Arzobispo de Rabat: «La política que se hace ahora es la consagración del egoísmo»

El nuevo cardenal español critica el nacionalismo que solo busca el bien propio sin preocuparse por «el resto de la humanidad»

El arzobispo de Rabat, Cristóbal López Romero ABC

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Monseñor Cristóbal López es misionero, salesiano y, a partir del consistorio del próximo 5 de octubre, también será cardenal. Desde hace muchos años, Marruecos es su casa y por eso conoce de primera mano el calvario que sufren los inmigrantes para llegar a Europa. Su nueva responsabilidad como cardenal tiene para este obispo almeriense un significado muy especial. Está convencido de que el Papa se ha acordado de la diócesis de Rabat para subrayar el trabajo callado que la Iglesia está realizando frente a la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.

¿Qué mensaje quiere transmitir el Papa Francisco al crear cardenal al arzobispo de Rabat?

Evidentemente el Papa ha querido recordar el trabajo que la Iglesia y él mismo están haciendo por el diálogo interreligioso y, especialmente el islamo-cristiano. Francisco quiere reforzar también la presencia de la Iglesia en la atención a las personas que migran y poner en el candelero a las iglesias del norte de África. Rabat es una de ellas. Son iglesias minúsculas, invisibles por su pequeñez. El Papa con este nombramiento está llamando la atención de todos sobre la gente que vive en el norte de África y que tiene algo que enseñarnos. Esta camada de cardenales es además muy misionera. Es muy llamativo que Venecia, Milán, París no tengan un obispo cardenal y Rabat sí que lo tenga.

«Los cardenales no tenemos nacionalidad. Soy un cardenal de la Iglesia y, por tanto, de todos y para todos»

¿Cómo entiende usted esta nueva responsabilidad que le pide el Papa?

Él ya dijo cuando dio nuestros nombres que esperaba de nosotros el auxilio, la ayuda y que le apoyemos en el Gobierno de la Iglesia a través del consejo o la realización de quellas tareas que nos encargue. En la práctica a mí no me va a cambiar gran cosa la vida porque yo sigo siendo el arzobispo de Rabat y mi tarea y mi forma de ayudarle al Papa es guiar y animar a esta Iglesia que él mismo me ha encomendado.

¿Cómo interpreta que nuestro país cuente con siete cardenales electores? Es el tercer país después de Italia y Estados Unidos con más cardenales….

Esto del ranking por naciones vende mucho en prensa pero yo estoy en contra. Tenemos que olvidarnos un poco de si somos españoles o franceses o americanos. Los cardenales no tenemos nacionalidad. Somos de la Iglesia. No soy un cardenal de Marruecos, no soy un cardenal de España aunque haya nacido allí. Soy un cardenal de la Iglesia y, por tanto, de todos y para todos.

¿Cómo se ve desde allí la indiferencia de Europa hacia la crisis de los emigrantes y refugiados?

Con dolor de ver que la Europa cristiana en lugar de tener una actitud de apertura, de brazos y corazones abiertos más bien quiere encerrarse y convertirse en una isla inasequible. No son todos porque en Europa hay muchísimas personas que tienen un corazón y la casa disponible para acoger, pero me duele mucho que incluso entre los que se consideran cristianos haya quienes no comprendan que al final de sus vidas habrá alguien, Cristo, que les preguntará: ¿me acogiste cuando fui extranjero? ¿Me recibiste cuando fui inmigrante y forastero? Y esas son las preguntas que tendremos que responder al final de nuestros día en el examen final. Entonces lo veo con dolor y con tristeza que la gente no sea más generosa.

«Es muy llamativo que Venecia, Milán o París no tengan un obispo cardenal y Rabat sí lo tenga»

...Y concretamente de España, ¿qué espera del Gobierno… o de las administraciones públicas?

La política que se hace en estos momentos es la consagración del egoísmo y del individualismo. Yo espero que haya una visión más global. A mí de duele y me repatea la expresión que un presidente de Gobierno acuñó y ahora repiten todos: «Esto lo hacemos porque es bueno para España y para los españoles». Pero no se preocupan si la decisión fastidia a los italianos o a los argelinos o a los marroquíes. Todavía no he escuchado a ningún político que diga: «Esto lo decidimos porque es bueno para toda la humanidad. Es bueno para nosotros y es bueno para todos». Esta especie de nacionalismo en el que se busca única y exclusivamente el bien de mi patria, de mi país, es algo malo. Yo a los políticos les pediría una visión más amplia, que vaya más allá. Si no que no se extrañen cuando les dicen: «esto nosotros lo queremos porque es bueno para Cataluña y para los catalanes». Mientras no cambiemos eso por una civilización de la solidaridad, de familia universal, entonces seguiremos con los mismos problemas.

¿No cree que el Papa se ha convertido como una voz en el desierto al denunciar el drama de las migraciones, la desigualdad o la pobreza?

Hay muchos que le escuchamos. No soy yo solo. Creo que lo que denuncia el Papa está haciendo mella, lo que pasa es que es un combate duro y largo. La mentalidad mundial no se cambia en cuatro años con tres discursos y cuatro documentos, pero yo creo que las semillas que está plantando el Papa ya están dando frutos. Dará su fruto en todos los ámbitos, el social, el político, el ecológico y también en el religioso.

Usted que ha compartido con Francisco su visita a Marruecos el pasado mes de marzo, ¿qué impresión le ha dejado el Papa?

Mi impresión fue óptima. Le tuve a mi lado casi una hora a solas y fue una experiencia extraordinaria de fraternidad y paternidad. Todo lo que hizo, lo que pude escucharle, lo que pude compartir ha dejado en mí las mejores de las impresiones y ahora no puedo dejar sin darle las gracias por este gesto de elegirme. No por mí sino por lo que significa para estas Iglesias del norte de África y para los más pobres. Tengo la mejor de las impresiones del Papa Francisco.

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