El rastro del ébola en los ojos

El estadounidense Ian Crozier sobrevivió al virus, pero dos meses después uno de sus ojos cambió de color porque aún no estaba curado

El rastro del ébola en los ojos abc

EMILI J. BLASCO

Curarse del ébola no quiere decir que el virus abandone del todo el cuerpo. A medida que los médicos, tras dar por terminada la epidemia, se ocupan de los miles de supervivientes aparecen datos sobre casos en los que el virus se atrinchera en el interior del ojo y también en los testículos. Miles de antiguos pacientes sufren dolores de cabeza, problemas oculares y de audición, inflamaciones y molestias musculares.

El caso de Ian Crozier, un médico voluntario que contrajo la enfermedad en Sierra Leona y fue tratado en Estados Unidos, ha sido documentado en «The New England Journal of Medicine», tal como recoge «The New York Times». De 44 años, Crozier tuvo que regresar al hospital Emory de Atlanta, donde fue curado del ébola, casi dos meses después de haber sido dado de alta por haber superado la enfermedad. Tras días de tener la sensación de presión en el ojo izquierdo comprobó que el color del ojo ya no era azul sino verde.

Con un dolor creciente y problemas de visión, Crozier acudió al hospital. Allí se comprobó que ni las lágrimas ni la superficie del ojo mostraban señales del virus, pero este si apareció cuando con una jeringuilla muy fina hubo extracción del líquido del interior del ojo: el virus se había agazapo allí.

El interior del ojo está protegido en su mayor parte del sistema inmunitario para evitar posibles inflamaciones que afecten a la visión. Si el virus logra atravesar esas barreras, puede convertir ese espacio interior en un «santuario». Lo mismo ocurre en los testículos, lo que explica que el virus del ébola pueda sobrevivir en el semen durante meses.

Sindrome post-ébola

Crozier pudo combatir su inflamación del interior del ojo –una uveítis– con antiinflamatorios. Al cabo de varias semanas recuperó por completo la visión. Su ojo volvió al intenso color azul de siempre. Durante ese tiempo, por prevención, durmió en una habitación separada y evitó tocar a su hijo pequeño, pero se comprobó que no había estado incubando de nuevo la enfermedad. Luego ha visitado Africa para explicar su experiencia y así ayudar a combatir posibles situaciones de ceguera.

Su caso, con diferentes especificidades, es común. Se conocían casos de uveítis o de afectación a la visión en algunos supervivientes del ébola de brotes anteriores, pero eran poco frecuentes. Ahora, sin embargo, alrededor del 40 por ciento de los supervivientes de la epidemia del ébola atendidos en un hospital de Liberia presentan dolor ocular, inflamación, visión borrosa y puntos ciegos en el campo visutal. Algunos de ellos padecen uveítis.

También se dan situaciones de pérdida de audición, debido probablemente a una inflamación cerebral o una presión arterial muy baja durante un periodo prolongado. Igualmente se han registrado casos de mujeres que dejan de tener la menstruación durante varios meses.

El esfuerzo de los médicos ahora en Africa Occidental, donde existen unas diez mil personas que sobrevivieron al ébola, es la de detectar esos males, comprobar patrones de comportamiento y fijar posibles tratamientos, con la ayuda de la Organización Mundial de la Salud. Si la epidemia misma, por su extensión, supuso un terreno nuevo para los médicos, pues previamente solo se había dado en unos centenares de casos, también el «síndrome post-ébola», por el elevado número de afectados, constituye otro reto para la medicina.

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