintetiza el protagonista. Lo que se aprendía «fue por encima de todo racionalidad e historicismo». Concluye, en una descripción aterradora de cierta formación religiosa y sacerdotal en los años ochenta y noventa, tan real como la vida misma, que «todos nosotros salimos de aquellas aulas con una conciencia plenamente moderna, aunque no sé hasta qué punto cristiana». Es decir, «Karl Marx estaba en nuestras cabezas y corazones mucho más de lo que podían estar san Atanasio, san Ignacio o san Buenaventura». Como si la Iglesia, en el delicado ámbito de la formación de sus sacerdotes, hubiera caído en una trampa tendida por quienes nunca la han querido y entendido.
Esta novela contradictoria, descargo de conciencia, en apariencia lamentable ajuste de cuentas, literatura solo para adultos, nos habla de una formación sacerdotal superada. Una época que clarificó Juan Pablo II y que, so capa de discutibles interpretaciones, se pretende por algunos implantar de nuevo en detrimento del servicio al pueblo de Dios. El cardenal Stella lo ha explicado muy claro en Madrid: los vientos no van por ahí. Cuando en la Iglesia se impone la ley de la oferta y la demanda, -ante la necesidad de sacerdotes, la aceptación sin discernimiento de cualquier candidato-, algo falla.