Lérida despide a su «héroe», el profesor asesinado por un alumno en Barcelona

Familiares y amigos de Abel Martínez elogian su entrega a la profesión en su funeral

Lérida despide a su «héroe», el profesor asesinado por un alumno en Barcelona abc

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«Para nosotros ya eres un héroe, como los de los cómics que tanto te gustaban», sentenciaba emocionado uno de sus amigos desde el púlpito de la sala ecúmenica del Tanatorio Jardí la Lleidetana, en la capital del Segre.

Familiares, amigos, compañeros de trabajo y autoridades dieron ayer su último adiós a Abel Martínez Oliva, el profesor de 35 años que el pasado lunes murió a manos de un alumno de 13 años que irrumpió armado en su instituto, el Joan Fuster de Barcelona.

Abel era hijo de Lérida y allí vivía, en casa de sus padres –Llorenç y Maria Pilar– aunque estaba condenado a recorrer Cataluña para cubrir vacantes temporales de profesores, la servidumbre de los maestros sustitutos. Tras ejercer en centros escolares de Sant Pedor, Mollet, Sitges o Manresa, recaló hace apenas diez días en el IES Joan Fuster. Para impartir Ciencias Sociales en sustitución de una colega de baja. El pasado lunes, con ánimo de ir a socorrer a sus alumnos, se cruzó con M. P., el alumno de 13 años que había sembrado el terror con una ballesta, un machete y un cóctel molotovo. Y recibió un machetazo mortal.

En una sentida ceremonia que ofició el padre Lluís Sallan y a la que asistieron, entre otras autoridades, el alcalde de Lérida, Àngel Ros, y la consejera de Enseñanza de la Generalitat, Irene Rigau, los amigos y colegas de Abel glosaron ayer sus muchos méritos. La devoción por su profesión; cómo se preparaba a conciencia las clases para «enganchar» a sus alumnos. No se conformaba con los conocimientos adquiridos con la carrera de Historia.

Mensajes de los alumnos

Aficionado al deporte –había jugado a fútbol, escribía artículos sobre deporte local y era un «culé» acérrimo–, lo de enseñar en él era una pasión. Su actitud caló honda y rápidamente en el IES Fuster. En profesores... y en los alumnos , que no han parado de escribirles mensajes de despedida.

Entre parlamentos, sonó la música que tanto amaba. El «Hallelujah» versionado por Jeff Buckley –otro ocaso prematuro–, que atronó con una belleza, ayer, insoportable. Uno de sus amigos, cantó como pudo «Rise», de Eddie Vedder y otro leyó fragmentos de «El Principito». «No le olvidéis», rezaba un escrito de su hermano Óscar que él mismo no pudo leer. Imposible.

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