El barrio de Salamanca se echa de nuevo a la calle en su décimo día de protestas
Cuando la gente que daba vueltas por el cuadrilátero que forma el cruce entre las calles Núñez de Balboa y Ayala coreaba «Libertad» animados por Joaquín Ariza, la cara más visible del movimiento de protesta se vio rodeada de varios agentes que le tomaron los datos
Décimo día consecutivo de protestas contra el Gobierno de Sánchez en el madrileño barrio de Salamanca, convertido en el epicentro de unas caceroladas que han corrido como la pólvora hacia otras zonas de la ciudad: desde el Paseo de la Castellana o la Plaza de España hasta barrios obreros como Carabanchel, tradicionalmente de izquierdas, donde ayer se vivieron momentos de tensión entre los vecinos que estaban a favor de las manifestaciones y los que se declaraban en contra.
Como ya viene siendo habitual en estos días, pasadas las 20.30 horas, tras un apaluso sanitario cada vez menos secundado, comenzaron a aparecer los primeros transeúntes -incluida alguna que otra mascota- ataviados con bufandas, mascarillas o banderas nacionales; también con carteles de protesta colgando del cuello. Cada vez era más complicado mantener las distacias de seguridad , por no decir imposible. La Policía insistía en que había que moverse y no pararse en ningún momento para así, por lo menos, evitar las aglomeraciones.
El repiqueteo de las cacerolas crecía cada vez más hasta llegar el momento álgido de cada jornada de protesta: la lectura del manifiesto por parte de Joaquían Ariza , cabeza visible del movimiento de Resistencia Democrática del Barrio de Salamanca. Subido a un banco, megáfono en mano, volvió a recordar a sus vecinos los motivos que les hace salir a la calle cada día: las altas cifras de muertos e infectados por el Covid-19 que ha registrado España y la «destrucción sanitaria, económica y democrática» de la que responsabiliza al Ejecutivo.
Poco después, cuando la gente que daba vueltas por el cuadrilátero que forma el cruce entre las calles Núñez de Balboa y Ayala coreaba «Libertad» animados por Ariza, la cara más visible del movimiento se vio rodeada de varios agentes que le tomaron los datos. «Me han identificado, es la segunda vez que lo hacen en dos semanas », exclamó visiblemente enfadado y entre los gritos de apoyo de los viandantes.
Sin embargo, el momento de mayor revuelo se diluyó rápidamente. Continuaron los cánticos y los sonidos metálicos hasta que el ajetreo se fue apagando. A las 21.30 horas solo quedaban algunos manifestantes desperdigados, los policías, gente que salía a pasear o hacer deporte y algunas cámaras de televisión. «Bonita tarde se ha quedado», decía un agente a sus compañeros, ya más relajados; «qué hambre tengo», comentaba un periodista a su colega. Y mientras, por la calles aledañas, los rebeldes de Salamanca se metían en sus portales, despidiéndose de sus vecinos «hasta mañana».
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