opinión

Evidencias empíricas

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Consisten en todo lo que se sabe y que es repetido. Pero no por repetitivo un hecho pasa a la consideración de verdad universal. Kant hablaba de la consideración apriorística de una parte al menos del conocimiento, calificándolo de universal y necesario. Y ello porque no todo conocimiento procede de la experiencia. Sin embargo, la llamada cuestión catalana o mejor dicho el esperpento catalán, están llenos de evidencias empíricas, muchas de ellas tergiversada por la parte interesada como forma de justificar lo injustificable. Elocuentes son dos frases de dos ilustres españoles que resumen la cuestión. Francisco de Quevedo dijo: «Son los catalanes el ladrón de tres manos». José Ortega y Gasset llevó a cabo incesantes llamadas para «conllevar» el problema con Cataluña.

Ambas productos de las evidencias históricas. Veamos una retahíla de ellas.

La, pretendida por muchos de ellos, justificación histórica del concepto de nación fue la Guerra de Sucesión Española. Ésta supuso un conflicto internacional que duró desde 1701 hasta la firma del Tratado de Utrecht en 1713 y que tuvo como causa fundamental la muerte sin descendencia de Carlos II de España y cuya consecuencia fue que derrotado el pretendiente austríaco se alzó con la victoria el de la casa francesa de Borbón. En España hubo división en relación con los apoyos a los dos pretendientes, pero nada más.

Cambó expresó con claridad cómo nace y se expande en su momento el sentimiento catalanista: «La pérdida de las colonias, provocó un inmenso desprestigio del Estado», momento de debilidad colectiva donde los nacionalismos intentaron sacar réditos de toda índole y consideración. Ahora, aprovechando la coyuntura de una brutal crisis, el catalanismo ha devenido en separatismo. Una cuestión común a los dos momentos. El Estado español entre las cuerdas, antes y ahora.

Si el paradigma del golpe de Estado es el de la rebelión militar contra el poder legalmente constituido, el cúmulo de golpes al Estado desde sus entrañas terminan por minarlo hasta su aniquilamiento. De todo esto saben mucho los catalanes en plena República, cuando Companys en 1934 se encumbró en golpista contra la legalidad republicana. Pero aquel desaguisado en forma de golpe, solo duró dos días. Los justos para que las tropas españolas de asalto restablecieran la legalidad republicana vigente.

Arturito, después Artur. El hijo por partida doble. Hijo de su padre biológico, evasor fiscal con dinero no declarado en Liechtenstein y por cierto, heredero de una parte de la herencia que se encontraba en ese paraíso fiscal e hijo de su padre político, evasor fiscal también. Éste hijo también de evasor.

El hijo de sus respectivos padres, alude al ámbito privado las cuestiones de corrupción. Este último, fue consejero de Hacienda de la Generalidad, mientras uno de sus padres seguía delinquiendo de manera continuada, su padre político, y al unísono heredaba junto a su madre y hermanos de su padre biológico, dinero depositado en el Banco LGT de Liechtenstein. Curiosamente, Mas aseguró entonces que no tenía conocimiento de esa presunta evasión fiscal, ni de que su nombre constara como uno de los beneficiarios del fondo evadido al fisco. Observo que los dos presidentes aludidos, además de catalanes, nacionalistas y ahora secesionistas, son desmemoriados. A lo mejor es parte del ADN catalán. Pero no, la evidencia me indica que no. Conozco a muchos que no tienen evidentemente este problema.

Se me acaba el espacio para escribir, pero no la infinidad de evidencias empíricas que desacreditan el mal llamado proceso. La próxima semana enunciaré otro cúmulo de evidencias, pero ahora actualizadas a día de hoy.

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