Cementerios saturados y oposición eclesiástica: el problema de la incineración en Grecia

La mayoría de los camposantos griegos están colapsados y el enterrar a un difunto es algo caro y complejo

Cementerios saturados y oposición eclesiástica: el problema de la incineración en Grecia abc

begoña castiella

Es un tema polémico que no divide a la población griega, pero sí a los sacerdotes ortodoxos: la mayoría de los cementerios griegos están saturados y el enterrar a un difunto en un camposanto es algo caro y complejo. La solución evidente, la posibilidad de efectuar una incineración, es vista con buenos ojos por la mayoría de los griegos y de los extranjeros que residen en el país.

El problema ya no es la normativa, que se aprobó finalmente. El problema es el clero ortodoxo, que se opone en principio a todo lo que no sea depositar en tierra consagrada al difunto y se niega a oficiar el funeral pertinente.

En Grecia los cementerios son religiosos en su gran mayoría y se encuentran cercanos a una iglesia. Dado que el 95% de la población helena es ortodoxa, los cementerios, aunque pertenezcan a los ayuntamientos, siguen los ritos ortodoxos. Algunos grandes cementerios tienen unos espacios reservados para católicos, armenios o judíos y existen también cementerios musulmanes. En lugares donde hubo grandes batallas durante distintos conflictos en el siglo XX existen cementerios para los soldados caídos.

Pero al existir ahora falta de espacio en las grandes ciudades, donde los cementerios están saturados y no hay sitio para enterrar a los muertos si no tienen ya comprada una tumba familiar, las cosas se complican y encarecen.

«El acto más bárbaro»

Los entierros griegos son rápidos, en general, ya que los fallecidos son enterrados al día siguiente o como mucho a los dos días. De no existir alguna forma de enterramiento arreglada con anterioridad, como un panteón familiar, se alquila al cementerio local una tumba durante tres años. Un entierro simple comienza a partir de los 900 euros y una tumba para tres años puede costar entre 150 euros y 1.500 euros, según el cementerio y la ciudad.

Y al transcurrir este tiempo, se exhuman los restos y los huesos son enterrados en otra tumba, ya definitiva o bien llevados al osario del cementerio. «La exhumación es el acto mas bárbaro, profáno e impío que hay», afirma Andónis Alakiótis, que es el presidente del Comité para el Derecho de la Incineración de los Muertos en Grecia. Insiste que la exhumación es un «sacrilegio y lo hemos convertido en algo cotidiano, con lo que representa para la santidad de los muertos y el estado emocional de los familiares, que viven una segunda muerte». Se permite criticar directamente a la Iglesia Ortodoxa, que se opone a la incineración, afirmando que «sus representantes deberían avergonzarse. Y no están ni siquiera presentes (en la exhumación) para ayudar a las personas que sufren en esos momentos».

El Comité para el derecho a la incineración se creó en 1996, ya que Alakiótis prometió a un amigo pintor, Pavlo Mosjidi, que se había convertido al budismo, ser incinerado tras su fallecimiento. Tras muchas dificultades, la ley fue aprobada y se firmó el decreto presidencial pertinente el 15 de marzo de 2006. Eso sí, se exigía «la declaración previa y expresa incondicional del difunto de querer ser incinerado o la declaración correspondiente de sus familiares consanguíneos o por matrimonio, hasta el cuarto grado».

Pero todavía no se ha instalado ningún incinerador en Grecia al existir una dificultad relacionada con el medio ambiente y la colocación del incinerador dentro o cerca del cementerio.

Lo más importante ha sido que en una reunión del Santo Sínodo (la mayor autoridad de la Iglesia Ortodoxa Griega) en 2014, se aprobó que quedaba a la discreción de los sacerdotes el efectuar el funeral de un difunto que había expresado la voluntad de ser incinerado. Algo que representa un progreso. Porque, según la tradición ortodoxa, la incineración no está en contra de la doctrina de la resurrección de los muertos, sino que afecta al sentimiento y al espíritu de esta doctrina, según explica Yorgos Mantzaridis, catedrático de Teología de la Universidad de Tesalónica.

Incinerarse fuera de Grecia

«Mi madre se empeñó en ser incinerada, y para no tener problemas hicimos el funeral en la iglesia de un gran cementerio de Atenas, con varios sacerdotes y bonitas letanías. Y luego dijimos a todos que nos íbamos a enterrarle al pueblo, solo la familia». El «pueblo» era Sofía, la capital búlgara, donde la madre de Efi fue incinerada y al día siguiente su hija recibió una bonita urna, todavía templada (todo ello costó 1.900 euros, IVA incluido). Efi sigue indignada: «A ver cuando existe un servicio municipal como en todas las grandes capitales europeas, debería estar ya instalado en Atenas y en Tesalónica».

Parece, sin embargo, que la primera instalación será la del cementerio de Vólos, en el centro de Grecia y a tres horas de Atenas, en la provincia de Magnisía.Yánis Stimbrakidis, responsable alterno del departamento económico del cementerio del municipio de Vólos, afirma que dentro de poco tiempo los griegos que quieran ser incinerados no necesitarán que su cuerpo viaje a Bulgaria o Alemania. Los trámites están en marcha y solo falta el permiso del Ministerio del Medio Ambiente y la aprobación del consejo municipal.

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