medio ambiente
El turismo puja por la expansión del lobo
Ecologistas y ambientalistas aseguran que «turistear» al lobo es diez veces más rentable que cazarlo
El lobo es el símbolo de la supervivencia. Ningún otro gran depredador de nuestro país ha conseguido aguantar la presión del ser humano sin ser celosamente protegido. El oso y el lince lo están, y sobreviven gracias a un esfuerzo descomunal. Con el lobo ibérico (Canis lupus signatus) la situación es bien distinta. Perseguido como una alimaña hasta los años 70, tras pasar a considerarse especie de interés comunitario ha ido recuperando territorio. Pero esto le ha vuelto a poner en conflicto con los ganaderos, que reclaman su «control». Ecologistas, ambientalistas y grupos de emprendedores vinculados al turismo del lobo, por el contrario, defienden que su presencia lejos de ser dañina, es una magnífica noticia para los ecosistemas en los que vuelve a escucharse su aullido. Otra vez, el lobo está en el punto de mira.
Noticias relacionadas
Para los ganaderos la solución está clara. «Donde hay rebaños no puede haber lobos porque son incompatibles», reclaman desde Asaja Castilla y León. Y por eso celebran la petición que los gobiernos de España y Francia enviaron el año pasado a Bruselas para modificar la Directiva de Hábitats que impide cazar al lobo al sur del Duero –donde queda una subpoblación en estado crítico en Sierra Morena– pero permite su «gestión» al norte de este río. Lo que se pretende, explican a ABC desde la Dirección Natural de Medio Natural de la Junta de Castilla y León, «no es que se cace a los lobos de Sierra Morena, sino a las manadas que desde el norte cruzan el río Duero y atacan a los rebaños de ovejas del sur».
«Cazar al lobo es peor»
Los grupos conservacionistas, sin embargo, consideran que esto sería un enorme error. Theo Oberhuber, coordinador de Ecologistas en Acción , afirma que cazar al lobo no soluciona nada, «todo lo contrario». Y esgrime un estudio científico elaborado por el biólogo Alberto Fernández Gil en el que se concluye que «más lobos muertos en controles supusieron más daños». La explicación está en el carácter social de estos animales. «Si matas al macho o a la hembra alfa de una manada, el grupo se desestructura y acaba matando al ganado porque para los ejemplares jóvenes es lo más fácil. La convivencia no es fácil, pero es posible recuperando los métodos tradicionales del pastoreo, con mastines y el ganado recogido por la noche», explica Oberhuber, que además defiende que «el lobo vivo vale más que muerto, como se está viendo en algunas zonas donde el crecimiento del turismo lobero ya deja más dinero que la subasta de los cupos para cazar lobos», concluye.
La presencia el cánido silvestre pilló por sorpresa a los ganaderos al sur del Duero en 2001. «Cuando comenzaron los ataques, no sabíamos qué hacer», reconoce Ramón Hernández, un pastor de Armuña, en la provincia de Segovia. «Al principio, la Junta negaba que hubiese lobos. Pero estaba ahí, asentado en un monte cerrado de encinas, en Balisa, a unos 8 kilómetros de aquí. Venía por la noche y podía matar 20 ovejas en una incursión. Era imposible verlo, aunque te quedases toda la noche esperándolo», recuerda Ramón.
Los daños del lobo solo afectan al 0,04% de la cabaña
Los daños del lobo son mínimos y apenas afectan a un 0,04% del total de la cabaña ganadera. En total, dos millones de euros, en toda España. Pero el problema no era tanto el número de animales muertos, sino el tremendo estrés que la presencia del animal provocaba a las ovejas.
«No daban leche, abortaban si están preñadas y no había cubriciones», lamenta Fernando Pastor, otro de los ganaderos de la zona que tuvo que aprender de la noche a la mañana a trabajar con mastines para defender a sus ovejas castellanas. «Aquí nunca habíamos visto perros de este tipo. Sí que los traían los pastores que hacían la trashumancia desde Extremadura para ir a las rastrojeras. Ellos fueron los que nos regalaron los primeros. Con los mastines, el pastor eléctrico –una valla electrificada portátil– y el seguro vamos tirando. Ya no hay ataques, pero a costa de nuestro dinero», dice Pastor.
