Las advertencias del cardenal Ouellet
El próximo domingo arrancará el Sínodo para la Amazonía, con las advertencias del prelado de en qué no ha de convertirse
El próximo domingo arrancará el Sínodo para la Amazonía. Días antes, en Roma, un cardenal, que no es cualquier cardenal, ni cualquier teólogo, monseñor Marc Ouellet, prefecto de la Congregación de los Obispos, presentará su nuevo libro titulado «Sacerdotes, amigos del esposo. Para una visión renovada del celibato» (Editorial Encuentro). Un denso tratado de teología y de historia en defensa del celibato sacerdotal. Un texto con una larga introducción, una nada desdeñable carga de fondo teológica, sobre lo que no debe convertirse el Sínodo de la Amazonía.
Hay que recordar que el prefecto de los obispos es el encargado, entre otras tareas, de gestionar los nombramientos episcopales. El cardenal Ouellet, hombre de fidelidad sin tacha al Papa, es uno de los discípulos más acreditados del teólogo Hans Urs von Balthasar. Además fue misionero en Hispanoamérica, entiende lo que significa una «Iglesia en misión».
El cardenal Ouellet advierte de que las consideraciones que hace sobre el Sínodo no tienen en absoluto «la intención de frenar el impulso y la creatividad del Sínodo para la Amazonía que propone con toda razón una búsqueda audaz de nuevos caminos de inculturación y presencia misionera». Pero hay que tener en cuenta que «el objetivo de este sínodo no puede limitarse a este espacio geográfico, debe integrar la singularidad planetaria de la Amazonía en una búsqueda antropológica adecuada, iniciada por san Juan Pablo II y que responde a la cultura de la muerte que se ha apoderado ahora del planeta en el ámbito ético, medioambiental, cultural y geopolítico», señala Ouellet.
Y añade: « L a misión de la Amazonía no puede progresar sobre una base de eslóganes más o menos ideológicos , apoyados en consideraciones válidas pero secundarias respecto al objetivo esencial de la evangelización: dar a Cristo». «La hora presente de la Iglesia en “salida” –escribe– no sacará nada reduciendo las exigencias del sacerdocio en nombre de imperativos culturales o pastorales regionales, a fin de garantizar los supuesto servicios esenciales que no son, o ya no son reconocidos como tales en los países de origen de los misioneros». Se puede decir quizá más alto, pero no más claro.
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