«Muchos solo quieren tener un pene más largo. No han entendido nada»
ABC entrevista a André Van der Merwe, el cirujano sudafricano que realizó con éxito el primer trasplante de pene del mundo. Desde que anunció esta cirugía pionera ha recibido centenares de peticiones de todo el mundo
En la facultad de Medicina de la Universidad de Stellenbosch , Ciudad del Cabo, los retratos de doctores ilustres adornan las paredes del pasillo que conduce al despacho de André Van der Merwe. Su foto aún no cuelga en el corredor de la fama, pero frente a su oficina hay un corcho con los recortes de prensa del último hito de la cirugía sudafricana: el primer trasplante de pene realizado con éxito en todo el mundo .
Desde aquella primera intervención, ha recibido hasta dos centenares de peticiones, aunque muchas de ellas se equivocan de concepto. Para él la mayor satisfacción es ver al joven de 21 al que devolvió todas sus facultades, y la esperanza de ayudar a decenas de varones que pierden su pene durante las circuncisiones tradicionales que en Sudáfrica realizan sanadores tribales.
–Hace ya meses de que este joven sudafricano recibió el trasplante. ¿Qué tal se encuentra?
–Ha respondido magníficamente y no ha mostrado por el momento ningún rechazo al órgano. Ha recuperado todas sus funciones, orina con normalidad, mantiene relaciones sexuales y sobre todo ha ganado muchísima confianza. El otro día le pregunté cuántas veces lo hacía por semana, una, dos, tres veces… Me miró y me contestó: «Depende». Es un joven muy tímido. En una intervención postoperatoria, durante la anestesia, pude ver que tenía una erección completa.
–¿Cómo encontraron al paciente para esta primera intervención experimental?
–Él me encontró a mí. Cuando comenzamos el proyecto contacté con algunos urólogos y cirujanos del país para que me avisaran en el caso de que tuvieran algún caso de mutilación genital, y él se puso en contacto conmigo. Este joven había quedado lesionado hace tres años durante una circuncisión tradicional. Es un gran problema en Sudáfrica. Calculamos que unos 250 varones resultan lesionados durante este ritual, pero el número puede ser mayor. Muchos de ellos jamás acudirán al hospital, por miedo a ser señalados en sus comunidades. En el caso de nuestro paciente, ni siquiera sus padres lo sabían, solo sus dos hermanas. En estas comunidades la amputación del pene es una desgracia para la familia. Muchos mienten, o encuentran un buen amigo que mienta por ellos, alguien que diga «yo lo he visto», para que el resto de los vecinos dejen de hacer preguntas. Muchos se suicidan, caen en depresión, en las drogas...
–Este tipo de trasplante debe tener muchas connotaciones psicológicas. Un corazón, o un riñón, no los vemos, pero un órgano tan íntimo…
–Sí, eso es lo que ocurrió con un primer trasplante fallido en China. La piel del pene no estaba bien; estaba muriendo, aunque al parecer el interior estaba bien. Cuando la mujer del paciente lo vio, pidió que lo retiraran. En el caso de nuestro joven, su novia no ha tenido ningún problema y ni siquiera ha pedido atención psicológica. Hay que vigilar signos de depresión, porque la medicación puede generar psicosis. Quizá fuimos muy afortunados. Este chico es muy estable. Está feliz, y sobre todo muy agradecido.
–Habrá recibido muchas peticiones…
–Solo en cuatro semanas recibí casi doscientos correos electrónicos de todas partes del mundo: Colombia, Suiza, Reino Unido, de todas partes de Estados Unidos… Algunos preguntan si pueden recibir un trasplante porque tienen el pene pequeño. Muchos solo quieren tenerlo más grande. No han entendido nada de lo que va el asunto. Esto no es cirugía estética, conlleva riesgos y deberán tomar fármacos inmunodepresores para evitar el rechazo del órgano toda su vida.. Pero hay quien lo necesita porque tiene problemas muy importantes. Gente que ha nacido con grandes malformaciones, o el caso de un hombre que me ha contactado y que perdió el órgano por un cáncer.
–¿Cuáles son los mayores problemas a los que se enfrentaron durante la operación?
–Utilizamos técnicas similares al trasplante de cara. Fue una operación de nueve horas y media. La próxima será más corta porque en medio hicimos un trasplante de riñón del mismo donante a un paciente distinto. Era una intervención experimental, y no quería poner en riesgo el estado del otro órgano. Pero el principal problema fue encontrar donantes. Teníamos el miedo de que si solicitábamos el pene, la familia se negara a donar nada. Es un tema muy sensible. Cuando donas un riñón, o partes internas, no son visibles. Al final, ofrecimos colocar al difunto un pene construido con piel y tejido del brazo. Y la familia aceptó. Donaron el corazón, los pulmones, piel, riñones y córneas.
–Sudáfrica tiene una gran tradición de operaciones pioneras. Aquí se realizó también el primer trasplante de corazón. ¿Qué tiene este país que no tienen los demás?
–Quizá aquí había más necesidad de este tipo de operaciones. O quizá aquí tenemos más libertad. En un lugar como Europa, por ejemplo, no habría sido posible por el control de las autoridades reguladoras. Nosotros, gracias a la colaboración del Hospital de Tygerberg (donde se realizó la operación) logramos introducir esta intervención experimental dentro del programa de trasplantes de riñón. Aún estamos esperando para realizar el segundo, porque no hemos conseguido financiación para el estudio.
–¿Nadie está dispuesto a pagar por él?
–Ha llegado algo de financiación, pero la verdad es que es decepcionante. Hemos creado un fondo específico para trasplante de pene donde se pueden realizar donaciones. Lo ideal sería que el Gobierno creara un programa de trasplantes y dos centros especializados donde se puedan realizar estas intervenciones. En Estados Unidos pronto realizarán su primera prueba.
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