El Papa denuncia «la lentitud de la justicia» en la mayor cárcel de Bolivia
En la cárcel en la que cuatro quintas partes de los presos están a la espera de juicio hay doce ciudadanos españoles
Junto a la puerta de entrada del gigantesco « Centro de Rehabilitación Santa Cruz Palmasola », la cárcel más peligrosa de Bolivia , hay un enorme letrero en el muro que dice: «las personas que entren no deben pagar por ningún motivo». Es la primera mentira en un penal que ha llegado a tener hasta 5.500 presos y que, para recibir al Papa, ha sido «aligerado» a tres mil, entre los que se cuentan doce españoles, en su mayoría retenidos por delitos menores.
El drama de Palmasola, una pequeña ciudad rodeada de elevadísimas murallas, no es sólo que cada uno o cada una tenga que pagarse parte de los gastos, so pena de comer muy mal, dormir en el suelo o sufrir una paliza. Es, sobre todo, que cuatro quintas partes de los reclusos están a la espera de juicio sin saber cuándo llegará.
Sobre este punto doloroso, el Papa ha llamado la atención con vigor. Cuando les hablaba de rehabilitarse, ha reconocido que «son muchos los elementos que juegan en su contra en este lugar. Lo sé bien: el hacinamiento, la lentitud de la justicia, la falta de terapias ocupacionales y de políticas de rehabilitación, la violencia, lo cual hace necesaria una rápida y eficaz alianza interinstitucional».
La cárcel, una «mini-ciudad»
El Papa ha rezado en la cárcel por los 35 presos, entre ellos un niño, muertos en 2013 durante una pelea entre internos por el control de una de las zonas de la prisión. Palmasola está situada en el tejido metropolitano de Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más populosa de Bolivia con casi dos millones de habitantes y es, a su vez, una «mini-ciudad», en buena parte autogestionada por los presos de las diversas categorías. En algunos pabellones, los carceleros no entran nunca.
Hay, sorprendentemente, casas privadas de algunos presos, pequeños comercios , y niños que no deberían crecer en ese ambiente pero quizá es mejor que estén con su familia que en la calle.
La cárcel es tan grande, que el Papa recorrió sus calles, similares a las de cualquier barrio pobre, en un carrito de golf . Los más cercanos le daban la mano o se la besaban al pasar. Después, se apeó y comenzó a mezclarse con los detenidos: besaba a los niños, estrechaba las manos de las madres, de mujeres y de hombres, mientras la gran mayoría de los presos le esperaban cantando en el campo de futbol, sentados en sillas de plástico.
El Papa y los niños
Habían ensayado durante dos semanas, y los cánticos sonaban bien. Además, la abundancia de globos blancos, amarillos y rojos, daba un aspecto alegre a la muchedumbre. Las ancianas y ancianos, y algunos enfermos, estaban en las primeras filas. Había centenares y centenares de niños. Algunos se escapaban, o les dejaban escapar, y lograban abrazar al Papa . Buena parte de los adultos lloraban.
A los niños más pequeños , Francisco los besaba en su cunita, que le acercaban las madres. Parecía una visita a una parroquia, un encuentro en el campo de fútbol de una barriada de chabolas. Se notaba mucha dignidad, y un llamativo ambiente de calma .
En Palmasola hay muchos niños pequeños que viven con sus madres en los pabellones de mujeres, como es normal en muchos países hasta los tres años. Pero hay también unos 170 presos menores de edad que viven con los adultos , en contra de las normas internacionales y el sentido común.
Cruzar el gran portón de la cárcel
Cada día cruzan el gran portón de entrada muchos cientos de visitantes, y todos terminan pagando: por entrar en el pabellón de sus parientes, por entregarles la comida o el dinero… Otros visitantes vienen a hacer negocio: prostitución, venta de drogas, delitos a sueldo , etc.
Cuando el Papa ha subido al estrado, varias docenas de presos han alzado enormes letras, perfectamente alineadas, con una fase de bienvenida. En su discurso de saludo al Santo Padre, el arzobispo Jesús Juárez, responsable de la Pastoral Penitenciaria, ha denunciado con toda claridad algo que no habrá gustado a Evo Morales: «la incoherencia entre las normas altamente garantistas de derecho con una administración de justicia que, en los hechos, es flagrantemente vulneradora de los derechos ».
Sin pelos en la lengua, el arzobispo añadió que «es un escándalo en Bolivia la retardación de la justicia, que hace que el 84 por ciento de las personas privadas de libertad no cuenten con una sentencia ejecutoria y que el hacinamiento supere el 300 por cien».
El Papa había preparado personalmente el texto de un discurso en el que declaraba con sencillez: « El que está ante ustedes es un hombre perdonado . Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados». Es una idea muy suya, que volvería a mencionar en la despedida: «Por favor, les pido que sigan rezando por mí, porque también yo tengo mis errores y debo hacer penitencia».
Aunque lo más importante era el gesto de ir a visitar los pabellones, intercambiar besos y abrazos, sonreír, las palabras también tuvieron su importancia.
«Pedro y Pablo también fueron presos»
El mensaje del Papa recordaba que «Pedro y Pablo, discípulos de Jesús, también estuvieron presos. También fueron privados de libertad, y en esas circunstancias hubo algo que los sostuvo… Ellos rezaban y por ellos rezaban».
Francisco les ha asegurado que «cuando Jesús entra en la vida, uno no queda detenido en su pasado sino que comienza a mirar el presente de otra manera, con otra esperanza. Y si en algún momento estamos tristes, mal, bajoneados, les invito a mirar el rostro de Jesús crucificado».
Les ha animado también a evitar los problemas autogenerados –abusos, amenazas, violencia– que convierten una cárcel en un infierno. Aun sabiendo que es difícil, les ha invitado de modo claro: «Ayúdense entre ustedes. No tengan miedo a ayudarse entre ustedes . El demonio busca rivalidad, división en bandos. Luchen por salir adelante…».
«Aliento» para los trabajadores
Al final ha dirigido también «una palabra de aliento a todos los que trabajan en este centro», en continuo peligro de corromperse, insensibilizarse o desesperarse.
A los dirigentes, policías y personal les ha asegurado que «cumplen un servicio público fundamental. Tienen una importante tarea en este proceso de reinserción . Tarea de levantar y no rebajar; de dignificar y no humillar; de animar y no afligir». Les ha dicho que el proceso de reinserción «pide dejar una lógica de buenos y malos para pasar a una lógica centrada en ayudar a la persona. Generará mejores condiciones para todos».
Antes de dar la bendición, el Papa pidió a todos una oración , pero en silencio, ya que hay personas que no saben o que no creen. Y, como siempre, se despidió rogando «que sigan rezando por mí, porque también yo tengo mis errores y debo hacer penitencia».
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