El descanso del Papa Francisco: trabajar con tranquilidad
Prepara discursos para su visita a Cuba, el Congreso norteamericano y Naciones Unidas
Cuando una persona de 78 años lleva los últimos cuarenta pasando las vacaciones en su casa, está claro que las disfruta y que descansa. Este verano lo necesita de verdad, pues está a punto de comenzar el año clave de su pontificado .
El pasado mes de agosto, en el vuelo de regreso a Roma desde Corea del Sur, el Papa comentó a los periodistas que «la última vez que tomé vacaciones fuera de casa fue en 1975 … Desde entonces las tomo –¡de verdad!– en mi hábitat. Cambio de ritmo, duermo algo más, leo cosas que me reposan, escucho algo de música, rezo más… Y todo eso me descansa».
Francisco «olvidó» mencionar que, la mayor parte de las horas, trabaja. Pero trabaja tranquilo y haciendo lo que le gusta, lo cual supone un descanso. En su primer verano como Papa escribió la exhortación apostólica « La alegría del Evangelio ». En el segundo, hizo el trabajo preparatorio de la encíclica sobre ecología «Laudato si» (« Alabado seas »).
A las cuatro de la mañana
En un día normal, el Papa se levanta –sin necesidad de despertador– a las cuatro de la mañana. Se asea, mira los «cifrados» urgentes que hayan llegado por la noche desde las nunciaturas de países en crisis, reza las primeras oraciones del día y prepara la homilía para la misa de las siete de la mañana, a la que asisten fieles de a pie de las parroquias de Roma.
Suelen ser de cuarenta a cincuenta personas, a las que saluda una a una al terminar la misa. Es el comienzo de jornadas agotadoras que incluirán numerosas reuniones de trabajo, audiencias, discursos y saludos personales a varios cientos de visitantes. En una semana «normal», el número de personas que asisten a las audiencias particulares, la audiencia general y el Ángelus del domingo suele superar los cien mil.
Cuando, en el mes de julio , el Papa Francisco deja de recibir invitados a la misa de la mañana y visitantes para las audiencias, la sensación de reposo es total, aunque trabaje la mayor parte del día. Los «deberes» veraniegos de este año son docenas de discursos importantes y delicados.
Los primeros corresponden al viaje a Cuba y Estados Unidos del 19 al 28 de septiembre . El mundo entero –incluidos sus enemigos– estará pendiente de lo que diga en Cuba delante de Raúl Castro y de su encuentro privado con Fidel.
Estarán pendientes los cubanos, que empiezan a ver la luz al final del túnel gracias a la mediación del Santo Padre, y también muchos republicanos en Estados Unidos, enfadados con la reapertura de relaciones y dispuestos a disparar sobre el Papa ante cualquier desliz, o cualquier exceso propagandístico por parte de los Castro.
Ante Obama
El 23 de agosto, Francisco pronunciará un discurso ante el presidente Obama en la Casa Blanca, y el 24 será el primer Papa que toma la palabra ante las dos cámaras del Congreso americano , reunidas en sesión conjunta. Ya no quedan puestos libres. Los antiguos senadores y representantes solo podrán seguirlo desde fuera del Capitolio, donde se instalarán pantallas gigantes como en las inauguraciones presidenciales.
Después de hablar al parlamento más poderoso del mundo, Francisco tendrá un encuentro con personas sin casa en un refugio cercano , un contraste que forma parte de su mensaje al país.
Al día siguiente, pronunciará su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. Es otro texto que requiere trabajo meticuloso , pues el eco mundial de la encíclica « Laudato si » ha multiplicado la expectación por lo que dirá sobre desarrollo sostenible a los gobiernos del mundo entero.
En la tranquilidad de la Casa Santa Marta, el Papa trabaja también en las homilías para el Sínodo de la Familia , del 4 al 25 de octubre, que tendrá como «prólogo» el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia.
Pero sus «deberes» no acaban ahí. Está preparando ya el viaje a Kenia, Uganda y República Centroafricana del 24 al 30 de noviembre y, sobre todo, las grandes homilías para el Año Santo de la Misericordia , que comienza el 8 de diciembre y va a ser el eje teológico de su pontificado.
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