Paraguay: la sinuosa felicidad de «los más felices» del mundo

Por cuarto año consecutivo, la encuesta Gallup situó a Paraguay como el país más contento. Pero cuál es el secreto en el segundo país más corrupto del mundo y con más de un 10% de la población en extrema pobreza

Paraguay: la sinuosa felicidad de «los más felices» del mundo FOTO: VÍCTOR CHÁVEZ

susana oviedo

La noticia de que por cuarto año consecutivo en una encuesta de la firma Gallup los paraguayos se sitúan como los más felices del mundo , no llama la atención ni despierta curiosidad alguna en el país. Acostumbrados a figurar en las peores posiciones en cuanta medición internacional haya (el segundo más corrupto; entre los peores países para ser madre, etcétera), el hecho de que Paraguay haya aparecido una vez más como primero en el ránking de naciones «con más emociones positivas», según el 87% de los encuestados, no se ha tomado siquiera como tema de campaña publicitaria a favor del país.

Y es que no se trata solo de que en Paraguay las encuestas dejaron de ser creíbles debido a su manipulación en las campañas electorales, sino porque al sopesar las experiencias negativas con las positivas que toca vivir a la población, las primeras superan a las segundas.

Este país bilingüe, mediterráneo, que ha afrontado dos guerras internacionales (la de la Triple Alianza y la Guerra del Chaco), numerosas revoluciones, y que en su historia más reciente, estuvo sometido a una prolongada y cruel dictadura militar presidida por el general Alfredo Stroessner (1954-1989), en la actualidad padece las consecuencias de una clase política corrupta e indolente, altos niveles de corrupción, además de la pobreza que afecta a 22,6% de su población de 6.672.631 habitantes.

Quizá por eso la pregunta del religioso dominico español, Pedro Velazco , cuando le mencionamos la encuesta de Gallup: «¿A qué paraguayos han buscado?». Hace 35 años que él vive en Paraguay dedicando gran parte de su tiempo a los pobladores de una zona de chabolas, en el cinturón de pobreza de Asunción, conocido como el Bañado Tacumbú.

«Estos señores de la Gallup pueden hacer una encuesta muy buena, pero solo se fijan en las respuestas; no investigan por qué la gente responde lo que responde» , agrega sobre el tema otro sacerdote español, muy popular por su lucha al lado de los paraguayos. Se trata del jesuita Francisco de Paula Oliva (87), quien reside en otra franja de la zona inundable de la capital paraguaya -pegada al mayor vertedero de residuos de Asunción-  de entre cuyos pobladores nació la Orquesta Juvenil de Instrumentos Reciclados de Cateura (cabe recordar el documental «Landfill Harmonic»), que en enero último tocó en el Auditorio Nacional de Madrid.

Ambos religiosos están empapados de la realidad y pobreza en que viven cerca de 100.000 personas , del total de 515.587 habitantes que tiene Asunción, en los asentamientos precarios a orillas del río Paraguay.

A través de entrevistas telefónicas, la firma Gallup  preguntó a ciudadanos de 143 países del mundo si  en las últimas 24 horas tuvieron emociones positivas como divertirse, reírse, sonreír, sentirse bien descansado, y ser tratados con respeto.

«Estos sondeos tratan de anestesiar y callar a la sociedad», denuncia Soto

Algo que a Lilian Soto,  presidenta del joven partido Kuña Pyrendá (en guaraní, plataforma de mujeres), le resulta poco serio para inferir resultados sobre satisfacción/felicidad de una sociedad en base a semejante muestra, y con preguntas de esas características. Sobre todo, porque luego este tipo de estudios se usa con connotaciones políticas, « intentando anestesiar y mantener en silencio a una sociedad». 

Para ella, la satisfacción de derechos es lo que debe investigarse, porque esto es lo que sí hace a la perdurabilidad de un estado de satisfacción, bienestar «o lo que alguien podría denominar felicidad».

