Muerte al despertador
Suena sin piedad: interrumpe sueños profundos y nos hace sentir abotargados. Pero es posible evitarlo, educando el reloj interno
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Son las 23:15 horas. Quieres irte a dormir pero aún no puedes. Eso dice la aplicación del despertador: ha calculado, según los ciclos habituales del sueño, que si tienes que levantarte a las siete de la mañana del día siguiente, mejor que te esperes a acostarte a las 23:55 horas o a las 1:25 horas. Ni poco antes, ni poco después, ni tampoco entre medias.
Pese a que lo más importante es que cada uno duerma sus horas necesarias, la regla básica sobre la que funciona «SleepyTime» , al igual que otras aplicaciones, es que si te despiertas al final de un ciclo de sueño, será más fácil y lo harás más descansado que si te interrumpen en la fase de mayor profundidad. Cada ciclo de sueño —que consta de tres fases— dura 90 minutos, por lo que una persona que duerma alrededor de 8 horas tendrá de 4 a 6 ciclos de sueño.
«El despertarnos en una fase u otra de sueño influye en la sensación de descanso que tenemos al despertar: si nos despertamos en la fase III, la más profunda, la sensación es de pesadez, de estar abotargados, incluso puede dolernos la cabeza», explica la doctora Paula Giménez, especialista en medicina del sueño. Sucede tras una larga siesta, ya que a partir de los 20 minutos de sueño entramos en la fase III. De ahí la recomendación de queno duren más de 15-20 minutos.
Sincronizar el reloj interno
Lo ideal es despertar espontáneamente, cuando lo pide el reloj biológico, que será probablemente al finalizar un ciclo de sueño. «Para que esto suceda es importante que este reloj biológico esté bien sincronizado», asegura Giménez, miembro de la unidad de Sueño de la clínica Vistahermosa , algo que puede lograrse con regularidad en los horarios, tanto de acostarse como de levantarse. «Es lo que mucha gente dice de que “parece que tenga un reloj”, ya que aunque el fin de semana quieran dormir más, se despierta a la misma hora que los días de labor».
El doctor Alex Ferré apunta a esta misma clave: «Lo más importante para el organismo es dormir las horas que uno necesita y siempre realizarlas en el mismo horario. Cuanto más estrictos seamos con esto, todos los días de la semana, más saludable será nuestro sueño».
Importa que cada uno duerma el tiempo que necesita. La media se sitúa en unas 8 horas para los adultos de entre 25 y 65 años, pero es un tiempo que no necesariamente es igual para todos ya que influyen factores como la genética, la edad y la actividad diurna. Mítico es ya el ejemplo de la exprimera ministra británica Margaret Thatcher, que solo necesitaba cuatro horas de sueño frente al resto de los mortales, que suelen necesitar alguna más.
«Un problema importante hoy en día es que cada vez la gente duerme menos. Nuestro ritmo de vida está organizado de tal forma que se le resta mucha importancia al descanso nocturno y necesitamos dormir para vivir y tener una vigilia apropiada», asegura Giménez. La especialista pone como ejemplo la franja hasta la que se extiende el 'prime time' televisivo. «Muchos adultos y adolescentes se acuestan bien pasadas las doce de la noche, teniendo que madrugar al día siguiente. Si no descansamos lo suficiente lo lógico es que no nos despertemos con esa sensación placentera de descanso», concluye.
Según la doctora, el «truco» de programar el despertador previendo las fases del sueño es engañoso. «Es complicado saber en qué fase exactamente se encuentra una persona en un momento determinado, ya que la duración de los ciclos de sueño y de las fases del mismo varían de persona a persona e incluso en un mismo individuo, influenciado por multitud de factores externos como la cantidad de vigilia previa, el cansancio acumulado, la ingesta de sustancias como el alcohol, tabaco, fármacos…».
Esos «diez minutos más»
Quien diga que nunca ha remoloneado en la cama, miente descaradamente. ¿Son buenos esos diez minutos más o es mejor forzarse a salir? «Eso depende de cada uno. Hay personas de despertar rápido y otros de despertar más lento, y estos segundos son los que la puesta en marcha de su organismo es más progresiva, son los que utilizan el “snoozer”», dice el doctor Ferré.
Por su parte, la doctora Giménez cuenta que si no hay una «buena higiene de sueño» es posible que al despertar haya una mala sensación. «Hay que darse un tiempo en la cama, estirarse e intentar mejorar estos aspectos para mejorar tu sensación al despertar y, sobre todo, tu vigilia». El (condenado) despertador acabará sonando sin piedad en el mismo minuto de nuestras vidas, pero la sensación con la que nos despertemos, en buena medida, es cosa nuestra.
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