Desde Ecologistas en Acción defienden en cualquier caso que los ganaderos no sean los que paguen los daños del lobo y que no solo se les indemnice cuanto antes, sino que se les ayude también con las medidas preventivas, como los mastines y los pastores eléctricos. Pero también recuerdan que «muchos de los ataques atribuidos al lobo son en realidad de perros incontrolados».
Pastoreo tradicional
En otras zonas de España, al norte del Duero, hace tiempo que aprendieron a convivir con los lobos. Es el caso de la Sierra de la Culebra, en Zamora, un entorno que pertenece a la Red Natura 2000, pero también es una reserva regional de caza, y en la que el lobo y las ovejas llevan toda la vida compartiendo espacio.
Alberto Fernández dejó su trabajo en una empresa hace 3 años para recuperar la forma de vida de su padre, y de sus abuelos en Santa Colomba de Sanabria. Y sus primeras palabras cuando se le pide su opinión, no pueden ser más francas. «El lobo es un hijo puta –suelta sin remilgos–. Pero es un animal admirable. Es una maravilla verlo actuar en el monte, y cumple su misión. En la Culebra tenemos los mejores trofeos de caza de España porque van eliminando a los más débiles y viejos, y además mantiene a raya a los zorros, que hacen muchísimo más daño al ganado».
Los mastines son el mejor método para prevenir los ataques del lobo
Aunque tiene 1.600 ovejas castellanas y merinas que pasan seis meses al año pastando por el monte, Alberto nunca ha tenido un ataque. «Mis abuelos y mis padres tenían mastines, y yo salgo a pastorear con once de ellos. Mantienen a los lobos lejos de las ovejas y me evitan tener que pagar un seguro». A su lado, León, un robusto ejemplar de mastín leonés de 70 kilos, hace innecesarias más preguntas.
Turismo lobero, un negocio creciente
Otro de los inesperados aliados del lobo es el turismo. En Villardeciervos, a los pies de la Sierra de la Culebra, unas pocas empresas –siguiendo el ejemplo de los Parques Nacionales de Algonquin, en Canadá, y de Yellowstone, en EE.UU.– se han dado cuenta de que el lobo podía ser muy rentable. «Turisteando» al lobo aseguran que se obtiene más dinero que matándolo. Según sus propios cálculos, más de 400.000 euros anuales, frente a los 34.000 euros que deja su caza.
Javier Talegón es biólogo y un especialista en todo lo referente al lobo. Con su empresa Llobu se dedica desde hace años a organizar avistamientos de esta especie y también a enseñar el rico patrimonio ligado al lobo en la zona. «En España hay una fuerte etnografía lobera en todo la zona noroccidental. De hecho tenemos unas estructuras arquitectónicas únicas, como el Cortello dos lobos de Lubiano, que son exclusivas de estas regiones y de algunas zonas transhimaláyicas», explica Talegón, que ultima un libro con la historia del lobo en toda la región.
La Sierra de la Culebra es un lugar privilegiado para observar lobos
«El lobo es un animal esquivo porque le va la vida en ello. Pero la Sierra de la Culebra es una zona especialmente buena para los avistamientos porque la presencia del hombre ha modificado fuertemente el paisaje por los usos agropecuarios», asevera el biólogo. Las talas y quemas intensivas han abierto considerables espacios en los bosques de los originales carballos (robles) y castaños, dejando paso a tupidas formaciones de retama y brezo, donde el lobo puede esconderse, pero no lo suficiente para que no se le vea mientras se desplaza de una mancha forestal a otra. Con paciencia y unos buenos prismáticos, es posible ver a un grupo de ellos. Así lo confirma el grupo que ha acompañado a Talegón para observar a una manada desplazarse al amanecer desde un pinar a un brezal donde se encaman hasta que llegue la noche. Será entonces cuando el lobo pueda volver a «campear» sin que le moleste la presencia del verdadero e implacable súperpredador de este planeta.