Albufeira bate el récord y alcanza los 823 casos de incidencia acumulada

El centro vacacional del Algarve se desespera por el avance de la variante Delta del coronavirus y se convierte en el municipio con mayor tasa de contagios de todo Portugal

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Turistas en Albufeira Reuters
Francisco Chacón

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La ciudad de Albufeira , el centro vacacional más conocido de la región turística por excelencia en Portugal, vive una situación epidemiológica terrible a cuenta de la extensión de la variante Delta del coronavirus. Su tasa de incidencia se ha disparado hasta los 823 casos por 100.000 habitantes, un índice que alcanza proporciones desmesuradas y que lleva al Gobierno socialista de Antonio Costa al límite.

Con la llegada del buen tiempo, este rincón volcado en el sol, la playa y los chiringuitos ha visto cómo su población se triplicaba, tal cual sucede cada año. Cierto que muchos británicos salieron huyendo cuando su país impuso la cuarentena obligatoria para quien regresara de territorio luso, pero también decenas que han optado por quedarse, bien porque disponen de una residencia propia o bien porque el teletrabajo los ha convertido en nómadas digitales capaces de desempeñar su labor al lado de la playa en el sur de Europa y no sufriendo las incomodidades de la dura vida urbana en Londres, Birmingham o Mánchester.

Además, el turismo nacional se ha incrementado en este tipo de lugares, con el resultado de que el desconfinamiento ha tenido que ser revertido, en vista de que la nueva cepa india se ha colado entre unos y otros: de los barrios indios de las metrópolis inglesas ha saltado a la zona donde predominan estas personas en pleno centro de Lisboa (Martim Moniz, Intendente, Anjos, Arroios, Forno do Tijolo). La expansión se completa con la rapidez a la que se contagia esta variante, que solo necesita unos escasos segundos para propagarse.

Dado que los jóvenes constituyen la franja de edad con menores niveles de vacunación , son ellos los que copan los ingresos hospitalarios, algunos con pronóstico reservado. De hecho, las unidades de cuidados intensivos de Lisboa y del Algarve son testigos de un aumento de alrededor del 40% o 50% más en el número de casos.

Son c ifras muy preocupantes y, por tanto, a nadie puede extrañar que la ministra de Presidencia, Mariana Vieira da Silva, haya declarado: «En las regiones de Lisboa y del Algarve la situación epidemiológica está fuera de control». Unas palabras que pronunció con una inquietud evidente en su rostro y sin falsos triunfalismos, como acontece con las autoridades gubernamentales en España.

Cortar la cadena de transmisión

Además, la delegada de Salud en Faro, Ana Cristina Guerreiro, manifestó que no habían tenido más opción que cerrar las escuelas en el tramo final del curso, una iniciativa que durará al menos hasta el 9 de julio. «Es por precaución», señaló después de que se registrara un brote escolar de 814 casos y de que la tasa se disparase en Loulé, Faro y todas la principales ciudades del Algarve, incluida la castigada Albufeira.

«Tenemos que cortar esas cadenas de transmisión y por eso es mejor que esos alumnos se queden en sus casas. En caso contrario, la situación puede agravarse», manifestó Guerreiro.

El 9 de julio se valorará el contexto de manera oficial , aunque con gran probabilidad quedará todo pendiente de cara al arranque de la campaña lectiva siguiente.

Han transcurrido solo unos meses desde que, en enero pasado, aconteció que las cifras subrayaban en Portugal que los jóvenes entre los 13 y los 17 años se habían convertido en la franja de edad donde más estragos causaba la pandemia del coronavirus a lo largo de la tercera y virulenta ola. Hasta un 42% de los casos se inscribía en ese escalón de los ciudadanos.

La consecuencia no fue otra que el Gobierno socialista de Antonio Costa dio un giro en su estrategia de forma repentina, por lo que se cerraron todos los centros educativos de norte a sur, así como en los archipiélagos de Madeira y Azores.

Aquella medida drástica afectaba a las universidades, los institutos, las escuelas y las guarderías. Y hoy abarca en la región algarvia al primero y al segundo ciclo.

De cualquier modo, no puede olvidarse que, si los chavales caen víctimas del coronavirus, también se puede expandir a sus padres y hermanos, como de hecho sucede.

Es verdad que el panorama sanitario general del país vecino no es tan negro como en los meses de enero y febrero, pero el presidente del Centro Biomédico de Faro, Nuno Marques, advierte que «incluso estando vacunados hay hábitos como la distancia física de seguridad, la mascarilla o la higienización frecuente de las manos que han llegado para quedarse en nuestra sociedad».

Por ahora, ir a misa es una actividad que no ha quedado interrumpida en el Algarve, pero a nadie se le escapa que la Conferencia Episcopal portuguesa sigue muy de cerca los acontecimientos. Lo mismo sucede con la prohibición de celebrar bodas, bautizos y confirmaciones, que no está en marcha. Pero suele suceder que estas circunstancias se producen ligadas al cierre de escuelas. El futuro próximo no parece, pues, demasiado alentador, al menos hasta finales de agosto, que es el periodo de mayor incidencia estimada de la variante Delta.

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