Sin motivos para estar contentos

Es precisamente en estos términos que los paraguayos no tienen mucho por qué sentirse contentos. Pese a que el 60% de su población es menor a 30 años,  y a que hay una perspectiva de crecimiento del PIB del 4 % para este año, la pobreza sigue siendo un grave problema para el país. 1.530.000 personas son pobres, y 710.000 personas (el 10,5% de la ciudadanía) se hallan en el nivel de extrema pobreza.

«Ninguna población en extrema pobreza es muy feliz. Eso es estúpido acá y en cualquier parte del mundo. Y en Paraguay hay muchas formas de extrema pobreza», reflexiona el cura Velazco, para quien el paraguayo medio es una persona muy resignada , y con un análisis de la realidad solo medianamente objetiva, del que responsabiliza al sistema educativo.

A estos factores agrega el miedo que la mayoría de la población padeció durante más de 35 años,  bajo la dictadura de Stroessner. «Todo esto confluye para que automáticamente el paraguayo, aunque esté pasando mal, te responda en positivo al preguntarle: ¿cómo estás?».

Aunque sea pobre, dice, un paraguayo «no es una persona amargada ni derrotista». Antes bien, es de una resistencia a toda prueba y tiene una capacidad de lucha y de sobrevivencia admirables, destaca.

En el país hay mucha gente feliz, aclara, «pero decir que somos los más felices…», es una conclusión que le cuesta aceptar.

Similar apreciación tiene el padre Oliva, que nota cierto fatalismo en los paraguayos, «pero aceptado hasta con cierta alegría. Por eso, el paraguayo se ríe de sí mismo», resalta, y cuenta cómo un grupo de conductores de transporte público, despedidos de la empresa donde trabajaban, hace tres meses se hallan sosteniendo una huelga. Algunos están atados a una cruz y en huelga de hambre. «Cuando los visito, y les pregunto: ¿cómo están?, me responden, con un ¡bien!».

Posiblemente, sospecha Oliva, con esta misma actitud habrán respondido los paraguayos consultados por los encuestadores de  la Gallup.

A esta descripción del modo de ser de los paraguayos, el médico y escritor, Alfredo Boccia añade otros rasgos culturales que contribuyen a que estos sean vistos con una particular propensión a tomar con resignación o ¿con actitud positiva? todo cuanto le sucede.

«En general, el paraguayo no se preocupa mucho por el futuro, o por temas como el ahorro, la jubilación, la salud en la tercera edad, etc. Tiene un talante amigable y solidario, y vive el presente. Aunque le ocurra algo malo, lo toma como natural y si le preguntas al respecto, responde con un BIEN o que nadie muere en la víspera…».

Boccia también cree que favorece a esa forma de ser el hecho de que el Paraguay sea un país sin grandes enfrentamientos internos, que tiene una población cohesionada por sus dos idiomas (guaraní-español), y que «hasta hace poco ni siquiera era tan desigual económicamente hablando». El 10% más rico de la población se lleva el 39% de los ingresos totales, mientras que el 10% más pobre solamente alcanza el 0,7% de los mismos.

En general, dice el analista, el país no tiene tensiones internas de tipo étnico, geográfico, ni religioso (93 % de la población es católica). Aunque se detecten altos niveles de corrupción, esté atrasado en muchas materias, la gente vaya mal vestida, y exista la propensión a incumplir las leyes, dice, los extranjeros terminan amando al Paraguay.

«Lloran al llegar, porque imaginan que es la jungla, y lloran al marcharse, pero de tristeza», entre otras razones, porque pese a las adversidades del país, su gente desarrolla diversos mecanismos de defensa que ni las peores tribulaciones pueden desmontar.

Para propios y extraños, la condición geográfica de «isla rodeada de tierra» (expresión del escritor Augusto Roa Bastos) hace resistentes a los paraguayos que, a su manera, saben mostrarse felices.

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