Entrevista

Aurora Díaz-Rato: «Las diplomáticas españolas no alcanzaremos la paridad ni a finales de 2070»

La embajadora de España en Suiza ha creado una asociación junto a otras profesionales para elevar su presencia en este cuerpo del Estado

Aurora Díaz-Rato, embajadora de España en Suiza ABC

Marta Dorado

Cuando Aurora Díaz-Rato (Madrid, 1957) entró en la carrera diplomática en 1983, rápidamente comprobó que eran muy pocas mujeres. Su presencia ha crecido, pero siguen estando infrarrepresentadas en los puestos de liderazgo de este selecto cuerpo del Estado. Con el fin de revertir esta situación de desigualdad, la embajadora de España en Suiza ha puesto en marcha junto a un grupo de profesionales la Asociación de Mujeres Diplomáticas de España (AMDE). «Pretendemos que nuestras reivindicaciones se añadan al Reglamento de la carrera y a la estrategia de la política exterior y, a partir de ahí, vigilar que se transforma en realidad», explica la jefa de misión.

¿En qué momento surge la idea de crear AMDE?

No llegamos a 250 mujeres en la carrera diplomática. Somos el 25 por ciento y al ritmo que vamos no seremos ni la mitad ni a finales de 2070. Estamos muy lejos de lo que es la media en otros cuerpos de la administración. Hace año y medio fuimos conscientes de que, aunque la ley de igualdad está en marcha y se ha avanzado muchísimo en la sociedad española, no podemos estar dependiendo de que haya buena voluntad por parte de un ministro que es más sensible porque ni siquiera esto ha ido por ideología política. No porque haya habido un gobierno socialista hemos avanzando más en el tema de la igualdad ni porque haya habido un gobierno popular ha cambiado algo. Ha sido en función de las personas. Así que pensamos en constituirnos en una asociación.

¿Qué objetivos se plantean conseguir?

Queremos que en la carrera haya paridad y que la igualdad sea transversal en la política exterior española. No solamente en número, sino también en calidad. Las embajadoras somos el 15 por ciento. Estamos en la media mundial, pero por debajo de los países de nuestro entorno y queremos acercarnos a ellos. Por otro lado, no estamos en países estratégicos, siempre estamos en los más periféricos. Salvo Portugal, no hay jefas de misión ni en Francia, ni en Reino Unido, ni en Rabat, ni en Túnez...Siempre son los hombres los que están en los núcleos del poder. Tampoco hay mujeres en organismos internacionales importantes (Naciones Unidas, OTAN, Bruselas). No hay una política consistente de situar mujeres en puestos de responsabilidad que nos permitan tener un servicio exterior más equilibrado. Cuando está el poder duro no se piensa en nosotras, solo en hombres. Es así y, francamente, tenemos mujeres perfectamente preparadas. Una política exterior que no tiene en cuenta a la mujer se queda coja porque no incorpora el conjunto de la realidad, debe tener perspectiva de género.

Llevándolo al terreno más personal. ¿Alguna vez ha recibido un trato diferenciado por el hecho de ser mujer?

No... La carrera diplomática es, por lo general, bastante profesional y educada. Lógicamente está pensada por y para los hombres. No ha habido nunca una diplomática secretaria de Estado. Eso sí, ya vamos por la tercera subsecretaria. En el trabajo de gestión, que entienden más femenino, como es la organización de la casa y que lo lleva una subsecretaría, sí ponen a una mujer. Pero no te colocan de embajadora en la OTAN, para eso están los hombres. Es muy sutil. Personalmente nunca he notado discriminación. Al revés, una gran deferencia. Al final, no sé qué es peor.

Una actitud paternalista…

Tampoco. Es como una deferencia, es muy caballeroso. Antes lo era todavía más que ahora. Te cuidaban. En mi promoción, las mujeres no podíamos a ir a países musulmanes o del Golfo porque cómo iba a ir una mujer allí. No te daban la opción.

«Una política exterior que no tiene en cuenta a la mujer se queda coja porque no incorpora el conjunto de la realidad»

¿Cuál es la razón por la que ingresan tan pocas mujeres en la carrera diplomática?

Nosotros le pedimos al ministro desde nuestra plataforma que se haga un estudio de la situación de la mujer en la carrera. Consideramos que hay algún tipo de sesgo que actúa negativamente en su entrada. Sospechamos que, en una sociedad como la española, las mujeres tienden a pensar que una carrera que de por sí te obliga a salir de tu país es menos manejable personal y familiarmente que una que te permite hacerlo o no.

¿Cómo es la conciliación entre la vida familiar y laboral en su oficio?

La conciliación nos afecta a todos, pero en nuestro caso se exacerba al máximo. Por obligación tenemos que salir fuera cada cierto tiempo, entonces eso nos complica algo más la vida. Pero también tiene sus ventajas. Llevo seis años separada de mi familia, voy y vengo.

¿Hay mujeres que piden una excedencia para dedicarse a su familia?

Realmente no. Es raro la compañera que ha pedido la excedencia para dedicarse a su familia. Una vez que te metes en esto, tiras para adelante. Conozco solo dos de todas las que somos. Algunas llevan viviendo separadas de sus maridos unos quince años. Su compromiso es impresionante.

Normalmente se dice que son las mujeres las que no quieren acceder a los cargos directivos por la responsabilidad que ello implica.

Pero eso no es cierto. Claro que queremos. Lo que pasa que siempre es la disculpa. El paternalismo es un poco de... fulanita como está con estos niños pequeños no le vamos a ofrecer esto porque le vamos a complicar más la vida. Que es bien intencionado, pero en el fondo te frena la carrera. Las mujeres en nuestro oficio llegan a los puestos de dirección más tarde que los hombres. Esto es así porque no hay ninguna política de conciliación, ningún compromiso que se traduzca en bonus de alguna manera para ayudarte a compaginar.

«Hay algún tipo de sesgo que actúa negativamente en la entrada de mujeres en la carrera diplomática»

A la hora de postularse a altos puestos, ¿qué motivos llevan a algunas mujeres a echarse atrás?

Hasta hace poco a estos puestos tú no te postulabas, te postulaban y no pensaban en ti. No te miraban, no estabas.

Sí, pero ahora tienen la posibilidad de hacerlo. ¿Existen mujeres que, por inseguridad o por considerarse menos válidas, deciden no dar un paso al frente?

Los hombres, en general, por educación, se creen que ellos de natural pueden acceder. En las mujeres está eso que se llama el síndrome del impostor. «A lo mejor no soy yo la mejor. ¿Y si se creen que me estoy pasando?». Hay un cierto retraimiento. Desde nuestra asociación, queremos hacer formación también para hombres, para que sean conscientes de que incorporar mujeres en la cadena de mando, en la jerarquía, mejora notablemente nuestra capacidad de accionar en el exterior. Al final, es toda una cultura de trabajo que hay que modificar. No se trata de una voluntad de excluirnos a las mujeres de los puestos, nunca lo he percibido así. Es más un sesgo involuntario, una cultura organizativa muy tradicional que tiene unas enormes resistencias y que crea unas sinergias que son muy difíciles de cambiar.

¿Es partidaria de las cuotas?

Para nada, porque las cuotas te ponen límites. Queremos la paridad. Lo que buscamos es la igualdad mediante políticas positivas, no por cuotas.

Eso solo se logra educando.

Claro, requiere un cambio de cultura y voluntad.

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