Abusos y esclavitud, la pesadilla de una niña de 11 años vendida por 17.000 euros

Los padres de la menor y de un joven de 19 años, todos de origen rumano, acordaron su matrimonio y después su marido y suegros abusaron de ella. Hay cinco detenidos

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m.gajate/e.barba

Ir al colegio, divertirse con las amigas, pasar horas frente al ordenador... Son las cosas que se presupone que hace una niña de once años a lo largo del día. Sin embargo, en su caso sus jornadas transcurrían entre abusos sexuales, explotación laboral, amenazas e insultos que ella asumía porque presuntamente procedían de su «marido», aquel con el que su propia familia le había concertado un matrimonio bajo pago de una dote de 17.000 euros.

El mismo matrimonio del que posteriormente tuvieron que rescatarla tras ver que el trato de «casamiento» entre los dos clanes de origen rumano se había convertido en una «compra» de un ser humano que los pagadores creyeron poder usar como un «objeto». Tras meses de calvario, ella se encuentra ahora segura, bajo tutela de la Junta de Andalucía, y las cinco personas que participaron en su trato —sus padres, cónyuge y suegros— fueron detenidos ayer. Solo permanecen en prisión su esposo y el padre de éste.

Todo comenzó en el municipio de la comarca sevillana del Aljarafe, allí residía la pequeña, hasta que hace un año su destino fue marcado. Según la investigación de la Guardia Civil, sus padres llegaron en mayo de 2014 a un acuerdo para casar a la niña con un joven rumano de 19 años. La unión era apta para los ojos de los integrantes de ambos clanes y se celebró con una gran fiesta en el país natal de ambos. Tras la celebración, la menor se quedó a cargo de su nuevo compañero de un viaje que les llevó después de vuelta a territorio español. Recalaron en la provincia de Valladolid y ahí comenzó el horror.

En los últimos tres meses el joven matrimonio estuvo viviendo con los padres de él en el municipio de La Seca, tierra vinícola, donde los suegros de la pequeña se dedicaban a labores agrícola. Un trabajo duro con mucho por hacer en el que, al parecer, la emplearon a tiempo completo. La obligaban a recoger uvas y patatas, «con jornadas laborales intensas y sin recibir ninguna remuneración económica», informaron desde la Benemérita y la Subdelegación del Gobierno en Valladolid.

Tras la jornada laboral el ambiente no mejoraba. «La insultaban, amenazaban y agredían constantemente, obligándola a mantener relaciones sexuales con su marido». Un día no pudo más, no creía que eso fuera un matrimonio. «Mamá ayúdame». Fue el mensaje de socorro que hizo este pasado mes de mayo a escondidas, sin que nadie se enterara en la casa donde estaba sometida a una constante humillación.

Ese no era el trato

El empeoramiento en la relación de los dos jóvenes fue, según fuentes de la investigación, el detonante para que la chica contactara con sus padres para trasladarles la alarma y pedirles ayuda. Unas palabras que levantaron la angustia de la madre, que reprochó a sus «socios» en la concertación del matrimonio que vejar a su pequeña no estaba en el trato.

Fue entonces cuando exigió su regreso, pero sus consuegros no lo pusieron nada fácil y respondieron que solamente permitirían el regreso de la pequeña a Sevilla si se les abonaba la cantidad de 10.000 euros. Se desconoce si se llegó a proceder a pagar parte o la totalidad de esta cantidad, pero, al margen de estas conversaciones, la voz de alarma de la pequeña había desembocado en una denuncia y la Guardia Civil ya estaba tras la pista de la menor a la que se buscaba en un paradero impreciso.

No fue fácil localizarla, ya que pocos datos se habían dado de su lugar de residencia por parte de sus caseros y se sabía prácticamente que estaba en la provincia de Valladolid, más de ocho mil kilómetros cuadrados de superficie. Finalmente, se dio con ella y los agentes se presentaron en la localidad de La Seca para indagar en el caso.

Sin embargo, al percatarse de la presencia policial sus suegros y esposo deciden subir a la menor a un autobús rumbo Sevilla y hacer como si no hubiera ocurrido nada. No sin antes cobrarse una parte de la «deuda» que entendían que sus padres tenían con ellos:le arrancaron los pendientes que la niña llevaba puestos de un tirón, provocándole la consecuente lesión.

Su llegada a casa ha permitido cerrar esta operación un año después de que se produjera la fatídica unión, que no es válida en España por la edad de la menor. La Junta de Andalucía ha declarado en desamparo a la niña, que se encuentra en un centro de menores bajo la tutela de la administración autonómica, según informó ayer la consejera de Igualdad, María José Sánchez Rubio. De hecho, desde el ejecutivo andaluz se expuso que, tras conocer el caso, la propia Junta de Andalucía lo denunció ante la Policía y en los juzgados.

Mientras, los padres de la niña y sus suegros —de entre 39 y 42 años— , así como su esposo fueron detenidos acusados de los supuestos delitos de trata de seres humanos, malos tratos, hurto, abuso sexual, agresión sexual y explotación laboral. Todos ellos han pasado a disposición judicial, que decidió mantener entre rejas al marido de la menor y al padre de su esposo, habiendo dejado a los otros tres en libertad con cargos.

«No vimos amenazas»

Con la operación «Cachiseca», llevada a cabo en colaboración de la Guardia Civil de Sevilla y Valladolid, se cierra un capítulo espantoso en la localidad vallisoletana de La Seca, que ayer amanecía «atónita». «Nadie había visto nada raro» en esa casa y de hecho no era «conflictivo» para la vista de los residentes en este municipio ver junto al matrimonio. Y es que los vecinos aseguran que creían que la menor «tendría unos 17 años», «más o menos como él». La explicación que se dan ahora es que por ello «siempre iba pintada y muy arreglada».

También dicen los vecinos que no habían presenciado ningún incidente en el que estuviera implicada la menor, «una joven muy guapa, dispuesta y agradable que siempre iba con una sonrisa». «No sabíamos lo que le esperaba de puertas para adentro», fuera «no vimos amenazas ni explotación». Otros ni siquiera le ponen cara. «Siempre hay tanta gente allí, que no sabes ni quien vive dentro» 

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