José Francisco Serrano Oceja
El acierto de los obispos vascos
La Iglesia se juega demasiado con la educación. Una presencia que no siempre es adecuadamente percibida.
Horas antes del pasado encuentro con el Papa Francisco, la cúpula de la Conferencia Episcopal se reunía con el secretario de Estado de El Vaticano , el cardenal Pietro Parolin, a quien acompañaba el responsable de la sección de lengua española, el sacerdote colombiano Mauricio Rueda. Según hemos podido saber, el cardenal Parolin mostró interés por la educación en España y por las perspectivas que se abren con el tantas veces cacareado pacto educativo. La tesis es bien sencilla.
La defensa del derecho a la educación es una tarea de los padres. Los obispos tienen ahí una relevante labor de aliento y apoyo en el ejercicio del citado derecho. La Iglesia se juega demasiado con la educación. Una presencia que no siempre es adecuadamente percibida por la sociedad, en particular por los sectores empeñados en implantar el modelo de la escuela , única, pública y laica. Grupos no mayoritarios, pero beligerantes.
Los primeros obispos que han salido al paso de esta demanda han sido los vascos y navarros. Hubo un tiempo en el que las cartas pastorales conjuntas de esos prelados, publicadas en la Cuaresma-Pascua de cada año, se convertían en auténticas bombas periodísticas . Ahora no parece que ocurra lo mismo, aunque su pastoral de Pentecostés, «Me enseñarás el camino de la vida: Desafíos contemporáneos de la educación», sea uno de los textos mejor trabajados y mejor argumentados sobre las relaciones entre la Iglesia y la educación . Una carta con propuestas claras y distintas, alejada de lugares comunes o generalidades varias.
Al margen de las reflexiones sobre la educación católica, o sobre la clase de religión, los obispos señalan que la cuestión de la educación es la cuestión social nuclear . La idea de que la educación es un instrumento partidista o ideológico está lastrando el pacto de estado. Insisten los obispos vascos y navarros que no es posible educar sin saber antes qué o más bien quién es la persona. No existe, por tanto, una educación neutra . La educación no es posible desde el nihilismo y la falta de sentido. Como decía Aristóteles: «No hay viento favorable para los barcos que desconocen su destino».